Sociedad

El bronce merecido


Un posible indicador de la salud de la democracia en un determinado país es
el respeto social por quienes han tenido a su cargo las principales
responsabilidades de conducción, especialmente, en un sistema presidencialista,
el Presidente de la República. Tal conducta civilizada y democrática es
independiente del acierto o error conque la figura en concreto ha gobernado,
siempre según la libre opinión de quien quiera valorarlo desde la perspectiva
que elija.
Una exteriorización institucional de tal respeto es, en nuestro caso, la
colocación del busto del ex presidente en la Casa Rosada, junto con la serie de
presidentes democráticamente elegidos desde el inicio de nuestra vida
independiente.
En un artículo de su autoría, publicado en La Nación del pasado 11 de
marzo, el comentarista Pablo Mendelevich manifestó su disconformidad con
relación a la anunciada erección del correspondiente busto del ex Presidente
Carlos Menem el próximo 2 de julio, con ocasión de su 90 cumpleaños.
Claro que Mendelevich tiene derecho a opinar lo que considere correcto
sobre los dos democrático mandatos menemistas, el primero de seis años, más
seis meses iniciales por abandono anticipado de la anterior administración,
frente a la monumental crisis económica-social que el Presidente Menem tuvo que
enfrentar y, sobre todo, solucionar con gran éxito; el segundo de cuatro años,
reelecto por una impresionante mayoría del pueblo, seguramente conformes con lo
hecho en los años anteriores y con el curso de la gestión gubernamental.
Mendelevich se queja de tal voto popular: también tiene derecho a pensar que el
pueblo se equivocó, y hasta de, eventualmente, pensar que sería mejor instaurar
un sistema de voto calificado, que limitara los "errores" democráticos. Yo
prefiero atenerme a la opinión de Churchill, en cuanto a que la democracia es
el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas
políticos restantes.
Pero a lo que no se tiene derecho es brindar información falsa, aun cuando fuese
sin dolosa intención. Se sostiene en el artículo de marras que Carlos Menem se
encuentra condenado en una causa por (para dar un nombre genérico)
"corrupción". Esto es falso, ya que de las numerosas causas judiciales que se
han seguido contra el ex Presidente (quien ha enfrentado todas sin moverse del
país, y sin quejarse de ningún "lawfare") en
todas ha sido absuelto, por sentencia firme, restando sólo dos, una en la
que el juicio recién comienza y otra que se encuentra en su etapa final ante la
Corte Suprema de Justicia, sin sentencia firme. En las dos, las imputaciones
que se le hacen se basan en una suerte de responsabilidad objetiva: una por su
condición constitucional de Comandante en Jefe del Ejército de tierra, ante la
explosión de una instalación militar en Rio III (Menem ya ha sido absuelto en
la causa del contrabando de armas) mientras que algunos de los que tenían mando
diario y efectivo del Ejercito no han sido imputados; la otra por el supuesto
sobresueldo que habrían percibido algunos funcionarios, cuando desde 1994 la
ejecución del presupuesto es de responsabilidad del Jefe de Gabinete y,
lógicamente, de los restantes ministros en sus respectivas jurisdicciones. Cabe
señalar que en ninguno de estos dos casos aún en trámite el ex Presidente tiene
dictada la prisión preventiva.
No está demás recordar estos principios en tiempos tan graves como los que
estamos viviendo. Alentar la democracia y reforzar las instituciones es también
un grano de arena en beneficio de la dignidad humana, amenazada por la
pandemia, la miseria y el "big data".  
Espero poder visitar el salón de los bustos presidenciales para rendir mi
humilde e íntimo homenaje a todos nuestros presidentes, con el orgullo por una
democracia que, felizmente, se encuentra cada vez más consolidada.       















 

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