El secreto para que salga perfecto está en tener las frutillas previamente congeladas. Aprovechá cuando están de temporada y podés conseguirlas a buen precio: lavalas bien, retirales el cabito y colocalas en una placa cubierta con separadores, distribuidas sin encimarlas. Una vez que estén duras, pasalas a bolsitas herméticas y guardalas en el freezer. Así las vas a tener listas no solo para este helado, sino también para licuados, smoothies o mermeladas caseras durante todo el año.
Con esta base, en minutos podés hacer un helado cremoso y lleno de sabor que, además, es una excelente alternativa a los postres industrializados.
Ingredientes:
700 g de frutillas sin cabito, cortadas al medio y congeladas
300 ml de yogur bebible de frutilla o vainilla (podés usar uno casero o uno firme, batido ligeramente)
Preparación paso a paso
Paso 1: Colocá las frutillas congeladas en una procesadora potente (ideal de más de 1000 watts) y trituralas hasta que se conviertan en polvo.
Paso 2: Agregá el yogur frío y procesá de nuevo hasta obtener una crema suave y homogénea.
Paso 3: Serví de inmediato para disfrutar la textura cremosa del helado. Recordá que si lo guardás en el freezer puede endurecerse demasiado.
Tips y variaciones para potenciar la receta
Si querés un sabor más intenso, podés endulzar con una cucharadita de miel o stevia líquida.
Sumale ralladura de limón o unas hojitas de menta fresca para un toque más refrescante.
Probá la misma técnica con otras frutas como mango, durazno o banana para tener helados caseros variados.
Podés espolvorear chips de chocolate amargo antes de servir para darle un contraste de sabor y textura.
Aprovechá esta base para preparar versiones más proteicas con yogur griego natural.