María Raquel de Mercedes de la Vega Ocampo nació el 5 de febrero de 1890 en La Rioja y fue bautizada en la Iglesia Matriz el 7 abril 1890. Fueron sus padrinos don Juan de Dios Vera y doña Rosa Vallejos. Más tarde contrae matrimonio que está registrado en Nuestra Señora del Pilar, Córdoba, el 24 de septiembre de 1913 con Jorge Vera Vallejos, nacido por 1889 en La Rioja, hijo de don Juan de Dios Vera y doña Carlota Vallejos. Los casó el Presbítero Juan Carlos Vera en casa particular dispensados los impedimentos de primero y cuarto grado de consanguinidad y las admoniciones canónicas por el Obispo Diocesano.
Su vida transcurrió en las provincias de La Rioja y en Mendoza, acompañando a las diferentes funciones ejercidas por su esposo, el abogado Jorge Vera Vallejo (en 1916 fue nombrado fiscal en lo criminal y en 1917, juez en lo civil y de minería. En 1932 fue nombrado procurador general de la Suprema Corte de la provincia de Mendoza, ese mismo año se lo designó juez federal de Mendoza y en 1935, al crearse la Cámara de Apelaciones Federal de esa provincia, fue nombrado vocal de la misma). Sus tres hijos padecieron de eritroblastosis fetal, enfermedad de cuando los niños mueren por diferentes Rh de los padres.
Su vocación por el arte es desconocida hasta la fecha y en virtud de ello iniciamos una búsqueda de información familiar, donde la figura de Raquel, con sus pinturas de claros conceptos estéticos naturalistas de principio del siglo XX, nos obliga a reconocer a esas mujeres desconocidas en la historia del arte riojano. Quiénes fueron sus maestros, que temáticas abordaba y hasta qué punto se reflejan éstas con su vida cotidiana, son las preguntas a descifrar.
En la revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Tucumán “Humanitas” (Año XI -1963 Núm. 16, pág. 103 a 122), J.A. García Martínez escribe un extenso capítulo titulado: ”Itinerario de la Pintura Riojana”. En su introducción dice: “La pintura riojana es una ecuación de tierra y sol. La presencia de estos dos elementos se repite de continuo hasta transformarse en una constante estética que define e individualiza al estilo de la plástica local.
El filósofo rumano Lucien Braga habla de: la “Aldea – Idea, como centro del mundo, y la visión espacial, debe ser, el más profundo refugio del alma, una especie de emisión (en un plano imaginativo) de un primer fondo espiritual.”
Luego García Martínez caracteriza a la pintura riojana en tres aspectos fundamentales: “El paisaje como espacio y también como tiempo, la melancolía y la visual. En esta zona, el hombre vibra a través de lo que ve y es un animal visual.”
En los principios del siglo XX, el arte visual argentino continuaba integrando a la mujer como modelo de belleza, y también, solo como testimonio de la aristocracia de entonces. El conocimiento de artistas plásticas de esa época es un enigma a descifrar. García Martínez las recuerda como las primeras a las monjas de la escuela Sagrado Corazón de Jesús (fundado en 1891), donde enseñaban pintura, grabado y artes decorativas en general hasta 1930. En la citada institución, podían verse retratos familiares o rostros, destacándose un retrato de Zenobia Arias de Tello y su hijo, que las autoridades del colegio le atribuyen a la alumna Felisinda Vera de Luque, madre de Elena Luque Vera; excelente dibujante que en 1950 recibió el premio adquisición de artistas riojanos del Primer Salón anual de arte “Joaquín Víctor González “de La Rioja. La citada obra se encuentra en el patrimonio del Museo de Bellas Artes Octavio de la Colina. (MOC).
LA PRIMERA
Volviendo a la trayectoria plástica de María Raquel de la Vega Ocampo de Vera Vallejo, resulta difícil aseverar que su técnica pictórica se haya desarrollado a temprana edad o en tiempos de su educación secundaria. En esos tiempos, la enseñanza del arte, en todas sus expresiones, la brindaban educadores, muchos de ellos no formales. Eran maestros y profesores que respondían con sus virtudes estéticas ante la falta o poca educación artística en los diferentes niveles de educación de entonces. Aquellos hijos e hijas de familias de mejor solvencia económica se capacitaron fuera de la provincia.
Hacia 1912 nace en La Rioja una ebullición en el arte visual. Algunos autodidactas buscan otros rumbos para su educación, y emigran hacia Buenos Aires a buscar a la gran concurrencia de pintores hijos de la primera generación de inmigrantes europeos. El caso de Octavio de la Colina es el claro ejemplo. Dejó su provincia, consiguió trabajo en un Ministerio de la Nación y estudió en la Academia de artes plásticas. Según datos vertidos por el artista Domingo Nieto en “Breve reseña del movimiento plástico de en nuestra provincia” (diario el Velazco – mayo 20 -26 año 1948), Octavio de la Colina era amigo del doctor Ricardo Vera Vallejo y describe que fue discípulo de Pio María (Nació en Buenos Aires en 1869 y murió en la misma ciudad en 1945. Estudió en la Società Nazionale Italiana de Buenos Aires, en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y en la Accademia di Belle Arti de Roma, ciudad donde aprendió y practicó la técnica del fresco. Se dedicó a la pintura (marouflage, óleo, acuarela), la ilustración, el grabado y la escenografía. Ejerció la docencia, la dirección de instituciones artísticas y la gestión de agrupaciones, como la de los artistas reunidos en torno a Nexus. * Esta biografía fue escrita por Carla García Olivieri).
Siendo los hermanos Vera Vallejo amigos de Octavio de la Colina, se puede inferir, salvo investigación fundamentada que contradiga la presente, que María Raquel María Raquel de Mercedes de la Vega Ocampo de Vera Vallejo conoció a De La Colina, y podría haber recibido clases tanto de él como de Pio María.
DESCUBRIMIENTO
El fundamento de mi investigación, que vierto a consideración del lector, se basa no en escritos sino en sus pinturas legadas a las familias descendientes de Ocampo y Vera Vallejo que, en ocasión de organizar una muestra en homenaje a Rosario Vera Peñaloza, el 28 de mayo de 2025, en el museo del mismo nombre, con asombro descubrí.
Pensemos ahora en el arte de principios del siglo XX en Argentina, donde era impuesto por movimientos pictóricos europeos. Pensemos también en la información y la posterior formación de artistas, cuya cronología de modas o movimientos contemporáneos de Europa tardaba años en transferirse a los artistas y más años aún en asimilarla en la sociedad conservadora de aquel tiempo.
La Gran Guerra Europea de 1914, que luego se llamó Primera Guerra Mundial, trajo familias al país en búsqueda de una paz necesaria. Los movimientos artísticos y literarios del Realismo y el Naturalismo eran vertientes culturales muy ligadas a sus culturas. En la pintura, el naturalismo rescata temas relacionados con el paisaje natural, las costumbres cotidianas de una sociedad en aparente tranquilidad espiritual, con vinculación directa a retratar temas religiosos, animales o plantas. En las obras se rescatan temas y técnicas en donde reproducen modelos europeos estudiados, omitiendo la originalidad estética de cada artista.
Las obras descubiertas de María Raquel de Mercedes de la Vega Ocampo de Vera Vallejo datan de 1914 y 1915. Podemos observar en ellas el fiel reflejo de su posición frente al arte naturalista. Su compromiso religioso con la Iglesia, la llegó a reconocer como presidenta de la Acción Católica de Mendoza. Su obra Virgen María sentada con Jesús en sus brazos y a su costado un joven custodiando el hermoso momento, da cuenta de ello.
Los animales están también presentes en sus cuadros donde dos pequeños perros juegan inocentemente con una liebre estirada en el suelo. La mirada inocente de los perros hacia el espectador pone en duda esa traviesa actitud de cazadores, mientras la liebre acostada y con sus ojos abiertos simboliza su fin.
En otra pintura la inspiración de celebrar el goce de la madre gallina con sus pollitos es quizá la más representativa de esa época, y quizá de alguna manera auto referenciar su sueño incumplido.
En una foto familiar expuesta en el Museo Rosarito Vera Peñaloza, Raquel se destaca ante sus familiares Ocampo y Vallejo, parados y sentados en un parque o plaza nutridas de flores. De forma muy tradicional, todos miran la cámara menos ella. Esa mirada ausente con presencia de mucha melancolía, fue la que me motivó a verla y reconocerla como una de las tantas ilustres mujeres desconocidas, y a preguntarme: ¿Es la primera mujer pintora de La Rioja?
(Fotografías: Karim Ayame)