La Argentina enfrenta una crisis de naturaleza dual que afecta tanto a las instituciones republicanas como a las fuerzas del movimiento nacional y popular. Esta crisis se manifiesta en dos dimensiones complementarias:
De calidad institucional
Se evidencia en el deterioro del discurso presidencial, caracterizado por términos descalificantes que vulneran la dignidad del cargo. Esta degradación refleja una concepción autoritaria del poder, que desconoce los principios básicos de la división de poderes. Más grave aún resulta la amenaza explícita de judicializar las decisiones del Poder Legislativo cuando ejerza su facultad constitucional de insistir en leyes vetadas, configurando así una distorsión del sistema republicano. Esta tendencia se agrava por el uso desmedido de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), que convierten una figura excepcional en una herramienta ordinaria de gobierno, eludiendo el debate parlamentario.
De conducción política:
Se manifiesta objetivamente en los resultados electorales, con la pérdida de seis de las ocho últimas elecciones. Los resultados poco auspiciosos de las elecciones provinciales del año confirman una crisis que trasciende coyunturas específicas. A esto se suman episodios graves, como los hechos en la Cámara de Diputados, la agresión a TN y los incidentes en el domicilio del diputado Espert, que revelan un clima de tensión y contribuyen a la polarización.
Siguiendo la reflexión de Einstein sobre que toda crisis implica una oportunidad, la respuesta adecuada requiere un ejercicio de racionalidad política que utilice la inteligencia estratégica en lugar de la lógica confrontativa propuesta por el gobierno actual. Frente a los gritos y descalificaciones del discurso oficial, debemos responder con moderación, templanza, racionalidad y propuestas concretas.
La metáfora es clara: a la motosierra destructiva que caracteriza la gestión actual, debemos contraponer el bisturí que corrija con precisión quirúrgica. Esta diferencia refleja concepciones opuestas sobre el rol del Estado y la metodología del cambio social. Mientras la motosierra destruye indiscriminadamente, el bisturí opera con precisión, conservando lo que funciona y modificando lo que requiere corrección.
Una lección fundamental es que no podemos permitir que nuestros adversarios definan los términos del debate. Debemos enfrentarlos donde y como más nos convenga, no donde ellos nos propongan. Así como Perón tomó la gratuidad universitaria proclamada por los reformistas de 1918 y la convirtió en realidad en 1947, nosotros debemos tomar la proclama del mayo francés —“La imaginación al poder”— y dotarla de racionalidad, mesura y propuestas concretas.
Una debilidad crucial de la estrategia actual del campo popular es haber permitido que el gobierno se apropie de banderas que históricamente nos pertenecen. No podemos regalar las banderas de la eficiencia, la optimización y el aprovechamiento racional de los recursos del Estado. La distinción fundamental radica en que, mientras nosotros proponemos mejorar el Estado, optimizar su funcionamiento y potenciar su capacidad de servicio, ellos proclaman su intención de destruirlo, minimizarlo y entregarlo a manos privadas.
Hay una ruta bonaerense
El camino que marca Axel Kicillof es el correcto: armar las listas con los mejores, los más capaces y los que mejor midan en términos de capacidad técnica y política. Esto implica una renovación generacional y una jerarquización de la competencia.
Respecto a la situación judicial de Cristina Fernández de Kirchner, es fundamental establecer que está mal condenada porque no se acreditó su culpabilidad; no que es inocente. Evitemos así invertir la carga de la prueba. La Constitución Nacional establece la presunción de inocencia como principio fundamental.
Lo mejor que podemos hacer por Cristina Fernández de Kirchner es trabajar y militar para recuperar el gobierno nacional en 2027. Para ello, resulta clave conservar la mayoría electoral en la provincia de Buenos Aires en las elecciones del corriente año.
Debemos comprender que se trata de un proceso múltiple y complejo, que involucra ocho grandes elecciones —una por sección electoral— más 135 distritos con propios matices. Esta diversidad impide establecer ejes de campaña uniformes, más allá de principios fundamentales de producción, crecimiento, trabajo y justicia social.
Debemos abandonar la posición defensiva y tomar la iniciativa política. Esto implica aceptar y enfrentar los cambios tecnológicos —informática, robótica, inteligencia artificial— discutiendo en beneficio de quiénes deben ser: si de la sociedad en su conjunto o de unos pocos.
En el derecho laboral, es necesario actualizar la legislación y los convenios colectivos sin menoscabo de los derechos de los trabajadores, con equilibrio y equidad. La modernización no debe ser sinónimo de desregulación, sino de adaptación inteligente que preserve los derechos fundamentales.
Debemos defender una sociedad de producción, crecimiento, desarrollo tecnológico y trabajo, en un marco de defensa de la soberanía. Es fundamental sostener las tres banderas peronistas —Independencia Económica, Soberanía Política y Justicia Social— como contraposición a la especulación financiera y la apertura indiscriminada.
El verdadero problema del país no radica en supuestos problemas estructurales insolubles, sino en la economía en negro y las exportaciones que evaden pagos vía contrabando y subfacturación, fenómenos que alcanzan aproximadamente el 50% del PBI. Argentina no tiene problemas estructurales insolubles: cuenta con un extenso territorio, un litoral navegable, y recursos petrolíferos, gasíferos y mineros poco explotados.
Acuerdos básicos e indispensables
Para construir un país viable a largo plazo, debemos acordar entre todos los sectores políticos cinco o seis políticas de Estado fundamentales en áreas como transporte, energía, geopolítica, educación, salud y desarrollo tecnológico, que no cambien con cada administración.
Estas reflexiones encuentran síntesis en dos citas históricas vigentes. José Ortega y Gasset: “Argentinos, a las cosas” —convocatoria a la acción concreta y al abandono de abstracciones estériles. Juan Domingo Perón: “La única verdad es la realidad” y “Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar”. La política debe estar al servicio de la transformación concreta de la realidad.
El desafío histórico es recuperar la iniciativa política, proponer soluciones viables y construir un proyecto que combine modernización tecnológica con justicia social, eficiencia económica con soberanía nacional, y competencia democrática con unidad nacional en torno a objetivos estratégicos compartidos.
La hora de la acción ha llegado. El país reclama compromiso, inteligencia y determinación para construir el futuro que merecen todas y todos los argentinos.
Exministro de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, abogado y militante peronista.