Sociedad

Un nuevo aniversario


Agradezco la invitación a escribir una nota por el nuevo
aniversario de la entrada en vigencia de la ley 23.928, más conocida como Ley
de Convertibilidad, hecho ocurrido un primero de abril del año 1991, hace ya 29
años.
El agradecimiento es doble porque me otorga la posibilidad
de publicarla en Nueva Rioja, un medio periodístico que batalla a diario por la
libertad con la mira puesta en las raíces de nuestra nacionalidad y que,
además, pertenece a la tierra de Joaquín V. González, que es también la de
Carlos Saúl Menem, que tomó una iniciativa que demostró ser capaz de terminar
con la inflación en la Argentina.
No es su responsabilidad, claro, que otros, cuya estatura no
les permite ver el porvenir, hayan destruido esa obra y sumido al país
nuevamente en el conocido pantano de la inflación que envilece el valor de la
moneda y con ello, el del salario y las jubilaciones, en primer lugar.
Pero también hace incomprensible el lenguaje básico de toda
organización económica, que son los precios y salarios, sumiendo al país en una
Torre de Babel en la que el esfuerzo cotidiano carece de valores de referencia.
No se pueden intercambiar genuina y confiadamente los bienes
y servicios producidos, desalienta el ahorro, suprime la posibilidad de
cualquier financiamiento lógico y necesario y, en fin, nos condena al atraso y
aumento de la pobreza y nos aleja de los niveles de desarrollo que el resto del
mundo alcanza en estabilidad y con financiamiento suficiente para que las
familias adquieran sus casas, compren sus autos y demás bienes necesarios, se
eduquen y, en fin, vivan una vida que merezca ser vivida, como solía decir
Menem.
Desde la salida de la Convertibilidad, la devaluación fue de
casi el 9.000% al cambio libre y del 6.500% al cambio oficial. 100 pesos, que
eran equivalentes a 100 dólares entonces, apenas superan hoy 1 dólar. El peso
uruguayo que valía menos de una décima parte, ya cotiza el doble del peso
argentino. Incluso el real, cuya devaluación fue una de las causas invocadas
para salir de la Convertibilidad cuando cayó a un cuarto de peso, se mantiene
en el rango de 4 reales por dólar, es decir que se necesitan alrededor de ¡20
pesos para comprar un real!
Como se advierte, el verdadero objetivo de quienes derogaron
la Convertibilidad no fue reducir una pretendida sobrevaluación del peso, que
los más aventurados estimaban alrededor de un 20% y no porque hubiera habido
inflación ya que la que teníamos entonces era inferior, incluso, a la de los
Estados Unidos de América sino por la fortaleza, precisamente, del dólar
americano frente a las demás monedas del mundo.
El verdadero objetivo del golpe institucional del 2001 fue
liberar a la clase política, empresarial y sindical argentina del corsé que la
Convertibilidad les imponía a favor del pueblo. Con la Convertibilidad no
podían disponer a su antojo retenciones, subsidios, aumentos de precios o
salarios por encima del límite que les imponía la competencia o el aumento de
la productividad, ni aumentos del gasto público que no pudieran financiarse con
impuestos o crédito público. Tampoco les era posible declarar el default y
renunciar así al crédito público.
Pero cuando se puede emitir sin límites y sin preocuparse
por las consecuencias, vale todo.
Derogada la Convertibilidad, pudieron devaluar, pesificar,
hacerlo asimétricamente destruyendo el sistema financiero y endeudarse sin
contrapartida para cubrir la diferencia mientras declaraban el default de la
deuda real con quienes habían financiado el desarrollo argentino, confiscar los
ahorros bancarios y jubilatorios, crear jubilaciones sin aportes y salarios sin
empleos, aumentar el gasto público alocadamente con subsidios irracionales por
la pesificación de las tarifas de los servicios públicos, imponer retenciones,
el cepo e incluso ahora, ¡un impuesto a la compra de dólares! y, en fin, llevar
a la Argentina al estado en el que se encontraba antes de la pandemia del
coronavirus. Lo que tendremos que hacer para superar ese otro cataclismo, es
harina de otro costal.
A los más jóvenes les parecerá un aniversario raro. En
general se festejan aniversarios de aquello que subsiste, no de lo que ya fue…
Y tienen razón.
La Convertibilidad duró más de una década que alcanzó para
demostrar su viabilidad y los benéficos efectos que produce un plan de
estabilidad y desarrollo (sin desconocer los desafíos que plantea), pero
claramente un tiempo insuficiente para cambiar el curso de la historia que
justifique un aniversario.
Pensemos este aniversario, entonces, como algo
contra-fáctico, como aquello que pudo ser y no fue. Clarín (Domingo 29/3/2020)
acaba de publicar que conforme a cifras del INDEC los argentinos tenemos casi
cuatrocientos mil millones de dólares en el exterior,  incluyendo las reservas del BCRA y de los
bancos, de los cuales trescientos treinta y cinco mil trescientos setenta y
siete millones de dólares, pertenecen a los particulares.
De no haberse producido los hechos de fines del 2001 y 2002
en adelante, un peso seguiría valiendo un dólar, el sistema financiero local
tendría ahorros suficientes para todas las actividades económicas nacionales a
costos comparables a los de Chile, Paraguay, Brasil o, incluso, Canadá,
Australia y los países del sudeste asiático. La continua refinanciación de la
deuda pública argentina no sería un problema y lo que es más importante hoy, la
Argentina contaría con reservas estratégicas de todo orden, económico,
financiero, sanitario, de infraestructura, de defensa y seguridad, como para
enfrentar la pandemia actual como lo 
hacen los países desarrollador sin temer, como ahora, por su propia
subsistencia después que pasen los efectos de esta terrible enfermedad.
Ese es el aniversario que, lamentablemente, no estamos en
condiciones de festejar hoy.































 

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