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Sociedad DIÓCESIS DE LA RIOJA

Ser catequista en La Rioja

Se visibilizó el trabajo de la Iglesia Virgen de Luján, Parroquia Resurrección Del Señor, donde se conoció a la catequista Silvia Cabrera, quien con su dulzura y cercanía vive esta vocación con gran alegría y entusiasmo desde hace más 28 años.
Agrandar imagen La noble y silenciona tarea de la catequesis.
La noble y silenciona tarea de la catequesis.

Cada 21 de agosto, la Iglesia celebra el día del Catequista, en conmemoración del Papa Pío X, Santo quien tuvo actuación decisiva a favor de la catequesis e hizo posible entre otras cosas que los niños se acerquen a los sacramentos a edad temprana.

En la diócesis de La Rioja hay muchos y muchas catequistas que merecen que los recordemos con un corazón agradecido, ya que fueron ellos quienes nos impulsaron y acompañaron en nuestros primeros pasos del camino de la fe.

En esta ocasión, desde la página oficial de la Diócesis se visibilizó el trabajo de la Iglesia Virgen de Luján, Parroquia Resurrección Del Señor, donde se conoció a la catequista Silvia Cabrera (60 años), quien con su dulzura y cercanía vive esta vocación con gran alegría y entusiasmo desde hace más 28 años. Mirando su recorrido, Silvia compartió que empezó la Catequesis en la preparación para la Comunión de sus hijas. “Terminando la catequesis de la menor, Florencia, recibí la invitación de dos mujeres muy generosas, que seguro están con Dios: Chula Atencio y Pocha Martínez. Ellas eran las catequistas en ese momento. Primero dije, no tengo tiempo (por mi trabajo en la docencia, la casa y la familia) a lo que Pocha me dice: ¿cómo que no tienes tiempo? ¿Cómo tuviste tiempo para la catequesis de tus hijas y no faltaste nunca y ahora dices que no lo tienes? Después pensando un rato respondí: Si. me voy a sumar.

“Cuando me sumé me presentaron ante el Padre Praolini y él se rio cuando me vio, porque nos conocíamos de hace tiempo por el vínculo con la familia, por mi esposo que era catequista en la Iglesia virgen del Valle cuando pertenecía a nuestra parroquia. El padre me preguntó: ¿Te vas a quedar? Y le dije: si, me voy a quedar. Me sentí muy acompañada por las catequistas y por él”, indicó. “Compartí con las catequistas hasta que fallecieron y como era una de las más grandes del grupo tuve que rearmarlo y fue entonces cuando me dije: tengo que dar todo lo que he recibido como la generosidad y la apertura. Y así comenzaron a sumarse muchas personas”, agregó-

“Actualmente, sigo con otro grupo junto con Eduardo Farías y con varios jóvenes de confirmación, sobre todo con un joven del grupo, Ismael, del cual aprendí mucho. Es un joven que entusiasma a los demás, tanto jóvenes como adultos. Con el aprendí a jugar en la catequesis y ahí fue cuando dije: la catequesis es jugar. Ver a Ismael las dinámicas que proponía, aprendí mucho, me gusta trabajar con los jóvenes”, aseveró.

“No quiero hablar tan solo de mí, porque yo soy con mi comunidad, como voy hablar de mi sin hablar de los otros y hablar del lugar donde se recibe tanto amor y alegría. Y ser catequista es esto: vivir con alegría y esperanza siempre. Acompañando, dejarse acompañar y estar abierto a aprender en el lugar donde se vivencia el amor de la familia y la comunidad”, destacó.

Anécdotas con el Padre Praolini

“Agradezco a Dios el cruzarme con personas maravillosas y sacerdotes visionarios como el Padre Enri que cuando una vez cuando nos invitó a una misión a la periferia en plena siesta y yo le dije: yo creo que después ya no voy a volver por el horario de la siesta. Y el responde tiernamente: hay que salir cuando la gente te necesita, no cuando vos quieras salir. Me gusta mucho el servicio, el vínculo que siguió durante la pandemia, aprendí también a estar cerca de los chicos y de la familia que nos esperaba en ese momento siempre respetando sus tiempos con la virtualidad de sus tareas escolares”, aportó.

“Cada año es un gran desafío con las familias y con el contexto que se está viviendo. El/la catequista debe tenerles paciencia, escucharlos con cariño y acompañarlos con el silencio. Me tocaron cosas fuertes, personas con situaciones difíciles, con tratamientos o con problemas judiciales. Entonces la catequesis es difícil. No solo hay que tener preparación sino hay que resignificar los sentidos. Que el otro te sienta tan cercano en la mirada, la postura, en el movimiento de manos hasta en la sonrisa”, subrayó.

“Los encuentros de catequesis no son clases y los niños lo tienen claro. Acá venimos a encontramos para compartir con Jesús cada uno a su ritmo. Hay chicos que dicen: ¡ya quiero recibirlo Jesús! y me contradigo diciéndome: quien soy yo para decirle que hay que esperar hasta 2do año. Y ahí le digo a Jesús: estamos haciendo las cosas bien”, se emocionó.

“De a poco vamos acompañando a las familias que este proceso no termina con la primera comunión si no ellos tienen que seguir acompañando a sus hijos en el camino de la fe”. sentenció.

“Cuando mi hija Florencia fallece en el 2015, estaba a su lado en una habitación y ahí rezábamos. Los 50 rosarios que tuvo el grupo de catequesis de ese año los hizo ella, a pesar de que ya se hacía sus tratamientos oncológicos, ella los hacía”, detalló.

“Cuando rezábamos el rosario, yo en silencio ella lo tenía en la mano; ella me mira y me dice: Mamá, pedí a la Virgen lo mismo que yo. Y le dije: sí. Yo estoy pidiéndole a la Virgen. Desde la libertad y el amor lo entendí que ella se volvía a la casa del Padre, agradecida del tiempo que la tuve conmigo felizmente. Y Candela (su otra hija) fallece a los tres meses. Ella me mandó a decir con el médico cuando entró al quirófano: me dice su hija que pase lo que pase, ella va a estar bien”, determinó.

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