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1591 Cultura + Espectáculos LECTURAS

Reconstrucción de una memoria

Una reseña para el libro "Ulapes. Si escuchas una voz", del escritor riojano Nerio Tello.
Cecilia Pagani

Por Cecilia Pagani

“Ulapes. Si escuchas una voz” rescata historias y anécdotas familiares y de diferentes personajes del pueblo, todas muy emotivas y conmovedoras, narradas con una prosa plena de imágenes y metáforas luminosas, de citas literarias y reflexiones filosóficas indispensables para la reconstrucción de la memoria familiar, como así también de la memoria colectiva. Y digo esto no sólo porque la obra recrea esos recuerdos tan caros para su familia y sus amigos, sino que también asistimos a la reconstrucción de una memoria de suma importancia para los pobladores de Ulapes en particular y para los riojanos en general.

En ellas conocemos al hombre de carne y hueso: hijo, hermano, padre de familia, amigo y al mismo tiempo al hombre público: al escritor. A lo largo de estos textos asistimos a un diálogo constante con otros autores que conforman su biblioteca: Borges, Pessoa, Galeano, Moyano o Gatica. Y es que la literatura lleva a la literatura.

“Ulapes. Si escuchas una voz” es un libro que ubicaríamos en el género biográfico, específicamente autobiográfico. Casi como si fueran memorias. ¿Por qué lo ubicamos en esta caracterización? Hay una intencionalidad de reconstruir los hechos del pasado y esto se hace desde un “yo” confesional que realiza una lectura e interpretación de los mismos desde su particular punto de vista. Es así que estos hechos son referidos desde una doble mirada. Se evocan, se recrean vivencias con una perspectiva libre y subjetiva. Y es el mismo autor quien lo explicita: “Estas historias no son verdaderas. O sí. Tienen la verdad de lo que se construye con la palabra”.

Las memorias cuentan un pasado donde el “yo” sufre un desdoblamiento: el “yo” de un hombre maduro que confiesa que ha vivido una vida de gran intensidad, observa y habla sobre un “yo” joven, ambos pertenecen a un mismo sujeto biológico, pero no a un mismo sujeto emocional. Asistimos a este desdoblamiento porque al recrear los hechos contados su autor no se limita a referirlos simplemente como una sumatoria de evocaciones espontáneas, sino que al contrario analiza e interpreta estos hechos narrados y sus circunstancias desde la perspectiva que le ha dado la madurez y el paso del tiempo. “A los ocho años yo vivía como todos, sólo por vivir. Ese día empecé a ser un poco hombre, a cultivar la decepción, a saborear el abandono. Nadie se merece, siento, la intemperancia de crecer.”

Un “yo” juvenil frente a un “yo” maduro y reflexivo, que ahora se detiene a narrar. Y juntos, los dos son convocados a este juego, a esta aventura que supone la escritura. Entre ambos algunas veces puede darse una tensión y aun un choque. Otras, ese yo adulto ve el pasado con ternura y nostalgia, lo evalúa, lo resume. Al mismo tiempo el yo juvenil se hace oír y ver. El yo adulto reflexiona sobre los años pasados, sobre los triunfos personales, pero también sobre las derrotas. Sobre el amor, sobre la amistad. Sobre sus pasiones y sus dolores de una manera no exenta de melancolía.

“Aquí estoy, latiendo en el rescoldo, siendo brasas y a veces ceniza”.

LOS PERSONAJES Y SUS HISTORIAS

Varias de estas historias narradas son descarnadas, brutales y develan una realidad violenta en sus diferentes formas: la entrega de una niñita por parte de una madre justamente porque “es niña y es buenita” es la historia de María Luz; la soledad frente al destino irremediable la de El Curcuncho; la apropiación de una mujer La China por parte de dos hombres que la ven sólo como una paridora y como un botín; el Bataráz en El hijo a quién su hermano le regala uno de sus niños porque él no pudo tener ninguno y cuando con tanta ternura lo abraza no encuentra las palabras para expresar el amor que le nace y piensa que se debe a haber sido un chambón en la escuela. Su Pedro Berón y sus tragedias. Sus muertes.

OTROS RELATOS

Intercalados entre estos relatos aparecen fragmentos de otras historias y de la historia del propio narrador: “retazos de algo, un retal que, aunque pequeño da idea de un todo”, se inscriben en el libro con una grafía distinta, en letra cursiva. Expresan un marcado tono intimista y fuertemente confesional. Develan la niñez como ese lugar al que siempre se vuelve, que “se antoja como felicidad, antes, mucho antes, de aprender a pronunciar esa palabra”. Ahí, en ese territorio sucede también la pérdida de la inocencia: el descubrir que un hombre puede matar a otro hombre; la iniciación sexual a muy temprana edad junto a Zulma; el dolor ante el no saber qué fue de sus compañeros de escuela: de un niño flaco que se llamaba Hugo; de otro que olía a ovejas; de Ángel de quien sabría después que fue a Malvinas, pero del que ignora si volvió.

Las historias de estos chicos son historias “debidas”, sin duda. Narrar a partir de pocos datos implica contar una historia mayor que se irá construyéndose en la cabeza del lector. Las historias que conforman “Ulapes. Si escuchas una voz” nos interpelan como lectores, nos dejan desgarrados. Nos hacen ver eso que no queremos ver. Sin embargo, son contadas con cierta piedad hacia sus personajes. El narrador no justifica sus acciones, no los exime de culpa, tampoco los juzga. Ellos no son virtuosos, ni heroicos en un sentido épico, tampoco tienen que serlo. Y quizás sólo buscan ser “comprendidos” de algún modo, aún en su miseria humana.

“ULAPES. SI ESCUCHAS UNA VOZ”, POR NERIO TELLO

“En realidad a mí las historias se me imponen. Me vienen las historias y tengo la necesidad de contarlas; no tomo en consideración si está bien, si está mal, si esto que hizo tal o cual persona corresponde, no corresponde. No lo juzgo desde nuestra civilización correcta políticamente. Las cosas se hacen, están en la vida, están ahí. A mí me parece que ellos y nosotros, todos, somos víctimas de algo, víctimas de la vida, y hay que tomar decisiones todo el tiempo, lo que pasa es que hay decisiones que son tremendas, dramáticas. Son personajes sometidos a situaciones muy extremas, donde está muchas veces en juego la vida. Yo no puedo corregir eso, no lo puedo mejorar ni empeorar, es así. Trato de contarlo tratando de ser de ser solidario fundamentalmente con la persona en su condición de víctima, pero no saco conclusiones”.

Nerio Tello
Nerio Tello

“Yo no soy una persona que haga un plan de escritura. Yo escribo simplemente. Después trato de corregirme, organizarme y buscarle un sentido, un orden, a todo eso. Tenía necesidad de contar y empecé contando una sola cosa, después me apareció otra, después me apareció otra y después empezó una pulsión de hacer más y más cosas. Es más, terminé de escribir el libro y escribí dos historias más, o tres. En realidad, cuando terminé el libro escribí la historia de la mudanza, que no la había escrito y para mí había sido muy fuerte dejar el lugar, aunque lo cuento con una especie de alegría porque como niño estaba alegre de irme a otro lugar que me decían que era maravilloso. Y mi madre lloraba, y yo decía: “¿Por qué llorás si el lugar es maravilloso?” Lo que yo no me daba cuenta, por ejemplo, es que estaba dejando al perro en el pueblo”.

“Recuperé a ese niño al poner en palabras cosas que estaban en mi cabeza y en mi sentimiento y en cosas incluso que había reflexionado mucho de mi vida, acerca por ejemplo de mi padre que era un buen hombre, pero un hombre riguroso, autoritario, ‘las cosas son así’, como eran muchos padres en esos tiempos. De alguna manera cuando escribí el libro lo que hice fue también disculpar a mi padre, porque cada uno hacía lo que puede, uno mismo como padre hace lo que puede. A mí me fascina la mitología griega, y pienso que todos tenemos una Ítaca donde soñamos volver; es la utopía de alguna manera, la infancia, es un mundo ideal en algunas cosas pero no tan ideal en otras”.

EN TAPA - POR FACUNDO TELLO

Vemos el dibujo de un niño sentado sobre una piedra, juega con una rama o escribe sobre una calle de tierra. Y mira hacia algún lugar. Lejos. Quizás otea el porvenir. Podríamos imaginar que ese niño es el Nerio aquel que salió de Ulapes y que como el legendario Ulises partió en un viaje tan intenso como arriesgado, que debió enfrentarse con furiosos lestrigones, que no dejó de soñar ni de ensoñar a su Ítaca natal. Que regresó para recuperarla en su escritura.

MEMORIA Y PALABRA

CON UNA INFANCIA TRANSCURRIDA EN EL INTERIOR PROFUNDO DE LA RIOJA, EL AUTOR MIXTURA LA MEMORIA Y LA PALABRA PARA NOMBRAR LA ÍNTIMA HUMANIDAD DE GENTES DE OTRA ÉPOCA EN UN PUEBLO APARTADO DE LAS GRANDES CIUDADES. INOCENCIA Y TERNURA, AMOR FAMILIAR Y AMISTADES, HABITAN MUCHAS DE ESTAS PÁGINAS, PERO TAMBIÉN: IDENTIDADES INDEFINIDAS, MUERTE Y VIOLENCIA, ORFANDADES NATURALIZADAS Y ABANDONO, DESAMPARO Y POBREZA. EL AMOR A ULAPES, ESE PUEBLO A VECES DIÁFANO COMO LA BRISA FRESCA DE LA SIERRA Y OTRAS VECES TURBIO COMO EL TERROSO ZONDA, SUSURRA HISTORIAS QUE PARECEN HABER QUEDADO ATRAPADAS EN UN TIEMPO MÍTICO: “...EL PUEBLO ES EL QUE ME CUENTA A MÍ, Y YO LO DEJO SALIR (..) UN PUEBLO QUE ME ILAMA Y ME SUELTA, QUE ME DESCONOCE Y EN EL QUE ME RECONOZCO, A VECES”. SIN JUZGAR NI ETIQUETAR, EL NARRADOR NOS PERMITE ATISBAR SUS PERSONAJES Y ESCENARIOS, PARA ASOMBRARNOS, SONREÍR, DOLERNOS U HORRORIZARNOS CON ELLOS Y SU ENTORNO.

MARCELA MERCADO LUNA (LAMPALAGUA EDICIONES)

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