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Sociedad Por Sergio Pikholtz, Presidente de la Organización Sionista Argentina

Del mal absoluto a la redención

La idea del mal absoluto sólo tiene una forma de la materialización a través de la historia de la humanidad y esa forma es la Shoá, un sistema de muerte destinado a hacer desaparecer de la faz de la Tierra a los judíos.

En el camino también hubo otros colectivos tristemente hermanados, lo que suma a la calificación del fenómeno como un suceso singular y único no asimilable a ninguna otra matanza previa o posterior, tanto por su magnitud en muertes como por el ensañamiento puesto de manifiesto por los nazis.   

No en vano los cultores de la judeofobia en la actualidad comparan cualquier cosa con la Shoá en un claro intento de banalizar el tema, sino también inculpando a los judíos o al único país del mundo, el Estado de Israel, de hacer lo mismo que nos hicieron a nosotros lo cual constituye además de una mentira  un aberrante acto de antisemitismo.

Todos sabemos de estas cosas, leemos cada año notas y artículos al respecto, y a veces surge la pregunta sobre cómo pudo pasar que 6 millones de judíos terminaran finalmente en los hornos y las fosas comunes, pero poco se sabe de las historias de rebelión en los campos y los guetos de la Europa ocupada que existió, y muy fuerte.

Hoy recordamos a los caídos, a todos los que murieron sólo por ser judíos y también a los que sobrevivieron, porque cada uno que pudo contar esta tragedia fue un soldado de la resistencia por sí mismo.

Me quiero detener en uno en particular, en alguien que vivió una vida de película hasta alcanzar la redención no sólo para él y sus familiares exterminados en Polonia, sino para la nación judía en su conjunto: el ingeniero Félix Zandman Z"L.

Zandman nació en Polonia en 1928 y en 1941 con sólo 14 años fue encerrado en el gueto de Grodno junto a su familia. Casi todos murieron enfermos o asesinados por los nazis mientras él y su tío Sender Freydowicz fueron escondidos por la polaca Anna Puchalsky, quien había servido como ama de llaves a los Zandman antes de la guerra.    

Durante un año y medio vieron ocultos en un sótano de menos de tres metros cuadrados y un metro de altura junto a otros tres judíos, comiendo sólo una vez por día una pieza de pan, que se repartía con singular inteligencia: el pan lo cortaba todos los días alguien distinto y quien lo hacía recibía la última porción, de esta manera todos se aseguraban de cortar lo más exacto posible sin generar rencores.

En el sótano Félix aprendió matemáticas, física y trigonometría avanzadas incansablemente, hasta que un día los nazis tomaron por completo todas las casa de la ciudad y tuvo que huír por su vida escondiéndose en los bosques hasta que algunos meses después los soviéticos avanzaron sobre la ocupación nazi.

En 1946 pudo emigrar a Francia donde 10 años después se recibía de ingeniero en la Sorbona de París, y partía rumbo a USA en busca de su destino.

En sus largas noches de estudio Félix se planteaba un problema, y le buscaba la solución, a veces eran cuestiones menores, otras de importancia y precisamente en estos desvelos cambió su vida: descubrió la forma de resolver la alta concentración de calor que inutilizaba los conductores eléctricos en forma prematura inventando un microconductor que hizo millonaria a su compañía, Industrias Vishay, que se llamaba así en recuerdo del pueblo donde había nacido su abuela.

Vishay se instaló en Israel y en varios países del mundo donde adquirió otras compañías a medida que crecía en desarrollos y patentes. Felix armó una linda familia, se reencontró en Polonia con los Puchalsky que lo habían escondido de los nazis, se convirtió en un gran colaborador de Yad Vashem (Museo del Holocausto de Jerusalén) y encontró su redención final en la Alemania que había engendrado al monstruo.

Los asesores de Vishay vieron con interés la compra de la compañía germana AEG Telefunken que en ese momento atravesaba una crisis financiera fenomenal. Zandman mismo se involucró en las negociaciones que llegaron felíz término en 1998. 

Podría haber sido una nueva adquisición, un interesante negocio sin relevancia mayor si no fuera por la historia: Telefunken fue fundada en 1922 por la Emil Rathenau y su hijo Walter que llegó a convertirse en ministro de Relaciones Exteriores resultó asesinado por extremistas nacionalistas.

Los nazis en la década del 30 expropiaron la compañía y la convirtieron en parte de la maquinaria diabólica y de propaganda, un verdadero emblema del régimen.

Ese símbolo del Reich que duraría mil años es el que finalmente compró el judío Zandman, que al firmar el contrato se puso de pie, sacó de su bolsillo una kipá para cubrír su cabeza y rezó una breve oración de alabanza y agradecimiento al Creador: Gracias D´s por permitirme vivír este momento. El ya anciano Feliz Zandman de Grodno, que pasó por un sótano y creó un imperio, un hombre práctico que no era especialmente observante ni religioso, elevó su cabeza y rezó, recordando a su familia y a su tío Sender.

Esta es la historia de la redención judía que nos sobrepone al dolor infinito.

Félix Zandman, ea su memoria bendita, murió en Philadelfia en 2011. 

Sabrán  disculpar los lectores, me tomo permiso para dejar de escribir y emocionarme en soledad una vez más, como cada vez que recuerdo a Félix Zandman.   

   

  

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