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Espectáculos

Soledad Aquino, íntima: "Pensé que me moría, Mica y Cande rezaban como locas pidiendo que no me llevaran los tatas"

A un año de su trasplante de hígado, habla con Teleshow de la única manera que sabe: a corazón abierto. Su exitosa recuperación, las enseñanzas que le quedaron, la relación con sus hijas, el agradecimiento a Marcelo Tinelli y Guillermina Valdés. Pero

El 10 de junio de 2021 Soledad Aquino volvió a nacer. Ese día recibido un trasplante de hígado, una intervención que duró más de seis horas y en el cual debió afrontar dos paros cardíacos y varias complicaciones. Hoy, la madre de Micaela y Candelaria Tinelli celebra cada minuto de sus días como una bendición.

A horas de viajar a México para acompañar a su hija mayor, quien vive en el país azteca con su novio futbolista, Licha López, Soledad nos recibe en la intimidad de su casa en San Isidro, en pleno armado de valijas y preparativos. Al ingresar a su hogar, se escucha un "¡Hola!", pero quien saluda no es la expareja de Marcelo Tinelli sino Perico, su loro, quien convive junto a tres perros y dos gatos, una mini fauna que acompaña a Aquino, más allá del amor de su familiares y amigos.

Soledad recibe a Teleshow en un ambiente cargado de armonía, metafísica, retratos familiares, objetos esotéricos, guitarras y muebles vintage. Con una energía que contagia, sorprende con su excelente recuperación. En una charla distendida y a corazón abierto, se definirá como una mujer normal, sincera y con una sensibilidad especial. Recordará cómo fueron las horas más duras que debió enfrentar. Y contará que, casi como un acto de rebeldía, nunca dejó de maquillarse ni producirse, aun estando internada.

¿Quién es Soledad Aquino?

—Una mujer normal. Muy que amo a todo el mundo, que soy muy abierta. Súper sincera. Súper sencilla. No doy vueltas. No pienso en qué te puedo sacar. Es como que mis relaciones son por olfato. Siento la vibra en la gente. Una gran sensibilidad, que tuve toda mi vida.

—¿Ser sincera le trajo problemas?

—No, nunca. Porque sé cómo decir las cosas.

—¿Cómo?

—Desde el amor. Yo les digo a mis hijas que el corazón es como un músculo: si vos no lo ejercitás, no va a tener nunca volumen. Si no usás el corazón, se opaca y pasa al materialismo, porque es una balanza de equilibrio. Corazón o materia. Alma o materia. Son opuestos.

—¿En qué momento de su vida se encuentra hoy?

—Valorando mucho la vida, cada cosa, cada momento. Disfruto con más intensidad. Más llena de corazón, más grande. No sé cómo te puedo explicar... Estoy pasando un rato con Mica y estoy contentísima en eso. ¿Qué más puedo pedir que eso? Lo vivo como algo sobrenatural, con la sensibilidad a flor de piel.

—¿Cómo se vive luego de recibir un trasplante?

—Se vive con mucha alegría. Me costaba caminar al principio. Ponele: no entraba al gimnasio, que tengo abajo, subía las escaleras a dos por hora. Pesaba 49 kilos, estaba medio medio, pero estaba feliz. Feliz de estar en casa. No sabés, era una gloria, después de un año de no ver tu casa, tus cosas, vivir en un cuarto todo blanco y frío, aunque las chicas me llevaron una Virgen, me llevaron esa fuente de agua... Pero no es lo mismo que tu casa.

—¿Qué aprendió de esa experiencia tan delicada?

—Esto: valorar la vida, ante todo. Vos sabés que tuve muchísima fuerza. Muchísima. Sin fuerza ni amor no vas para ningún lado. Aprendí un montón: no me pierdo una salida con amigas, estoy a tiro para hacer de todo.

—¿Cómo se enteró de que tenía que recibir un trasplante?

—Hace mucho tiempo vengo con el hígado mal. Antes la hepatitis C no se curaba, pero ahora hay un medicamento para limpiar el virus. Otra cosa que aprendí después de internarme es que si te querés trasplantar o te tenés que trasplantar con el virus adentro es imposible, porque te vuelve a jorobar el hígado nuevo. Entonces es indispensable.

—¿Qué síntomas tenía?

—Cada tanto, dolores de estómago. Ataques de hígado. Y uno dice: "Es normal, tengo ataque de hígado, me tomo algo y ya está". Pero yo me clavaba un chocolate una noche y al día siguiente no me podía levantar. Mirá que soy híper dietética, híper sana, pero así y todo es un virus que te va comiendo el hígado. Es una realidad.

—¿Recuerda cuando le dijeron: "Soledad hay que hacerle un trasplante"?

—Perfecto.

—¿Cómo fue ese día?

—Aparecieron los doctores Aballay e Inbertazza, que los adoro, dos genios, y tuve que firmar un trasplante. Mientras esperaba, estaba pum para arriba: iba al gimnasio, comía bárbaro (me hacían comer a propósito). Cuando me dijeron que ya estaba el hígado, tuve que armar el bolso al instante, pero estaba tan relajada que no me daba cuenta de todo lo que venía. Entonces, bueno, ahí me dio como miedo y alegría a la vez, porque me tocaba.

—¿Tuvo miedo?

—Millones de veces. Mucho miedo. Mi síntesis del año: mucho miedo y mucho dolor. El dolor de cuerpo fue fatal. No es para estar en contra de un trasplante porque cuando hay que hacerlo, hay que hacerlo; pero es duro. Me lo suponía más fácil. Ya salí de anestesias, de los partos, de una pierna que se me infectó una vez. Pero la más dura fue esta.

—¿En algún momento pensó: "Esta no la cuento"?

—Sí, pensé que me moría. Aunque fueron muy pocos momentos, porque tenía mucha fe.

—Cuando pensó que se iba a morir, ¿cuáles fueron las imágenes que se le vinieron a la cabeza o qué le preocupaba?

—Estar lejos de las chicas. Soñaba, por la morfina, que venían papá y mamá a buscarme. Mica se armó un santuario y me mandaba fotos. Y Cande estaba preocupada. Rezaban como locas pidiendo que no me llevaran los tatas.

A un año del trasplante, ¿cómo es su vida hoy?

—Estoy feliz, feliz. Y aparte, no sé si por tener un hígado joven, me siento como nueva. Con pilas para todo. Estoy proyectando con amigas un laburo. Una salida para divertirme, para pasarla bien y que me viene bien económicamente. Se te abre como un campo distinto. Como dice una amiga mía, maestra en yoga: como estuve en planos diferentes se te abren otras aperturas de la vida. Por eso tengo sueños muy premonitorios.

—Cuando salió de la operación, cuando despertó de la anestesia, ¿qué fue lo primero que vio o pensó?

—Creo que vi a las chicas. Salí con un montón de drenajes. Con sonda. Menos mal que no con traqueotomía. Pero sonda por todos lados. Me alimentaban después por acá, que fue un horror tragar comida. Ni siquiera sentís algo en el estómago. Sentís dolor de panza, es lo único.

—Fue muy emotivo cuando sus hijas, en las redes, pedían por su salud. Uno, sin conocerla, se preocupaba por usted, porque se la veía muy frágil, se le veía mal de verdad.

—Sí, todos los días salía algo distinto. Me tuvieron que poner otra válvula. Cuando venían los cuatro médicos, yo decía: "¿Ahora qué viene?". Todo el día tomografías de contraste. De todo. Biopsias. Entonces, vivía anestesiada. Vivía en ambulancia, de acá para allá. Después, la parte psiquiátrica: mantenerte en orden, equilibrada. Porque, desde ya, viviendo en un cuarto todo el día enchufada, con estudios, sacadas de sangre todas las mañanas, estás todo el tiempo siendo agredida.

¿Cuándo sintió que volvía a ser la Soledad de antes?

—Acá. Cuando llegué.

—¿Cómo fue ese día? ¿lo recuerda?

—Patente. Vino a buscarme mi hermano Gonzalo, el mayor; me vestí, él me ayudó a hacer los bolsos. Caminaba mal, con bastón. Entonces salí por la puerta y me fui al ascensor con el bastón, directo, mientras Gonzalo se quedó con los bolsos saludando a las enfermeras. Yo me rajé. Estaba el ascensor abierto, me subí y me olvidé de Gonzalo. Me dieron la libertad. Es increíble ese día. Cuando llegué acá agarré un sahumerio y vapuleé toda la casa. Como yo soy metafísica, o como me dicen las chicas, la bruja, empecé a limpiar caminando con el bastón. Pero me dio una paz increíble llegar acá.

—Paz para usted y también para su familia.

—Mal.

¿Cómo es su relación con sus hijas? Vemos en su casa retratos de ellas cuando eran unas nenas y ahora ya son mujeres.

—Mi relación con ellas es única.

—¿Qué recuerda de su infancia hasta hoy? ¿Cuáles fueron los momentos bisagras como mamá?

—Y... la crianza es lo más. Yo por suerte pude ocuparme a full de ellas. Todo es lo más. Cuando empezaron a caminar. No sé, es puro amor. Después, las fiestas de fin de año, las excursiones, acompañarlas a hockey, a tenis, a natación. Disfruté mucho acompañarla a Mica con su crecimiento en la moda, Ginebra. Me encantaba ir a todos los eventos. Y con Cande, disfruté mucho la equitación. Desde los 15 años empezó, yo la empujé a eso y fue su pasión. Torneos, cucardas que ganaba. Me levantaba a las seis de la mañana, pero no me perdía un torneo. Fue una etapa re linda de Cande. Perdón, también el arte: hasta la grabé pintando un cuadro. Es una guacha que tiene arte en todo. En todo las acompaño. Y ellas también a mí.

—¿Qué extraña de ellas?

—Extraño que sean chicas. Extraño estar con ellas mucho más. Y a la vez me encanta porque te vas acostumbrando a este progreso, a que viajen solas. Antes estaba arriba de todo, ahora ya no. No digo que no servís sino, ponele, Candelaria esta mañana me mandó un tema que acababa de grabar en España. Me mandó cantado el tema. La conexión es permanente, aunque viajen.

—Hijas de un hombre famoso, vivieron siempre expuestas. ¿Cómo las guió para que no se la creyeran y cómo vive el reconocimiento de ambas hoy?

—Lo vivo perfecto. A ellas las prevenía de todo. Son rehumildes y perfil bajo. No están boludeando por el medio ni nada. Tampoco les gustan mucho las notas, que eso me encanta a mí. No son mediáticas, y no son expuestas ni nada. ¿Y cómo lo viví? Con normalidad, porque ellas lo viven con normalidad ya. Como también lo viví yo. Siendo ex de… era insoportable. Me perseguían por todos lados. Pero bueno, te acostumbrás.

—¿Le afecta que critiquen a sus hijas en las redes?

—Sí, a Cande sobre todo, me molesta. A una persona le he contestado. Y yo cuando pongo fotos de las chicas también me han mandado cosas y las contesto muy elegantemente: que les vaya bárbaro en el infierno. Soy muy corta.

—¿A sus hijas les molestan las críticas? ¿Alguna vez sintió que las afectó?

—Cande dice que no. Se sabe defender bien y con bondad, con amorosidad, no es que agrede a alguien cuando la agreden. Como que da una enseñanza. No se pone a la par de la persona envidiosa o mala onda.

—Y Micaela parece de más bajo perfil, ¿puede ser?

—Sí, puede ser. Es más tímida y no le importa. Expone su marca nada más.

—¿Nunca las sintió vulnerables?

—No. Muy firmes en todo. Las veo muy seguras. Muy plantadas. En su momento le tuve miedo a que las amigas las traicionen, a que los novios las usen. Tuve el miedo lógico por ser dos chicas expuestas. Y creo que influencié bastante por la zurda, como digo yo.

¿Cómo se proyecta como abuela?

—Yo me veo bárbara, bárbara.

—¿Pero sus hijas quieren ser madres?

—Y... Mica, por ejemplo, viaja mucho, y es como que dice que si ya con dos perros es un quilombo, cómo haría con un bebé. Y yo le digo la posta: "Nada, te adaptás. Es un placer. Si le das esa dimensión a los perros, con un hijo te vas a volver loca".

—¿Micaela tiene ganas de ser mamá?

—Sí, ella sí. Cande no tanto, pero también. Cande está ahora en España con Coti (Sorokin, su novio), lo sigue a todos lados. Entonces son muy viajadas, muy libres.

—Micaela está viviendo en México. ¿Cómo le cayó la noticia de que se iba a vivir allá?

—Lloré una semana sin parar.

—¿Cómo se lo contó?

—Un día me dijo: "Mamá me voy a México. Lo destinaron a Licha y me voy". Yo no caía. Pero el destino era Arabia o México. Dije: "Bueno, mejor México que Arabia. Te vas a sentir en otro planeta". Lo bueno que tiene es que, por la empresa, todavía no dejó el departamento, y va y viene.

—¿La ve instalada en México?

—No la veo. Mica es muy sociable. Las dos son muy sociables. Sus amigas, sus eventos, va para acá, va para allá. Sale. Allá no es lo mismo. Tiene una amiga argentina que no sé si se vuelve este año, que es un amor, que es como ella, de la misma edad, está casada con un jugador. Y bueno, se lleva bárbaro. Vive en un condominio tremendo donde hay muchos argentinos y tenés todo, hasta supermercado. De ahí no se mueven mucho porque es medio peligrosa la ciudad.

Soledad Aquino y su visión sobre la actualidad

—¿Cómo ve a la Argentina de hoy?

—Súper triste. Estoy muy triste. Mirá, cuando yo estudiaba museología en el Cabildo de Buenos Aires uno de los paseos que más me encantaba era ir a Casa Rosada a visitar el Museo de los Presidentes. Me encantaba ver a Illia, creo que, desde Cisneros, todos eran unos cuadros preciosos, y yo decía: "Esta gente hizo historia, y ahora, ¿quiénes van a estar? ¿Les harán un pabellón de los héroes en Devoto?". Siento que no los puedo ver. Con esas caras de bofe. Esto que te digo de mi sensibilidad, caras de malos. En lugar de aportar a la Argentina, yo que soy tradicionalista, de toda mi vida, vengo de familia de patricios, amo, me emociono con la bandera, todos nuestros presidentes vinieron a hacer, hicieron, no sacaron, no deshicieron. Estas son personas que tienen ego, narcisismo y es todo para ellos. La última vez que la vi a Cristina fue en Harvard, con alumnos condecorados, y hablando como si fuera profesora de Harvard, diciendo barbaridades a los chicos, hasta criticándolos. Yo decía: "Esta mujer se tiene que callar la boca". Ya te digo, van a estar en un pabellón histórico o de Freddy Krueger, bueno, todos los personajes de terror para mí van a estar ahí.

—Habló de Cristina. ¿Cómo la ve como vicepresidenta?

—Me parece una mala persona en todo sentido. Una zarpada. Que ya te digo, va a estar en un panteón de las películas de terror.

—¿Y Alberto Fernández?

—Vuela por todo el mundo como si fuera el rey de España. Son ridículos. ¿No ven en la calle la miseria que hay? Nunca vi un gobierno que tenga tantas manifestaciones. Viven cortando todo. ¿No se dan cuenta estos dos que la gente los odia?

—Falta un año para las elecciones: ¿siente que la sociedad va a elegir un cambio?

—Ojalá. Y de verdad: ojalá.

—¿Sus hijas evalúan irse?

—Ellas y todas sus amigas, mi sobrina de 21; todos se quieren rajar. No sienten que están en un lugar donde hay fundamentos, donde hay bases para hacer sus cosas. Los chicos sienten que estudian al pedo. Yo te digo porque me muevo con gente joven, sobrinas, amigas de las chicas: sienten que no están en su lugar. Si no hay identidad, te sentís en el aire.

Algo personal

¿Cuál fue el día más lindo de su vida?

—Los nacimientos de mis hijas. Estás como en un goce total.

—¿Y el más desesperante?

—Esto que acabo de vivir.

—¿Cómo sigue su vida ahora?

—Estoy queriendo hacer de vuelta flamenco, que es lo mío, lo que sé manejar. Pero bueno, estamos tanteando. Mi socio es relacionista público de varios lugares de comida. Entonces la idea es incorporar de vuelta algo de arte. Lo estamos hablando, viendo, porque yo ya no me expongo más a que me usen. Ya basta. Si lo armo, lo armo bien.

—Cuando dice que está harta de que la usen, ¿a qué se refiere?

—Y... qué sé yo. En un tablado, por decirte, no facturamos tanto. Yo quedaba en el aire. Y yo, creyéndomela. Me la creía en serio. La verdad: una inocente total. Pero ya no me lo hace más nadie.

—¿Cómo está de amores?

—Vengo tranquila, con muchos pretendientes, pero tranquila.

—¿Cómo es en una relación?

—Tengo muchos grupos. Viste que todo el mundo se quiere volver a ver (después de la pandemia), entonces vamos a un lugar de solos y solas a bailar. Lindos lugares, que va mucha gente. Yo hablo de cama afuera, una relación de ir al cine, salir a comer. Ya correr atrás de un novio, ni loca. Estoy muy acostumbrada a estar sola. Me gusta la soledad.

—¿Qué es lo que no le gusta de un hombre? ¿Con qué característica lo elimina de una posible relación?

—Que sea antipático. Ser materialista no va: una persona que está pendiente del dinero para mí no existe. Ser muy rutinario, muy… Quiero que sea como yo: libre, de buen humor, que se ría hasta de lo más trágico. Me gustaría alguien con buena energía y onda.

—¿Alguna vez le faltó dinero?

—No. Por suerte no.

—¿Cómo se maneja con el dinero?

—Lo justo. Puedo pagar las cuentas, como digo yo.

—¿De qué siente que tiene necesidad?

—Por ahí de un compañero. Tuve un montón de relaciones, un montón de parejas, pero a lo mejor volverme a enamorar. Y después, fleté a muchos, porque me tomaban como el trofeo de guerra: 'la ex de...'. Y de eso me daba cuenta al vuelo.

—¿Cómo se daba cuenta?

—Tuve un ganso con el que me llevaba bárbaro por WhatsApp, hasta el día que lo conocí, que iba todo bien. Pero me preguntó cómo me llevaba con Marcelo; ahí me las tomé.

—¿Un sueño por cumplir?

—Viajar mucho.

—¿Adónde?

—El lugar que amo, al que ya fui cuatro veces porque fui novia de un gran bailarín, que ahora es un coreógrafo muy importante, es España. Ahí hay cero narcisismo. Las bailarinas son divinas, son normales. Entonces, me gustaría estar en ese ambiente relajado, divertido, anímico. No hay nada como el español.

—Si tuviera que agradecer, ¿a quién lo haría?

—A todos. Pero a mi familia, a mis hijas, a Marce, a Guillermina (Valdés). Los que estaban ahí. Mis hermanos. Y después a todos: a las enfermeras, a los médicos, que tuve los mejores del mundo. Aparte me daban mucho ánimo. Sin eso no podés vivir. Después, a la gente, a las cadenas de oraciones.

—Si le regalan una caja con todas las cosas que perdió en su vida, y tiene la posibilidad de abrirla y recuperar una sola, ¿qué elige?

—A mamá. Ella fue para las chicas como una amiga. Yo le he contado cada cosa a mamá... Era como una amiga. Se murió mamá y me rayé. No sé por qué, y me fui a vivir a Palermo. Una locura. Vendí al toque mi casa. Estaba desgarrada buscando el amor de mis hijas, de lo que me quedaba. Me sentía huérfana. Y después me di cuenta de que las chicas hacían su vida, que las veía igual que viviendo acá y no duré un año, porque salía a la calle y me sentía abrumada del tráfico, la gente. Yo soy de los verdes, del olor a tierra. Si fuera por mí viviría en un campo. Fue mi sueño toda mi vida. Pero bueno. Nada más que a mamá.

Para finalizar. ¿Qué mensaje le daría a la gente que necesita un trasplante?

—Afrontarlo con mucho amor y con mucha fuerza interior. Las oraciones te re ayudan. Rezar mucho te re ayuda. Aparte es decretar que no querés irte. Porque si tomás actitud de enfermo, de enfermedad, de entrega, es lo peor que te puede pasar. Ya está. Fuiste. Yo mandé a buscar maquillajes, mis piedras de cuarzo energéticas. En mi mesa para comer no entraba nada.

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