El gélido de la naturaleza toda parece afincarse en Vinchina, las torcazas se acurrucan en los desnudos sauces golpeados por la crueldad del invierno, todo es silencio que exagera el bramido del viento que se pasea hidalgo por las solitarias calles, nadie aparece, sólo las humeantes chimeneas se elevan al infinito como buscando abrigo.
Los tímpanos revientan ante el mutismo estruendoso y cuando cae el hachazo con un quejido en el palo que espera convertirse en ardiente braza, interrumpe la quietud desesperada.
Un tenue sol abraza la siesta y parece hacer resucitar a la gente que deja el letargo con olor a humo del leño que se consume como el tiempo, tan breve es el tibio como extenso el invierno, de pronto una música surca el espacio compuesta por una bullanguera bandada de loros que se traslada anunciando el ocaso, el cielo limpio, los cerros claros y la luna llena marcan el inicio de una larga noche con frío intenso y el hielo penetrante, será hasta el primer brote de una primavera tardía que haga revivir los espíritus y retemplar el ánimo, en tanto la espera de un renacer a los cálidos días por venir.
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