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Sociedad Día de la madre. Una historia que conmueve

Amor de madre, sacrificio y ejemplo de vida para sus 16 hijos

La de doña Rosa puede ser como la historia de muchos riojanos, hombres y mujeres del interior que han emigrado buscando mejorar su calidad de vida, que pudieron progresar de a poco y formar una gran familia con sus costumbres y tradiciones.

La protagonista de esta historia es Cándida Rosa Salto, quien se convirtió en un ejemplo de vida por superar las adversidades emocionales, económicas, llevar adelante su hogar con una familia muy grande y también por vencer el coronavirus. 

La de ella puede ser como la vida de tantos otros riojanos, hombres y mujeres del interior que decidieron emigrar en busca de mejorar su calidad de vida, de poder progresar de a poco y formar una gran familia con sus costumbres y tradiciones. En febrero del 2020  doña Rosa cumplió sus 80 años de vida; sin embargo, rápidamente llegó la pandemia y en septiembre contrajo Covid-19. A pesar de su diabetes y de estar internada durante 15 días, luchó como una guerrera, logró vencer al virus y fue recibida por los vecinos y familiares con aplausos, como una verdadera heroína.

La mujer que nos convoca en este día especial nació en Santiago del Estero, en Girardet; al ver que en su pueblo no podía progresar viajó a Buenos Aires a trabajar como empleada doméstica. En ese tiempo junto a sus hermanas iba a visitar a un tío que trabajaba en una obra y allí conoció a su marido, un hombre oriundo de La Rioja,  junto a quien decidió vivir en esta provincia y formar una de las familias más numerosas de las que se tengan registro.

A los 21 años, tuvo su primer hijo y con el tiempo se convirtió en mamá de ocho mujeres y ocho varones. No obstante, la vida hizo que Rosa tuviera que afrontar la triste pérdida de dos ellos, uno al nacer y Julio Cesar, que falleció a los 9 meses a causa de una meningitis. La realidad de su familia era muy precaria, vivían en un ranchito de lona, horcones y palos, con una letrina como baño, sin energía eléctrica ni agua potable. 

Con los años pudieron ir haciendo su casita de material con techo de chapa. En esa época  Rosa criaba gallinas y salía a vender verduras junto a su abuela Juana y su tía Elvira. Además, en los centros de salud le donaban cajas de leche y siempre se ayudaban con los vecinos para cocinar, se juntaban en la casa de doña Carmen Gonzáles para hervir camotes, choclos y amasar pan casero. 

Los quehaceres de la casa eran su ocupación, se levantaba al amanecer para alimentar a las gallinas con maíz y se sentaba en su patio a tomar mate bajo la sombra de un gran mistol. Luego realizaba su recorrido por las plantas y al medio día, se internaba en la cocina a preparar la comida. Su especialidad: los guisos. 

Junto a su marido, de manera humilde y con muy pocos recursos llevaron adelante su hogar criando a sus hijos con mucho sacrificio y sobre todo con mucho amor. 

Los hijos crecían y partían del hogar para formar sus propias familias. El tiempo también pasó para Rosa y junto a su compañero de vida fueron envejeciendo hasta que en el año 2014 quedó viuda. 

Actualmente se dedica al cuidado de sus plantas y a criar gallinas en su casa del barrio La Quebrada, donde vive con algunos de sus hijos y nietos. 

Hoy Rosa tiene 59 nietos y 38 bisnietos, y un gran mistol que los ha visto crecer, jugar, compartir el pan, las tristezas y las alegrías, y que en la actualidad sigue siendo el lugar que los cobija.

Colaboración: Yanina Espinosa

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