A medio siglo de su martirio, La Rioja y el país entero recuerdan a un hombre que vivió el Evangelio desde las entrañas del pueblo. Su cercanía con las comunidades campesinas, su defensa de los trabajadores y su denuncia del poder opresor lo convirtieron en blanco de una dictadura que no toleraba voces incómodas. “Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”, como solía decir, Angelelli construyó una iglesia pobre, comprometida y valiente.
El 4 de agosto de 1976, mientras regresaba a La Rioja desde Chamical tras celebrar una misa en honor a dos sacerdotes asesinados semanas antes —Carlos Murias y Gabriel Longueville—, su auto fue embestido por otro vehículo. La dictadura lo presentó como un accidente, pero la historia y la justicia lo registran como lo que fue: un asesinato planificado.
En 2014, tras décadas de lucha de organizaciones sociales, religiosas y de derechos humanos, el ex general Luciano Benjamín Menéndez y el ex comodoro Luis Estrella fueron condenados a cadena perpetua por su responsabilidad en el crimen.
En 2019, el papa Francisco lo proclamó beato, reconociéndolo como mártir de la fe. Su beatificación no solo representó un acto de justicia espiritual, sino también una reafirmación del compromiso de la Iglesia con la verdad, la justicia y los más humildes.
A 49 años del martirio de Enrique Angelelli
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