Esa es, quizá, la mejor definición del cable aéreo que permitió el traslado de oro, plata y cobre –a más de 4.400 metros sobre el nivel del mar en la cordillera de los Andes– desde la mina La Mejicana en el corazón del macizo de Famatina (6.250 metros) hacia la estación ferroviaria de Chilecito, a unos 35 km en línea recta. Desde allí, en un primer momento de la explotación, el mineral aurífero era trasladado al puerto de Rosario rumbo a Europa y, posteriormente, se dirigió a la fundición Santa Florentina.
Inaugurado en 1905, la obra fue financiada por el Estado argentino que contrató a una empresa alemana para promover la explotación de minerales metálicos que, por entonces, estaba mayoritariamente en manos de compañías inglesas. Fue la instalación de su tipo más larga y elevada del mundo. El proceso fue documentado por el ingeniero Max Cooper, que trabajó para los ferrocarriles ingleses y era fotógrafo aficionado. Su álbum es un documento muy valioso.
Todavía hoy impactan los esqueletos de acero que dieron vida al cable aéreo y que son una evidencia de que “la fiebre del oro” se vivió en la Argentina igual que en California (Estados Unidos) al despuntar la centuria anterior.
Los investigadores Arnaldo Vaca, Enrique Orche y Matías Vaca recopilaron la historia en el libro Cable aéreo Chilecito-La Mejicana. Venas de acero en las entrañas del Famatina para poner en consideración de la Unesco la factibilidad de declarar al cable carril (que es monumento histórico nacional desde 1982) como Patrimonio de la Humanidad, un trámite que aún no se realizó.
La explotación minera ya existía antes del cable aéreo, pero se realizaba de manera rudimentaria: el mineral se transportaba a lomo de mulas. La llegada del ferrocarril a Chilecito en 1899 –según se relata en el libro Cable aéreo…– amplió la escala, pero para bajar los metales a lo largo de 3.500 metros de cordillera en condiciones extremas y depositarlos en la estación ferroviaria para su traslado a destino, se necesitaba un sistema rápido y barato.
Se analizaron distintos sistemas de “tranvías aéreos” que unieran, con una línea de cable y en cuatro horas, la boca de la mina con Chilecito. Sería, y lo fue, el mayor del mundo, el más alto y el más largo. Según el investigador Matías Vaca, el cable carril sigue ostentando ese récord ya que los similares que se construyeron posteriormente a mayor altura en otras partes del mundo fueron desmontados.
La obra fue autorizada por Ley N° 4208 en el año 1901 impulsada por el diputado nacional riojano Joaquín V. González. El cable aéreo –que le costó al Estado argentino el equivalente a unos 14 millones de dólares– pretendía beneficiar a todos los yacimientos, pero solo La Mejicana lo utilizó.
El contrato de construcción lo firmó el entonces presidente Julio A. Roca con la empresa alemana Adolf Bleichert & Co, de Leipzig, la más prestigiosa de aquellos tiempos. El sistema se montó en pocos años, entre 1902 y 1905. Los registros históricos, compilados por Vaca (padre e hijo) y Orche, indican que el cable tenía una longitud de 34.328 metros salvando un desnivel de 3.528 metros.
La compañía de capitales ingleses The Famatina Development Corporation, fundada en Londres en 1903, adquirió casi todas las minas de La Mejicana y la fundición Santa Florentina, a la que dotó de hornos y unió al trazado del cable aéreo mediante un ramal. Con el tiempo sería la fundición más importante del país.
El Cable Carril, ingeniería de admiración en Chilecito
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