Sociedad

El origen del Día de las Infancias

El siglo 20 fue denominado a nivel global como el “siglo de los niños”. Tal consideración no fue el resultado de una nueva representación social o de un cambio de paradigma respecto de las infancias, sino la aparición de una multitud de niños, niñas y adolescentes víctimas del más absoluto desamparo como consecuencia de una guerra mundial.

Fue entonces cuando algunos adultos advirtieron la existencia de aquellos huérfanos hambreados, sin hogar, sin escuela y sin futuro. Algo debían hacer, pensaron.
En 1924, redactaron una primera declaración de los Derechos de los Niños. Al año siguiente, propusieron celebrar un día internacional con la esperanza de que la concientización evitara “la repetición del espanto”.

Pero se desató la Segunda Guerra. Apenas asentado el polvo de las bombas, una nueva declaración enumeraba los conocidos derechos de los niños, y en 1954 se oficializó el Día Universal del Niño, cuya fecha sería elegida por cada país.

Argentina se sumó en 1958. El principal promotor fue la Cámara Argentina de la Industria del Juguete; sería en agosto.
Hoy es domingo, es agosto y corresponde conmemorar, verbo que significa “recordar a alguien o algo públicamente”. ¿Lo hacemos?

La costumbre actual es elegir y entregar regalos por el simple hecho de ser niños.

Incluso a muchos adolescentes, algunos con incipiente barba, otras con redondeadas siluetas y todos con reclamos de autonomía.
Diversas organizaciones organizarán fiestas, música y discursos. Y aquellos a quienes les toca transitar el día en una cama de hospital serán visitados por personas a las que nunca olvida.

Sin embargo, el origen del Día del Niño, hoy Día de la Niñez o Día de las Infancias, parece haberse disuelto.
¿Cuál sería un buen obsequio para el millón de niños y niñas que desde hace años intentan dormir sin haber desayunado, almorzado o cenado? Tal vez esperan ser incluidos en el Programa de Asistencia Integral Córdoba (Paicor), creado en 1984 para paliar una situación transitoria, pero que lleva 40 años de acción ininterrumpida, con 365 mil inscriptos actuales.

¿Qué presente honraría a los más de 100 chicos que, según Missing Children Argentina, siguen desaparecidos, 43 de los cuales se perdieron siendo niños y ya son adultos?
Más allá de las desinformativas parodias en torno de un conocido caso, las oscuras redes de secuestro, trata y prostitución infantil siguen constituyendo una hipótesis creíble, a juzgar por los resultados.

¿Qué alegraría a los adolescentes que cada año abandonan el colegio secundario para no regresar? Quizá se ilusionen con el esfuerzo que realizan diversas organizaciones para su reincorporación y de tal modo no quedar definitivamente fuera del sistema.

¿Qué esperan recibir niñas y niños que viven en ambientes de tensión porque sus padres no terminan de resolver si seguirán juntos o se separarán?

Como toda epidemia “puertas adentro”, resulta imposible valorar la cifra de niños expuestos a la incertidumbre, y mucho menos adivinar cuál sería el obsequio apropiado.

El siglo 21 parece reproducir el estrago de una guerra mundial, con (otra) multitud infantil y adolescente que vive en orfandad (muchos, con padres y madres vivos), sufre hambre, ha perdido escuela y su casa no llega a ser un hogar.
Bastaría con que adultos con capacidad y decisión adviertan su presencia y decidan qué hacer.

No redactar otra prolija y bien intencionada declaración internacional, no organizar colectas o repartir limosnas, sino saber qué regalo mejoraría la vida de cada uno, cuando con su sola existencia nos muestran particulares formas de guerras mundiales.

DIA DEL NIÑO

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