Importantes científicos como Facundo Manes, consideran que estamos atravesando una nueva etapa que ya tiene nombre propio: la era de revolución del conocimiento. Esto quiere decir que los contenidos de la educación actual tienen que dar un vuelvo para adaptarse a estos tiempos en que otras ideas y urgencias se van desprendiendo de la zona oscura en que han permanecido por siglos para sorprendernos con cambios de gran importancia que vienen generando un ser humano diferente.
La escuela tiene que adaptar, con decisión su curriculum a lo que se sabe e interesa en la actualidad. A este nuevo ser humano que ya está actuando en el mundo.
En esta desafiante etapa es esencial saber hacia dónde nos dirigimos, qué país queremos tener y qué ciudadanos debemos formar. Es decir deben establecerse, ¿se ha hecho alguna vez que podamos recordar? - los fines de nuestra educación.
Mucho se habla sobre el tema, como si despertáramos a la necesidad, a la verdad elemental de que no podemos seguir peregrinando sin tener bien claro hacia dónde vamos.
¿Y que país queremos? Es una pregunta fundamental que puede y debe convocar a todos los habitantes de esta tierra.
Aportando desde nuestra humilde experiencia diremos que lo que parece urgir es formar ciudadanos decentes, autónomos, responsables, niños y jóvenes, luego transformados en adultos, que sepan que nadie llega desde un mentido cielo- sea en la escuela o en la sociedad- para solucionarnos los problemas, como aprobar materias en la etapa escolar o darnos casa y comida en otra. Es el sujeto, cada uno de nosotros, el que debe hacer por sí, consciente de que su vida es una construcción que debe empezar por conocerse, preguntarse quién es y qué quiere llegar a ser según los dones y talentos recibidos y acompañar con el esfuerzo, la voluntad de crecer y edificar en sí mismo, en cada yo, el hombre digno que debe llegar a ser.
Hoy se sabe que es necesario, urgente que cada ciudadano se supere partiendo, teniendo conciencia de que su felicidad futura depende de cómo se construya, superando el control de sus niveles primarios de vida y puesta su mirada en los más altos ideales.
Podríamos enumerar largamente las cualidades del futuro hombre argentino, el ideal a que tiene que arribar la nueva educación, que, esto es muy importante, debe ser una oportunidad igualadora para todos.
Una vez que la ciudadanía lo tenga claro habrá que dirigir los planes educativos hacia ellos acompañando con la maestría docente, los estudios e investigaciones, los esfuerzos, la voluntad de todos los protagonistas del hecho educativo, incluyendo la familia y los mismos alumnos, hacia ellos.
Para empezar necesitamos docentes convencidos de su alta misión, docentes que tengan vocación auténtica, que hayan elegido su carrera porque, realmente, en el abanico amplísimo de posibilidades humanas de estudio, los llame- apasione es la palabra- la preparación para actuar acorde a estas nuevas necesidades.
Mucho se insiste hoy, en que no somos un país en desarrollo porque no sabemos qué queremos, no tenemos un proyecto, porque no hemos puesto como necesario valor agregado el conocimiento sino la economía sin entender que no generaremos una sólida riqueza si no actuamos, los ciudadanos, los más posibles, con mayor capacidad de discernimiento, más desarrollo de la inteligencia, con la capacidad que da el desarrollo de la capacidad reflexiva puesta al servicio de saber más.
"Los argentinos tenemos problemas con el desarrollo del lóbulo frontal y no somos conscientes de ese problema- nos transmite Facundo Manes, y si no reconocemos ese mal, no podemos sanarnos ni actuar en propio beneficio".
¿Hacia dónde vamos como país? ¿Qué ser humano debe formar la educación? Insistamos en la pregunta.
(*) Escritora. Ejerció la docencia durante cuatro décadas. Se retiró de las aulas en 1995 y ya ha publicado 20 libros.
Hacia una nueva educación
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