Opinión

Janucá y la corrupción

Contemos la historia. El Emperador seléucida Antíoco Epífanes había echado un ojo sobre Judea. Sin embargo, todavía no podía conquistarla. Necesitaba ayuda, una quinta columna que le dé una mano para lograr sus propósitos. Dos hermanos judíos, Menelao y Onías, eran aspirantes al cargo de Cohen Gadol (Sumo Sacerdote del Gran Templo de Jerusalén). Menelao fue elegido para el cargo, bajo la mirada atenta y rencorosa de Onías. Ansiaba el cargo y tuvo una idea: entregar Jerusalén a Antíoco Epífanes a cambio de que, una vez que el Imperio seléucida ingresara al Templo, lo nombraran como Gran Sacerdote.
Onías se corrompió en la búsqueda del poder. Estuvo dispuesto a vender su dignidad con tal de alcanzar un cargo de liderazgo que no merecía. En sus ansias de honor, atropelló los derechos legítimos de aquellos a quienes debía proteger de la tiranía.
Si hacemos un salto en la historia, veremos algo todavía más sorprendente: luego de que los judíos lograron derrotar a los invasores seléucidas y restaurar su soberanía, los mismos héroes que realizaron esa hazaña se corrompieron. Hablamos de los Macabeos, quienes habían librado una serie de batallas desiguales contra la imposición de la cultura extranjera. Al poco tiempo, la misma dinastía fundada por los Macabeos, los Asmoneos, estaba tan empantanada en la corrupción como Onías: despilfarraba las riquezas del país, usurpaba cargos que no le correspondía, se enfrascaba en intrigas palaciegas y hacía negocios ilegítimos con Roma.
¿Acaso esta actitud de corrupción, de poder que emborracha a quien lo ostenta, no tiene un correlato con nuestra realidad? ¿No deberíamos estar alertas para que la corrupción no llegue también a nuestras vidas?
Cuando los líderes de una sociedad se corrompen, el declive social es inevitable. Cuando se rompen los vínculos que unen a los miembros de la población en la búsqueda de objetivos comunes y cada uno busca su propio beneficio, entonces llegamos a la misma situación que Judea antes y después de los sucesos de Janucá: la opresión de la mayoría por parte de sus gobernantes, preocupados por su ganancia personal.
Lo que festejamos los judíos en Janucá es que logramos sobreponernos - aunque sea por un tiempo - a esas tendencias y nos pudimos vincular para buscar objetivos comunes. ¿Podremos los seres humanos del siglo XXI hoy empezar a encaminarnos por ese sendero o seguiremos empantanados en la corrupción?

Autor: 89737|
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