Opinión

La pandemia que nos cambió la vida y nos desfiguró el rostro


Hace ya 6 meses (a fines de diciembre, mientras todos
organizábamos la reunión familiar para recibir el año 2020) En los diferentes
medios de comunicación se informaba que las autoridades sanitarias de una
ciudad del centro de China llamada Wuhan, comenzaban a encender una alarma por
muchos casos de neumonía, de los cuales un alto porcentaje terminaban en
terapia intensiva y muchos de ellos fallecían sin encontrarse al agente
etiológico responsable.
Lo curioso era que a muchos de estos pacientes se los relacionaba
con haber estado en un mercado mayorista del sur de esa ciudad. No se sabía qué
lo provocaba, pero sí se sabía que la mayoría de estos pacientes tenían un
común denominador; un Síndrome Respiratorio agudo severo (SARS) similar al
aparecido en el 2002, que fue provocado por un tipo de coronavirus, y otro que
aparece en el 2013, pero como los casos se dieron en medio oriente se llamó
Síndrome Respiratorio Agudo del Medio Oriente (MERS). Teniendo en cuenta este
antecedente recién el 7 de enero del 2020 se pudo identificar al nuevo
coronavirus responsable de estos cuadros y cuyo huéspedes intermediarios se
mencionan al murciélago y al pangolín, pero que 
ahora  pasa de persona a persona
con un alto grado de contagio.
En tan solo 2 meses ya había 150 mil casos y cerca de 6000
muertos en casi todo el mundo y observábamos desde lejos como esa parte del
hemisferio empezaba a cambiar su rutina. En poco tiempo, las palabras
"cuarentena" y "coronavirus" empezaron a ser las más usadas y escuchadas.
El 3 de marzo se confirma lo que no queríamos o veíamos muy
lejano, el primer caso de coronavirus en Argentina. Hoy este microscópico
dañino pasó a ser el centro de nuestras vidas, algo inimaginable. Por lo que
tuvimos que adaptarnos a situaciones 
inesperadas  que todavía nos
cuesta creer.  De un día para el otro
Docentes, Niños y Adolescentes quedaron sin escuelas, adaptándose a un nuevo
"sistema online", cambiando drásticamente sus rutinas, alejados de sus amigos y
compañeros y en similar situación, los alumnos Universitarios con mucha
incertidumbre por su futuro académico. Los abrazos y besos pasaron a ser algo
extraño, el apretón de mano se remplaza por un frio choque de codo (algo que
resulta hasta ridículo de verlo) y las reuniones familiares o de amistades pasaron
de ser reales a ser virtuales. En este contexto, un niño que nace no podrá ver
a sus abuelos y tal vez, demore el control pediátrico. Una persona que muere no
podrá ser despedida por sus familiares y amigos.
 Cambiamos hábitos al
salir y entrar a la casa, con horarios reducidos. Hasta cambiamos el rostro
debido al uso del barbijo o tapaboca que parece desfigurarnos y que provoca esa
rara situación en donde alguien nos saluda y dudamos de quién se trata. Tuvimos
que ocultar lo más importante que tenemos en la comunicación, nuestras
expresiones.
Este virus trajo comportamientos ambivalentes hacia los
profesionales de la salud, por un lado, los aplausos y por otro, los piedrazos
y hasta paranoicas amenazas.  Los
comerciantes se hicieron expertos en ventas on-line; muchas empresas
descubrieron que es más fácil organizar un trabajo desde la casa (algo que ya
se venía pensando desde antes de la pandemia y se hacía lentamente, hoy se está
acelerando). Pero en contra partida a los avances tecnológicos en estos temas,
el impacto económico está siendo desbastador. Esta minúscula partícula, no solo
dañó la salud de muchos, sino que está trayendo una grave recesión,
desocupación, pérdidas millonarias en empresas de transporte y turismo como
pocas veces se vio.
Hubo increíbles cambios institucionales; es la primera vez
que la cámara de diputados sesiona al horario establecido porque todos deberían
estar puntuales en sus pantallas.
Debido al aislamiento de las personas hasta la naturaleza
cambió; dejamos de intervenir en la misma y gracias a ello, aparecieron peces
donde antes no había y se vieron las estrellas en lugares donde el cielo estaba
tapado.
Los shopping, teatros y cines parecen formar parte de un
recuerdo y tenemos que formar filas interminables manteniendo una distancia,
que no todos la cumplen, para ingresar a algún comercio habilitado o a alguna
otra institución.



















 Cuesta creer este
cambio en nuestras vidas, que lamentablemente parece una pesadilla de la que
quiero ya despertar.

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