1591 Cultura + Espectáculos

La poesía como cicatriz luminosa

Por entre los pliegues de la imagen, en el borde entre la herida y la palabra, Silvia Rodríguez escribe su poesía. Su obra se ha forjado en la confluencia entre una memoria íntima que insiste y una mirada lúcida sobre el presente. Ambas, con sus violencias, sus residuos y sus intersticios de ternura. A lo largo de su trayectoria, ha elaborado una poética tan visceral como reflexiva, capaz de recoger la tradición sin subordinarse a ella, y de anclar el lenguaje en lo concreto sin renunciar a lo visionario. Es a partir de allí que su nombre se ha consolidado como una de las voces poéticas más singulares de su generación, y que su escritura ha sido reconocida en diversos certámenes nacionales e internacionales, e incluida en antologías que exploran las nuevas escrituras poéticas del ámbito hispano.
No obstante, no hay en su obra una voluntad de pertenencia generacional: Silvia Rodríguez escribe desde un lugar otro, donde el lenguaje se convierte en acto físico, donde cada poema funciona como un artefacto de memoria. Por caso, en “La desnuda raíz de la rosa”, galardonado con el Premio Pedro García Cabrera 2024, esa poética alcanza uno de sus puntos más altos. El libro es un recorrido por estancias reales e imaginarias, por habitaciones donde los objetos tienen latido y las imágenes, peso propio. El yo poético se desliza entre las grietas del tiempo y la materia, entre lo simbólico y lo doméstico, para alumbrar un lenguaje que respira y sangra en partes iguales.
En su universo literario conviven las rosas de Pedro Flores, los versos afilados de Blanca Varela, la sombra densa de (César) Vallejo, la música interna de (Alejandra) Pizarnik (entre otros y otras), con quienes establece un diálogo irreverente: los cita, los subvierte, los interpela. Ocurre que su poesía no busca refugio en la tradición, sino que la perfora para hacerla latir en este presente. Así, su obra se convierte en un territorio híbrido, donde lo literario convive con lo cotidiano, y donde lo sagrado de la metáfora se mezcla con lo tangible, con lo que está al alcance de la mano. Y su palabra, su decir, ese que comparte en esta entrevista con 1591 Cultura+Espectáculos, sostiene todo ese universo en el que la poesía, sin mapas ni fórmulas, traza el recorrido.
¿CÓMO ESTÁS ATRAVESANDO ESTE MOMENTO DE SALIR CON UN LIBRO NUEVO, CON TODO LO QUE ESTO SIGNIFICA, Y TENIENDO EN CUENTA ADEMÁS QUE RECIBIÓ EL PREMIO DE POESÍA PEDRO GARCÍA CABRERA 2024?
Pues mira, estoy contenta; el premio ha supuesto una alegría, al igual que la publicación de un poemario muy bien editado, porque son muy cuidadosos en la Fundación (Caja Canarias). Disfruto de tener este libro, aunque tú sabes que la suerte de los libros nunca está prevista, nunca se sabe qué va a pasar cuando ya está publicado.
DE TODAS FORMAS, NO ES TU PRIMER LIBRO, TENÉS UNA AMPLIA EXPERIENCIA, UNA TRAYECTORIA IMPORTANTÍSIMA, AÚN CUANDO CADA LIBRO TIENE SUS PARTICULARIDADES...
Este libro es un intento de aproximación a la experiencia de la belleza, a la imaginación íntima a través de diferentes elementos como la lluvia, las cosas, los planetas, los muebles, los objetos. La rosa es un signo universal en la literatura, no solo en la poesía, sino en la narrativa y justo me acordé de un relato que me impactó cuando lo leí hace muchísimos años, de Gabriel García Márquez, que es ‘El rastro de tu sangre en la nieve’, en el que la protagonista se pinchaba con la rosa e iba goteando la sangre en la nieve desde Madrid a París, donde muere desangrada. Son elementos muy poéticos la sangre, la rosa. Y también es verdad que cuando era chica, la primera vez que cogí una rosa y me pinché me quedé... no entendía cómo algo tan bello podía hacer daño, podía lastimar. Luego, a lo largo de la vida, vas entendiendo la metáfora de la rosa. Cuando eres chica te pinchas y sangras, pero no entiendes todavía la vida. No es que la entienda ahora ni mucho menos, pero sí sé lo que significa la metáfora ahora, cuando era chica no. El sentido del libro es exaltar la figura del poeta, la necesidad de la existencia del poeta, la necesidad de la existencia de la poesía en sí misma, y hay rosas en el libro, hay rosas en otro satélite, hay una rosa empapada en cerveza, que es un verso de Pedro Flores, hay alguna que otra rosa por ahí. El libro transcurre por ese leitmotiv universal que a toda la poesía en general la engancha como una malla, ese símbolo, y cuando leí el poema de Blanca Varela (‘A rose is a rose’) que está transcrito en el libro después de la cita, me pareció que ese poema era como explicar qué hace la rosa en toda la poesía hasta el día de hoy; me pareció un poema genial.
LO NOMBRABAS A GARCÍA MÁRQUEZ Y EN EL LIBRO ABRÍS UN PACTO ESTÉTICO QUE INCLUYE A OTROS AUTORES COMO VARELA, PEDRO FLORES, NERUDA, PIZARNIK, ETC., ¿CÓMO SE GENERA LA CONVERSACIÓN, QUÉ LUGAR OCUPA CON ESTOS NOMBRES PARA FINALMENTE DECIDIR TRASLADARLOS A ESTE LIBRO?
Bueno, empecé a leer poesía cuando estaba en el Instituto, con 16 años. Nos hicieron leer y estudiar a (Federico García) Lorca y a Rubén Darío. En Lorca estaba ‘La oración a la rosa’ y en Rubén Darío ‘La rosa niña’. Esos fueron mis primeros contactos con la poesía y además con esos poemas que incluían el leitmotiv de la rosa. Luego llegué a (Charles) Baudelaire, a (Stéphane) Mallarmé, a los franceses, a los latinoamericanos, a (Pablo) Neruda sobre todo, porque era el poeta más traducido, y por eso el más universal, porque hay tantos poetas que están al mismo nivel que Neruda, pero como no han sido traducidos, pues quedan en su país y nadie luego conoce su obra. Luego también llegó el turno de Emily Dickinson que también tiene poemas sobre rosas, y sobre todo ‘Nadie conoce esta pequeña rosa’.... Y luego, claro, cuando Pedro (Flores) se llevó el premio de poesía Miguel Hernández, pues uno de los poemas de ese libro habla de ‘Un rumano que vende rosas’, es muy bonito, contemporáneo, rabiosamente actual. Pero si tú te pones a observar, es que hay tanto sobre las rosas; es un mundo, como digo en ‘El satélite de las rosas’, que a ese poema lo escribí por eso, porque creo que ha sido una inspiración para grandes artistas, no solamente poetas. ¡Es que la rosa está metida en todos los sitios! Y tú me preguntabas en realidad qué relación tenía yo con todos los autores que mencionabas: yo creo que alguien que no lee difícilmente puede profundizar en su propia escritura, en su propia voz. Y creo que eso es lo interesante de la cosa: encontrar en un escenario muy grande dónde te conectas tú. Es una larga aventura cuando empiezas a hacer, y sigue la aventura porque nunca estamos duchos en nada, y en realidad no sabemos nada y como decía (Jorge Luis) Borges: ‘escribir un poema es ensayar una magia menor’, que es una cita de él que me encanta. Por eso digo que yo, desde mi punto de vista más creativo y lo que he desarrollado hasta ahora, nada tengo agarrado, todo se me escapa. No tengo una teoría, no tengo una seguridad, intento hacer cosas que me permitan salirme de lo que hice anteriormente, o sea, del último libro, meterme en otro que no tenga nada que ver, arriesgarme lo que puedo con el lenguaje, con los campos semánticos, para intentar como cualquier otro poeta dar un ángulo nuevo, o asomar a alguien a otra forma de ver lo que estamos viendo, llamarlo de otro modo.
ESTO QUE DECÍS DE QUE “TODO SE TE ESCAPA”, NO DEJA DE SER ENTONCES UN BUEN PUNTO DE PARTIDA, EN DEFINITIVA... MÁS ALLÁ DE LAS LECTURAS Y DE PROFUNDIZAR EN TU ESCRITURA, TU POESÍA ESTÁ ATRAVESADA POR UNA MIRADA MUY FEROZ, MUY POTENTE DE LO COTIDIANO, DE LAS CUESTIONES QUE APARECEN EN EL DÍA A DÍA. ¿SENTÍS QUE EXISTE O QUE PUEDE EXISTIR BELLEZA EN LO DOMÉSTICO, EN LO BANAL, O EN LO QUE HASTA PODRÍA SER DESECHADO EN ALGÚN MOMENTO?
Sí; como hablamos antes, intento aproximarme a esa belleza experimentada, que puede ser la experimentada a un nivel muy privado, muy íntimo, que puede ser la experimentada a través del recuerdo de los espacios, de los objetos, también de las pequeñas cosas y también de las cosas, vamos a decir, no tan bellas o que manifiestan cierta fealdad, pero que las recoges para hacer algo distinto de lo que muestran. Encontrar la belleza en lo cruento, en lo que no nos gusta, en lo que no nos seduce.
HACIENDO UNA LECTURA NO SOLO DE ESTE LIBRO, SINO DE TU POESÍA EN GENERAL HAY MUCHOS VERSOS QUE REMITEN NO SÓLO A LO COTIDIANO, SINO TAMBIÉN A LO QUE TIENE QUE VER CON UNA INFANCIA DESBORDADA DE SÍMBOLOS, INCLUSO ALGUNOS APARECEN TAMBIÉN EN “LA DESNUDA RAÍZ DE LA ROSA”. ¿QUÉ PAPEL JUEGA JUSTAMENTE TU INFANCIA, TOMÁNDOLA COMO PUNTO DE PARTIDA, EN TU RECORRIDO HACIA ESTA ESCRITURA POÉTICA?
Creo que la infancia es un refugio que tenemos y en ocasiones un tesoro que también podemos perder no solo por la edad, sino por cosas que nos pasen de pequeños, que de repente nos hacen madurar, aunque no me gusta la palabra madurar, prefiero decir que nos hacen crecer de manera forzosa, sin querer, de una forma involuntaria, y quizás un poco me pasó eso: me puse muy mala con 11 años, y creo que ahí algo pasó con que me vi, quizás, un poco lastrada como niña, como persona con sus ilusiones, sus sueños y me pusieron en un escenario hiperrealista. Entonces a la infancia la tengo siempre ahí muy presente; la infancia antes de que me pasara todo ese percance fuerte. Y luego, siempre sin darme cuenta, aparece con objetos de cuando era pequeña, incluso aparece con pequeños cuentos que me contaba mi padre, aparece con cómo era mi madre en ese momento, o mi hermano, o algún objeto familiar: un tocadiscos, la biblioteca. Pues todo eso siempre camina en mi poesía, pero es algo inconsciente, es algo que me sale de una forma natural, no lo busco.
IMAGINO QUE DEBE SER MUY INTERSANTE TODO ESO A LO LARGO DEL PROCESO...
Sí, también pienso que de alguna forma siempre he mantenido esa inocencia, el no sonrojarme por tener cosas de niña también en la poesía. No me causa ningún rubor tirar de la niña esa, y también es que me sale natural, pero no me sonroja, soy una auténtica inmadura en ese aspecto (risas).
EN TU POESÍA SI BIEN EXISTE ESTA CUESTIÓN DE LA INFANCIA, TAMBIÉN APARECE CON MUCHA POTENCIA LA MIRADA QUE EVIDENCIA TU SENSIBILIDAD RESPECTO DE LO SOCIAL, DE LO QUE TE RODEA Y QUE TAMBIÉN TE CONMUEVE, ¿CREÉS, DESDE TU LUGAR DE POETA, QUE LA POESÍA PUEDE O DEBE DECIR ALGO MÁS SOBRE LO QUE NOS DUELE SOCIALMENTE?
Desde mi punto de vista la poesía tiene que estar libre, no sujeta a dogmas. En cuanto tu quieras escribir sobre un tema, digamos, de algo que está pasando en el mundo que no te gusta, pues saldrá porque saldrá. Ya sea de una forma explícita o abstracta, o descifrable o no descifrada, pero que se sabe de lo que estamos hablando. Prefiero no condicionar mi creatividad. Por poner un ejemplo: tengo que escribir para que quede claro en mi poesía que soy feminista, y para mí la postura feminista es escribir poesía, en este sentido, pero no estoy obligada a hablar de feminismo, a hablar de política, a hablar de guerras. Si me preguntas mi posicionamiento sobre esto o aquello, lo diré, fuera o dentro de la poesía. Creo que la buena poesía se defiende sola y tiene que ir suelta.

UNA FORMA DE BELLEZA
Una de las marcas más potentes de la escritura de Silvia Rodríguez es el uso de una sintaxis móvil, casi musical: sus poemas se expanden y se contraen como si respiraran, con un ritmo que exige ser escuchado en voz alta. El lenguaje no se acomoda: se tensa, se rompe, se desborda. La segunda persona, tan presente en su poesía, construye una figura espectral y múltiple: un tú que es recuerdo, espejo, herida y complicidad. Esa ambigüedad suma una capa de complejidad a su propuesta: la poeta nunca escribe sola, su voz siempre rebota en otra que observa, que interpela, que acusa o consuela.
Además, en su obra se percibe una conciencia política y social que nunca se impone, pero que lo atraviesa todo. La de Silvia Rodríguez es una poesía alerta: habla de niñas que comen flores, de cuerpos urbanos que se oxidan en el tedio, de las marcas que deja el sistema en los gestos más íntimos. Hay en ella una voluntad de no ceder a la indiferencia, de observar el mundo sin maquillarlo, y de encontrar -en ese mismo barro- una forma de belleza que no renuncia a su filo.
HAY EN TU POESÍA, HACIENDO UNA LECTURA QUE LLAMA MUCHO LA ATENCIÓN, ALGO QUE SUENA COMO QUE EXISTE UNA SEGUNDA PERSONA CONSTANTE QUE APARECE, UN INTERLOCUTOR QUE PUEDE SER UN RECUERDO, UNA SOMBRA, O LO QUE SEA, ¿EXISTE ESE OTRO TÚ CON EL QUE INTERACTÚAS Y QUE VA APARECIENDO EN EL LIBRO? ¿HAY UNA INTERACCIÓN CON ALGUIEN MÁS QUE ESTÁ DENTRO DE TI?
Pues, yo creo que hay varias interacciones personales que no tienen que ser explicadas tampoco, y creo que en ocasiones son bastante obvias. Si es verdad también que aparte de eso, desde que perdí a mi padre hace diez años ya, de alguna forma lo traslado a mi escritura porque creo que en el fondo es una forma de que esté vivo, de que esté latente, pero creo que de una forma también bastante sutil, especialmente en este libro. La verdad es que este libro es el número doce, que es un número bonito, y he trabajado en esta cosa de agarrar la belleza inexplicable, íntima con otra persona, con el amor, si quieres también, si queremos entenderlo así, con el amor, con mi admiración y mi fascinación por la poesía, a través de poetas, como dijimos antes, y también de todas las lecturas que vamos sumando, que nos van inspirando, que nos van llenando de imágenes, de diferentes perspectivas estéticas. Todo eso vas llevándolo, vas llevando todo ese corpus imaginativo y al final, algún pozo queda siempre en tu creatividad, no sabes muy bien qué, ni por qué, ni cómo, pero ahí está de alguna forma, igual que está tu propia experiencia, tu propia mirada, poemas de otros, obras pictóricas de otros, fotografías, cine; todo eso es una gran malla donde estamos metidos y obviamente nos influye a la hora de escribir, de expresarnos. Es muy importante para mí, muy importante, el significado de las palabras, como la palabra libertad, que está tan manida, por desgracia. Me interesa mucho la imaginación en la expresión escrita, cierto nihilismo que pienso que es imposible separarse de él. Miguel de Unamuno decía: ‘los que no sueñan no viven’. También este libro creo que tiene ese ensueño, ese momento entre que estás despierto y dormido. Ese ‘en medio’ que sale también en muchos poemas, esa dualidad de la vigilia y el sueño, la frontera, pues ahí, porque es donde también nos quedamos un poco hipnotizados y vemos las cosas de otra manera.
¿Y CÓMO JUEGA EN TODO ESTO QUE ME ESTÁS CONTANDO, TU PARTICULAR SONORIDAD, EL RITMO QUE LE DAS AL LENGUAJE? HAY MOMENTOS DE MUY FUERTE CONSCIENCIA METAPOÉTICA, ¿CÓMO TRABAJÁS CON TODO ESO QUE PODRÍA PARECER UN MONTÓN PARA LLEVARLO A UNA POESÍA Y EN QUÉ PUNTO SENTÍS QUE DE ALGUNA FORMA COMIENZA UN POEMA?
Es una cosa bastante compleja. Creo que cuando empezamos a escribir algo nuevo, el primer poema es condicionante, igual que si tienes un título ya pensado, porque el primer poema te lleva a los demás. Si tú no escribes el primer poema, no vas al segundo. No es que tengas que tener la idea del libro, tienes que tener la idea de cómo empezar, con qué empezar. Y también eso es la magia de la poesía, de un libro: que un poema te lleva al otro. Quizás si no hubieses escrito el primero no te lleva al segundo, y así hasta el final. Porque tú dices: ‘¿Cómo buscas el ritmo, la música de un poema?’... Yo creo que eso surge de la voz del poeta o de la poeta. Pero creo que una de las cosas que vamos encontrando poco a poco, con muchísimo trabajo, aparte de nuestra propia voz, es nuestro propio pegamento. Es cómo pega, cómo vas pegando las palabras con tu pegamento. Y eso es lo que creo que hay que conseguir: ese pegamento, ese ritmo en el que tú lees el poema y cuando lo acabas dices: ‘Uf, esto tengo que cambiarlo, esto no es para nada mi rollo, mi música, mi pegamento’. Y entonces empiezas a transformar lo que hiciste en primera instancia para convertirlo en algo más tuyo, más trabajado, que al final es lenguaje. La poesía es lenguaje, la transformación del lenguaje, y si ese lenguaje es tuyo mejor. Es como un idioma, como... no sé, cuando tú entiendes a alguien por sus propias palabras y es como su idioma, pues cuando alguien escribe también lo hace en su propio idioma, mezclando palabras. Es una búsqueda personal.
SIN EMBARGO, YA NOS DIJISTE QUE NO TENÉS RESPUESTAS, NI FÓRMULAS...
No. Yo te puedo hablar de mi último libro que es lo que tengo más reciente, pero conozco gente que escribe poesía y que se sabe todo desde su primer libro hasta el último, y sabe por qué lo ha hecho y por qué no lo ha hecho y por qué ha cambiado. Pues yo no tengo un por qué. Cuando empiezo a escribir algo es porque tengo un impulso, algo que me empuja a empezar a escribir, que ha podido ser una convicción de querer encontrar algo, o anteriormente, por ejemplo, cuando estuve en un viaje en Ecuador, que escribí ‘Departamento en Quito’, pero al final son elementos que encuentras, pretextos distintos para escribir de lo mismo. También decía Borges que ‘la literatura es escribir sobre literatura de literatura’...
DE TODAS FORMAS, HAY UNA ESPECIE DE CONSTANTE, SI SE QUIERE, Y QUE ES TAMBIÉN UNA PREGUNTA PARA HACERTE, ¿CÓMO ESTABLECÉS, SI ES QUE LO HACÉS DE MANERA CONSCIENTE, ESA ARTICULACIÓN ENTRE LA TENSIÓN QUE SUPONE LO TERRENAL Y LO VISIONARIO, O LO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DE LO TERRENAL?
No tengo ni idea (risas). Yo me pongo a escribir y tengo claro que quiero hacer un poema que tengo en la cabeza, pero ni sé cómo voy a empezar. No tengo las cosas claras ni soy, digamos, una creadora con un mapa sobre la mesa, sino que me dejo llevar y luego intento revisar, corregir eso que te digo, buscar mi propio pegamento entre las palabras, y si no lo encuentro, trato de encontrarlo y pegarlo así, como pienso que debo. Igual, no estoy en el pensamiento correcto, ni en el modus operandi correcto, ni nada, porque igual no tengo modus operandi (risas).
EN FUNCIÓN DE ESO, ¿QUÉ SIGNIFICA PARA VOS EL HECHO DE QUE TU POESÍA TENGA EL RECONOCIMIENTO QUE TUVO A LO LARGO DE TU RECORRIDO COMO AUTORA Y EN ESTE LIBRO EN PARTICULAR?
Yo estoy muy feliz con el premio, pero han premiado un libro. Al final pienso que los jurados son subjetivos, hay muchos, muchísimos trabajos y alguna vez tienes la suerte, la carambola, en mi caso. No digo en otros, porque son poetas de mucha altura. Pero no lo veo como un reconocimiento y además algo que no puedo entender, es cuando alguien dice: ‘Ya estoy consagrado’. Es que estoy en las antípodas de ese sentimiento, de esa palabra, igual que del reconocimiento. Pienso que lo que me pasa ahora es que como llegó este premio, tengo que estar más fuerte con el trabajo, dedicarle más tiempo y eso me genera una responsabilidad extra, pero como la alegría es superior, hay que seguir.
Y EN ESTE PUNTO, CON ESTE PREMIO, ¿ESTABLECÉS ALGÚN DIÁLOGO CON TUS OBRAS ANTERIORES? ¿MIRÁS HACIA ATRÁS? ¿SENTÍS QUE PUEDE HABER UNA CONTINUIDAD, QUE PUEDE HABER RUPTURAS? ¿HACÉS UN REPASO DEL RECORRIDO?
En este momento... en casi ningún momento hago eso, ¿sabes? Cuando ya estoy en este libro, estoy en este libro, intentando también entender y comprender muchas cosas que cuando vuelves a leer los libros según de quién, y luego también los tuyos propios, ves cosas diferentes o que te llegan de una forma diferente por la metapoética, por lo que se nos escapa, pero pienso que hay algunos libros con los que te sigues identificando mejor y otros con los que ya no, y te preguntás ‘¿por qué escribí esto?’ Ahora con el último estoy bien, porque es reciente, estoy contenta. ‘Marabulla’ es un libro con el que me identifico perfectamente porque significó mucho para mí ese primer premio que fue internacional, que fue como conecté con la editorial argentina Palabrava. Luego te vas del libro porque ya no te identificas, porque ya quieres hacer otra cosa, pero bueno, están ahí y te han llevado a... Pero sí creo que siempre hay una conexión, al igual que ocurre con los poemas, que uno te lleva a otro, pues un libro te lleva a otro. Se trata de aprender siempre, de querer ser siempre una estudiante en este aspecto de escribir poesía, de pensar que no he rebasado ninguna barrera, sino que estoy siempre atrás, atrás de la barrera. No he alcanzado ningún objetivo, estoy siempre atrás. Y lo que quiero es hacer cosas nuevas, pero es difícil encontrar esto que te digo del leitmotiv, algo que sea un concepto para trabajar durante meses, es difícil de encontrar para mí; no soy muy prolífica, últimamente un poco más porque tengo más tiempo, pero no soy muy prolífica. ¿Qué decía Jean Cocteau?, decía que ‘la vocación no es una carrera’, y es exactamente así. Es un aprendizaje, una experiencia.

ALGO QUE ARDE, ALGO QUE CAMBIA
En “La desnuda raíz de la rosa”, hay un paisaje que aparece como trasfondo, pero que no se impone como localismo, sino que se transforma en una topografía universal donde lo desechado adquiere brillo, y donde lo marginal se convierte en símbolo. Rodríguez convierte la rosa en un objeto roto, imperfecto, pero vivo. Y ese gesto poético la distingue: no hay complacencia, hay mirada. No hay consuelo, hay lenguaje.
Con una obra que transita con naturalidad del lirismo a la crítica, del cuerpo al símbolo, del dolor a la lucidez, la poeta se consolida definitivamente como una autora imprescindible para entender hacia dónde va la poesía escrita hoy por mujeres en lengua española. Su escritura es prueba de que aún hay voces capaces de resistir la velocidad, el algoritmo, el silencio institucional, y que en el centro de la rosa -incluso cuando ya se ha caído el último pétalo- puede quedar todavía algo que arde.
ENTENDIENDO QUE ESTÁS EN UN MOMENTO ESPECIAL, PARTICULAR, ¿QUÉ TE MOVILIZA HOY A SEGUIR ESCRIBIENDO? ¿QUÉ EXPERIENCIAS TE ESTÁN INTERPELANDO? ¿QUÉ TE MOVILIZA A BUSCAR EL TRABAJO CON LA PALABRA?
Ahora te tengo que decir que sufro, obviamente, por lo que está pasando en el mundo, especialmente desde de la pandemia. Sufro por lo que está pasando en mi país, porque hay muchos intereses que desconocemos y otros que conocemos perfectamente y que están haciendo tambalear muchos fundamentos, muchos derechos ya luchados, adquiridos, normalizados, y sabemos que hay otros intereses por volver un poco o mucho hacia atrás. Hay una corriente muy reaccionaria en todo el mundo. Como decía John F. Kennedy, ‘la política corrompe, la poesía purifica’; la política es distinta, está en otro marco en el siglo XXI, que no es el mismo marco del siglo XX. Me gustaría que se arreglaran muchas cosas, especialmente la guerra, no quiero guerra en el mundo. No sé lo que hay que hacer, pero todos estos temas me preocupan, me soliviantan, me perturban, y supongo que muchas emociones de esas incluso están aquí, en ‘La desnuda raíz de las rosa’. Creo que hay algo también monstruoso de las calles y en los elementos fuera de lo que es la cápsula, la burbuja del hogar de cada cual o de cada quien. En lo que me estoy inspirando para el próximo proyecto que ya he empezado es en el mundo de la imagen, en el cine, en las artes visuales, en la fotografía, porque me impactan mucho. El cine está muy presente en mi cabeza, muchas películas, y hay algunas muy especiales que son las que me están generando una forma de escribir otros poemas diferentes. Y no doy más pistas (risas).
VOLVIENDO A “LA DESNUDA RAÍZ DE LA ROSA”, ¿A DÓNDE TE GUSTARÍA QUE LLEGUE O QUE TE LLEVE ESTE ÚLTIMO LIBRO?
Que me lleve a algún sitio, que me lleve a que lo lean, quizás con el tiempo, en otros países, otros lectores. Si llegase a Argentina, sería una maravilla. Me encantaría que esté en lugares de países de habla hispana; me encantaría que llegase no solo este, sino a lo mejor también otros como ‘Departamento en Quito’, que está todo inspirado en Ecuador y en las Galápagos. Todo eso me dio muchísimo juego para escribir poemas con otros elementos que jamás había observado: las tortugas gigantes o la pureza de las islas, frente a ciudades como Guayaquil. Es como una contraposición muy excepcional, igual que me pasó en Nápoles, que también escribí un libro que se llama ‘Las princesas no tienen nombre’, y está ese contraste entre los grandes palacetes y enormes hoteles y tiendas de lujo frente al barrio español, a las motos, al zumbido de las motos, a la camorra, a la playa, a Capri que es como un escaparate del lujo, al vandalismo, el camorrismo, el ruido, la violencia, la delincuencia. Es que estaba todo mezclado, y todo eso me fascinó y también me hizo despertar, hablar de todos esos contrastes. Nápoles es un laboratorio de esos contrastes, pero eso está extrapolado ya al mundo entero; es decir: los espejos son contrarios y toda esa contrariedad y los binomios riqueza-pobreza, amor-desamor, guerra-paz, odio-amor, sueño-vigilia, todo eso también está muy presente en la poesía en general, y a mí me fascina porque no solo es lo que vemos en nuestro propio espejo, sino que hay mucho, infinito, y por ello infinitas realidades, incluso dentro de países distintos, contextos diferentes, con personas diferentes, naturalezas diferentes, mares diferentes, costumbres diferentes y todo eso me hace hablar de la poesía, hacer poesía. Y si todo eso está llevado a cabo por un cineasta o por una cineasta, el mundo de la imagen, cómo juntan las cosas, cómo hacen también un idioma de un primer plano, abro, abro, abro, no sé, todo ese mundo me resulta fascinante. Jugar con planos, con diferentes ángulos con personajes dentro, fuera, con perfiles, con travellings inabarcables, con planos secuencia, todo ese mundo es el que ahora me tiene loca.
TE LLEVO AL MUNDO DE LA IMAGEN ENTONCES Y YA PARA IR TERMINANDO, SI TUVIERAS QUE DEFINIR JUSTAMENTE A ESTE LIBRO SOBRE EL QUE ESTAMOS HABLANDO Y QUE ES LA EXCUSA PARA ESTA CHARLA, ¿CON QUÉ IMAGEN, CON QUÉ ESCENA, CON QUÉ OBJETO, CON QUÉ SENSACIÓN LO DEFINIRÍAS?
Pues con hacer una observación íntima de tu pequeño universo que quizás viva de algún modo sin contarlo, sin compartirlo, salvo con alguna persona única. Pero he tirado mucho en este libro de la introspección; no ha sido un libro desde la observación, que quizás aparece más en el libro que te hablé de Nápoles, de observar tanto para luego llegar a diferentes poemas y hacer también una narrativa. Los libros de poemas me parecen en ocasiones, no siempre, como películas, o pequeñas películas, o pequeños cortos según quién los escriba. Creo que la poesía debe refugiarse muchísimo en el lenguaje, en el ser humano, en dónde estamos y en los diferentes lenguajes que se nos brinda, no solo el poético. Y por eso a mí me encanta el arte y la pintura y todo, pero el cine es el que me arrastra literal, me engancha. Tengo referencias de la Naranja Mecánica en algún poema o de otras películas, y siempre están en mi cabeza; hay muchas películas que están en mi cabeza y nunca se van, igual que hay muchos poetas que siempre están en mi cabeza.
Dialogar con Silvia Rodríguez es asomarse a un abismo delicado donde la palabra late, herida y luminosa, como una espina que insiste en florecer. Su poesía -al igual que su palabra- no busca respuestas: pulsa, respira, se despliega como un acordeón de imágenes íntimas, donde cada verso es un vestigio de algo que ardió. Escritora de una sintaxis inquieta, de una música verbal que es búsqueda y asombro, su voz se reconoce en el eco de un tú espectral, amoroso, dolido o cómplice. En “La desnuda raíz de la rosa”, Rodríguez no solo nombra la belleza: la pone en tensión, la observa oxidarse en el cuerpo urbano, la arrastra por los escombros de lo real y la deja brillar, sucia y viva, como un objeto que aún canta.
Su poesía, atravesada por una conciencia social que no se impone pero tampoco se esconde, es también una forma de resistencia: contra el silencio, contra la velocidad, contra el olvido. Desde la vigilia de la infancia hasta los márgenes del lenguaje, su escritura propone un mundo donde lo marginal se transforma en símbolo y donde el dolor se vuelve forma, sonido, impulso. “La poesía es transformación del lenguaje”, dice, y en ese gesto, en ese “pegamento” secreto que une palabra con palabra, se adivina la alquimia de una voz que no se detiene.
Frente a la vanidad de la consagración, la poeta elige la intemperie del aprendizaje. Escribe desde lo incierto, desde el impulso, desde ese momento liminal entre el sueño y la vigilia, entre el mundo de las imágenes y la carne de lo vivido. No hay mapa en su escritura, solo un deseo obstinado por seguir explorando. Porque en cada poema hay un cine interno, una escena por armar, un plano secuencia que mezcla luces, heridas y relámpagos. Y, al final, queda esa sensación inconfundible que sólo dejan los versos verdaderos: algo en nosotros –un recuerdo, una pregunta, una ráfaga de sentido– ha cambiado para siempre.

Autor: 83983|
SILVIA RODRIGUEZ POESÍA LA DESNUDA RAIZ DE LA ROSA PREMIO DE POESIA PEDRO GARCIA CABRERA 2024

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web