Interior

“Siempre me confié en la providencia de Dios” expresa el joven Lucas Nazar

Y esa providencia, dice Lucas, se fue manifestando de muchas formas: “Estuvo encarnada en amistades que me sostuvieron, en muchas personas que con su oración o con su ayuda económica me acompañaron. En gestos concretos, en rostros que me hablaban de que Dios estaba”.
Durante el preseminario, Lucas profundizó en el conocimiento de sí mismo y en la vida de oración: “Uno conocía cómo rezar, pero no estaba el hábito. Ir disponiendo el corazón para que el Espíritu hablara fue clave. Empezamos a afianzar los vínculos entre nosotros. Éramos cuatro, y nos acompañaba el padre Jorge Hilal y la hermana Lucrecia Goyochea. Eso también fue muy valioso”.
Terminada esa etapa, se le propuso continuar la formación en Córdoba, en el seminario Nuestra Señora de Loreto. “Irme fue lo más difícil. Me fui con muchos pesares, no muy convencido, pero confiado en que el Señor me iba a acompañar y no me iba a soltar la mano”.
La llegada a Córdoba no fue fácil. “Me costó mucho. Extrañaba. Me costó adaptarme a la estructura. Mi personalidad no era muy abierta, así que también me costaba integrarme”. Lucas atravesó entonces una de las crisis más fuertes de su camino vocacional: “Apenas ingresé pensé en abandonar el seminario. Lo que me salvó fue la amistad. Fue la presencia de Dios en esos momentos. Fue vital y providencial”.
Ingreso al seminario 2017
A pesar de las dificultades, fue también un tiempo de crecimiento: “El seminario fue un caminar desafiante, pero gratificante. Desafiante porque implicó mucha entrega, reconocer las heridas, los miedos, las flaquezas… pero también las virtudes y alegrías. Aprender a valorarse como Dios nos valora, y aceptar al otro”.
“Durante ese tiempo uno fue aprendiendo a vivir con Dios en medio de una comunidad. Fue gratificante por las experiencias que viví, por la gente que con gestos concretos me habló de Dios. Y sobre todo, porque fui aprendiendo a vivir con Dios en la cotidianeidad. A descubrirlo en lo sencillo, en lo pequeño”.
Hoy, a días de su ordenación, Lucas vive con gratitud y entrega este paso. “Ese Señor que un día me llamó, me sigue llamando y me sigue hablando. Por medio de los formadores, de los compañeros, de las comunidades. Aquella pregunta–‘¿por qué no cura?’– ya no es solo una inquietud: es ahora la vocación de Lucas. Es ahora una afirmación.

IGLESIA CATÓLICA NONOGASTA LUCAS NAZAR

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