Muchos se quejaron, otros no tenían conocimiento pero tenían que hacerlo por si las dudas haya una multa. Sin embargo, llegó él. Tiene 84 años. Ayudado por un andador y con la asistencia de su hija, llegó a una escuela de la zona sur de la Ciudad. “Es mi obligación votar”, dijo Raúl Jorge Bossa, un cordobés que llegó hace dos años a la Ciudad y decidió asistir a un establecimiento a votar. Su mesa quedaba en el fondo de la escuela. Con sus pasos cortos, pero decidido entró al cuarto oscuro y luego salió airoso, con el sobre en mano y lo puso la urna.
En el marco de estos 40 años de democracia ininterrumpida, este hombre, no importa su ideología o color político, dio una cátedra de lo que es el deber cívico. No estaba obligado por ley a concurrir y sin embargo asistió y dio su opinión en las urnas. Una loable y merecedora acción, que debe ser distinguida.