Un hecho estremecedor sacudió a la localidad de Cinfães, en el distrito de Viseu, Portugal: José Lucas, un nene brasileño de 9 años, perdió dos dedos luego de un violento ataque dentro de la Escuela Básica de Fonte Coberta. Según denunció su madre, Nívia, el chico ya había sido víctima de otras agresiones en el colegio, pero esta vez la situación escaló a un nivel dramático.
El episodio ocurrió apenas una hora y media después de que el chico llegara a la escuela, ubicada a unos 130 kilómetros de Oporto. De acuerdo a la madre, dos compañeros siguieron a José al baño y le cerraron la puerta sobre los dedos, presionando hasta amputárselos. El nene, desesperado por el dolor, intentó abrir la puerta pero no pudo y tuvo que arrastrarse para pedir ayuda.
“¿Por qué vine más temprano a la escuela?”: el desgarrador testimonio de la madre
Nívia contó que la primera empleada que encontró a su hijo se descompuso por el impacto. La segunda, en cambio, le dijo al nene: “¿Por qué vine más temprano a la escuela?”. Las trabajadoras lograron frenar la hemorragia, pusieron hielo y llamaron a la madre.
Mientras tanto, la docente de la clase, Sara Costa, se comunicó con Nívia y le dijo que José “estaba jugando” y que “se machucó el dedo con la puerta”, minimizando la gravedad del hecho.
Sin embargo, la madre escuchó de fondo que alguien pedía una ambulancia y salió corriendo hacia la escuela, que queda a menos de cinco minutos de su casa. Nadie le avisó que su hijo había perdido dos dedos.
Al llegar, la condujeron al fondo del edificio y encontró a su hijo gritando de dolor, con la mano vendada y una tela en la boca para morder por el dolor. “Mi hijo no le pega a nadie, es una buena persona. ¿Voy a enseñarle a mi hijo a pegar?”, les reclamó a los empleados del colegio.
El rescate y la cirugía: “No sé si eran dos o tres dedos”
Los bomberos tardaron entre 30 y 40 minutos en llegar. La escuela guardó uno de los fragmentos amputados y lo entregó a los paramédicos. Durante el traslado, un bombero le pidió a Nívia que llevara una bolsa con partes de los dedos de su hijo: “No sé si eran dos o tres, porque no quisieron revisar”, le dijo el rescatista.
En el hospital, José Lucas fue operado durante tres horas. Los médicos informaron que no era posible reimplantar los dedos y usaron parte de uno para cubrir la zona expuesta. El nene perdió la primera falange del dedo mayor y del índice, justo donde está la uña. “El dedo mayor quedará sin uña y el índice con solo la mitad”, explicó la madre.
“Esa escuela no es para tu hijo”: la advertencia de la asistente social
Tras la cirugía, el hospital dio aviso a una asistente social, que notificó a la Comisión de Protección de Niños y Jóvenes de Portugal. El organismo abrió una investigación y la profesional aconsejó a la madre que sacara a su hijo de la escuela: “Siguen diciendo que fue una travesura. Si podés cambiar de escuela y de ciudad, hacelo”, le recomendó.
Nívia fue a la policía local, pero le dijeron que se trataba de un accidente, como había informado la escuela, y que debía aceptar esa versión.
La repercusión del caso recién comenzó cuando la madre publicó lo ocurrido en redes sociales. “Vine a Portugal buscando una vida mejor. Viví tres años en Oporto y después me mudé a una zona más barata. Ahora tengo que cambiar todo de nuevo. Tengo miedo”, confesó Nívia, que nació en Belém, Brasil, y vive en Portugal desde hace siete años.
Un historial de violencia y discriminación
La madre denunció que su hijo ya había sufrido agresiones previas en la escuela.
En una ocasión, “lo arrinconaron contra la pared y le dejaron marcas moradas” en el cuello, contó. También mencionó tirones de pelo, patadas y hasta intentos de ahorcarlo. Según Nívia, la escuela nunca tomó medidas y, tras la amputación, volvió a tratar el hecho como una simple “broma”.
Nívia aseguró que su hijo fue agredido por ser brasileño, negro, tener sobrepeso, además de ser nuevo en la escuela. Este era el primer año de José Lucas en la institución.
“¿Por qué me hicieron esto?”: el drama psicológico tras la agresión
Nívia contó que José Lucas sufre crisis de llanto cada vez que recuerda la violencia. “Durante el día está bien, pero a la noche pregunta por qué le hicieron eso y quién va a pagar. Yo trato de contenerlo, pero todavía estoy procesando todo”, expresó la madre, que ahora vive con miedo y decidió mudarse.