Nueve minutos y tres variantes fueron suficientes para cambiar silbidos por aplausos, reclamos por una efervescencia que el Templo xeneize hacía mucho que no vivía, fastidio por alegría. Y preocupación por entusiasmo. Nueve minutos con dos goles, uno de gran factura (la pirueta de Milton Giménez) y el segundo de Saracchi con la complicidad de Altamirano, para darle al equipo de Diego Martínez una de esas victorias capaces de cambiar un ciclo. Fue 3 a 2, pero mucho más que eso...
Porque lo que se vivió en el primer tiempo pareció poner en jaque la continuidad del DT incluso antes de jugar la revancha con Cruzeiro por la Sudamericana. Ahí, la Bombonera toda fue el resumen completo de una actuación inquietante. Porque el equipo no sólo no dio respuestas, sino que parecía camino a una goleada implacable.
San Lorenzo, es cierto, fue también responsable de eso. El equipo de Romagnoli lo superó con claridad. Bien plantado, ordenado, criterioso para cortar y astuto para jugar, le marcó la cancha y puso a su rival patas para arriba rápidamente con un penal bien ejecutado por Vombergar, autor intelectual también de la mano de Rojo en el área (abierta, sancionable). Pero además el Ciclón hizo mérito para meter el segundo, con otra definición del 9 que no llegó a la red, pero en la que Brey parece cometerle un segundo penal no sancionado por Echavarría.
Por eso, por todo, el Templo xeneize se convirtió en una verdadera caldera. Claro que tanto como de actitud, también era un problema de orden, si se quiere, de ritmo futbolístico. Porque los que dejaron la cancha fueron tres de los que más competencia necesitan (Rojo, tras la vuelta de otra lesión; Miramón, titular luego de nueve meses sin jugar; y Zeballos, recién sumando tiempo tras casi diez meses afuera). Y entonces, con Advíncula, con Medina y con Merentiel, habituales titulares y piezas claves en la estructura, Boca fue otro rápidamente.
El cambio de Boca, radical
Es cierto, esa ráfaga de nueve minutos y dos goles en cinco fue nacida desde el cambio de espíritu y de mentalidad con la que el equipo salió al segundo tiempo. Se lo llevó puesto a San Lorenzo con esa energía (y en este caso la Bombonera a favor) que hacía mucho que Boca no mostraba, sobre todo en el ciclo Martínez. Y así, un gol llamó a otro gol. Pero además, el equipo respaldó ese giro en el resultado con otro orden, sobre todo defensivo.
Con Figal y Anselmino, Boca dejó de ser un tembladeral, el que tuvo a Rojo en un nivel que no debería llevarlo a ser titular en Brasil (sí, en cambio, a Anselmino, gran figura). Y en el medio, con la salida de Miramón y la presencia de Belmonte como cinco, el equipo tuvo otro corte, otra presencia y otra resistencia en el mediocampo, donde San Lorenzo pasaba sin pagar peaje en el primer tiempo.
Podría decir que Martínez supo a quién poner y a quién sacar en un momento de incertidumbre total y eso es todo un acierto. Y se le puede sumar que San Lorenzo sintió el shock y nunca más volvió a ser el mismo. Ni siquiera pudo volver a pisar con peligro el área del joven Brey hasta el final, en el otro penal que convirtió Leguizamón.
El remate llegó de la mano de Merentiel, con una asistencia impresionante al vacío de Anselmino. Para que Boca termine en fiesta lo que pintaba para caos, a pesar del 3 a 2 que San Lorenzo otra vez consiguió en el final de penal (lo cometió Saracchi, que se fue expulsado). Y para que el Xeneize (y Martínez) vaya con otro espíritu a la revancha copera contra Cruzeiro en Brasil...
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