Sin embargo, su rendimiento en la final del US Open ante Taylor Fritz (12º) que lo llevó a ganar su segundo Grand Slam lo condujo a la felicidad absoluta. Es que después de todo lo que vivió en las últimas semanas (caso doping y toda la repercusión que eso tuvo dentro y fuera del circuito), se liberó. Y como en su camino hacia la cima los sueños nunca se pierden ni hasta en sus peores momentos, encaró el partido decisivo en Flushing Meadows con toda su fuerza, hecho que le dio resultado: fue un relojito y se impuso por 6-3, 6-4 y 7-5 en 2h16m.
El nacido en San Cándido hace 23 años consiguió derribar la incertidumbre que había acerca de su nivel a lo largo de su recorrido hacia la corona. Y debido a que el miedo solo sirve para perderlo todo -frase de Manuel Belgrano más vigente que nunca-, Sinner optó por invertir toda su energía en lo que más sabe hacer: jugar al tenis. Con una versión solida y -a su vez- agresiva desde la línea de base, mostró una variedad de recursos para adaptarse a todos los panoramas (primero se impuso en el peloteo desde la línea de base y luego estuvo atento para descifrar las subidas a la red contrarias) y fue capaz de reducir los errores a la mínima expresión. De hecho, en el segundo set apenas cometió un fallo no forzado.
Mientras en el Arthur Ashe los camarógrafos parecían estar más atentos a captar a las figuras del espectáculo y del deporte, en el cemento pintado de azul había un jugador que disparaba con su raqueta llena de magia. Salvo por algunas desconexiones que lo llevaron a fallar de más o por alguna seguidilla de segundos saques, durante casi todo el encuentro el tano no se movió de la partitura escrita antes de ingresar al estadio y, por ende, casi no sufrió ante un Fritz cuyas intenciones y estrategias fueron interesantes e inteligentes pero imposibles de concretar ante un rival difícil de presionar. Solo tuvo que correr de atrás en el tercer parcial, cuando estuvo 3-5 abajo y sintió el haberse visto tan cerca de la gloria. No obstante, se recuperó, ganó cuatro games seguidos y liquidó la acción en la tarde en la neoyorquina.
Títulos y más títulos para Sinner
Al menos en este 2024, la escena ya parece cotidiana. Llega el domingo en una competencia importante y ahí se encuentra el pupilo de Darren Cahill. Además, los números hablan por si solos, dado que Sinner llegó a los seis trofeos alzados en lo que va de la temporada (Abierto de Australia, ATP 500 de Rotterdam, Masters 1000 de Miami, ATP 500 de Halle, Masters 1000 de Cincinnati y el US Open). Lejos de los problemas físicos que lo aquejaron en su momento, alcanzó una regularidad en el juego que ni Djokovic o Alcaraz pudieron lograr. Si bien los otros dos jugadores tocaron picos más altos, él pudo mantenerse en un mismo nivel. De hecho, se cuentan con los dedos de una mano los torneos en los que no dio la talla. Y con la consagración en Nueva York, se anotó -de paso- su segundo major en el palmarés e igualó una marca de Guillermo Vilas, quien en 1977 había sido el último jugador en ganar sus dos primeros Grand Slams en la misma temporada.
El italiano y el estadounidense se dieron un fuerte abrazo. (Reuters)El italiano y el estadounidense se dieron un fuerte abrazo. (Reuters)
Pese a por momentos no ser el más vistoso, encontró la vía para ser el más efectivo. Y así volvió a dejar grabado su nombre en el bronce de una copa.
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