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Interior EN PINCHAS

La chaya de Los Frescura es cautivadora y multicultural

Confluyen tradicionales de toda una vida, entre vidalas y canciones.

Es uno de los encuentros en tiempos de carnaval más convocantes de la costa riojana. Hay un boca en boca que convoca y cuando llega el día, son abrazos y la interacción de diversas generaciones que confluyen. Todo es colaborativo, no se paga entrada, bebida o comida. Llegó el momento y como un portal, Doña Ramona recuerda la esencia y se abre en el valle el redoblante sonido de las cajas.

Así comienza lo que intenta ser una crónica de una celebración ancestral que tiene condimentos propios en la Chaya de Los Frescura, en la localidad de Pinchas, departamento Castro Barros.

Llegó el domingo y la invitación ya estaba en agenda, había que estar cerca del mediodía y la premura cotidiana para dejar listas las obligaciones del hogar. Cada protagonista estaba a punto de conocer ese tinkunaco del que más de uno se acuerda, sea por una guitarreada, el encuentro con copleras y copleros, o el buen momento de haber compartido una día utópico, pero real en sí mismo.

Arribar a ese valle, Pinchas que según omentan su nombre refiere a la concentración de agua que naturalmente sus montañas en épocas de verano y con ayuda de la lluvia, concentran para alimentar su región y el resto de los valles; su constitución es vital y congruente para entender que “el todo de sus cerros, es más que la suma de las partes”.

Al llegar, te recibe el saludo alegre de la “Cecy” que aparece entre los girasoles y tiende la referencia del lugar diciendo: “Se ubican donde quieran y vengan que justo está saliendo el locro”.

Así se llega, pero el paso se hizo lento al ver el centenar de historias plasmadas en murales que visten la morada de una de las teleras legendarias que tiene Pinchas; Doña Ramona. “Los pinceles fluyen en una pared inmensa que pareciera transformada en cielo, donde los trazos parecen mostrar la cara del viento y los colores; los rayos del sol”.

Se abre un caminito entre plantas de membrillos en los costados, viñedos y el canto de los pájaros que se entrelaza con las historias de los presentes que comienzan a celebrar un nuevo año y el re encuentro sorpresivo con amigos, amigas o nuevas caras que se plegaron a esa aura de amistades que no tienen distinciones de ningún tipo, aún antes de que “la harina los iguale”.

El locro está en dos hoyas inmensas de hierro fundido que está bien custodiado por un hombre del lugar que a su derecha, tiene sigilosa una parrilla llamadora que cocina suavemente unas tiras de jabalí. Te recibe como un amigo de toda la vida, te comparte historias breves de su lugar en el mundo y te invita a que disfrutes de la comida, que te integres y en un par de toques te sumerge en su mundo de chayas, anécdotas y hasta el momento de caza que llevaron adelante para ofrendar ese jabalí que es un manjar a las brazas.

La rítmica del lugar acompasa el ritmo de los comensales que se apuestan en el rancho, sobre las acequias o bajo un viñedo. Al rato, como un pase que nos invita al ritual, llega el silencio de las cuerdas y los cueros cesan su redoblar; es el instante donde “todo parece congelarse en un momento único”, es ahí donde una voz invoca el valor de la tierra, de sus artesanos, el poder de la cultura y el desafío de estos quietos remansos que cobijan a soñadores que llegan en la “estación de la chaya”, para no perder el mensaje de un presente integral, vivo donde “la tierra y sus labradores son el inicio y el fin”.

CHAYA 2023 PINCHAS

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