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Opinión HISTORIAS

De comidas en los tiempos de las Invasiones Británicas

Una nota que trae recuerdos de los tiempos del Día de la Reconquista, tras la recuperación de Buenos Aires.
Roberto L. Elissalde

Por Roberto L. Elissalde

A los pocos días de reconquistar Buenos Aires don Santiago de Liniers, convocó al pueblo por medio de una proclama a cumplir con lo siguiente: “Uno de los deberes más sagrados del hombre”, como es la defensa de la Patria. Se organizaron los nuevos cuerpos militares, así nacieron los Catalanes, Vizcaínos o Cántabros, Gallegos, Andaluces, Castellanos, Voluntarios Patriotas de la Unión y Patricios. La presentación de las nuevas tropas se realizó el jueves 15 de enero de 1807, con una gran revista militar, suspendida varias veces a causa de las fuertes lluvias del verano, que habían convertido a los caminos de la ciudad en verdaderos fangales. Todo comenzó ese día a las cuatro cuando los miles de efectivos salieron hacia Barracas, después de las ceremonias de ordenanza, se rompió la formación.

A eso de la una, se sirvió un gran almuerzo, que ofreció Liniers, al que asistieron las autoridades, el Cabildo, el obispo, la Audiencia, los jefes militares y un capitán, un teniente, un alférez y un soldado de cada cuerpo. Lo mismo hicieron muchas familias, costeándose ellas mismas sus vituallas, lo que hoy llamamos un picnic. Los soldados vivaquearon, refugiándose del sol que caía con fuerza al mediodía, en los bosques de sauzales, cerca del Riachuelo, con las provisiones que el Cabildo y muchos particulares ofrecieron generosamente.

Según un testigo, “el Cabildo había costeado desde el pan hasta el vino, dando un barril de éste por compañía”. Sin embargo el 29 de mayo de ese año el panadero Sebastián López, pidió al cuerpo que le pagara la “deuda de 122 pesos y 7 y ½ reales por la provisión del pan el día de la revista”.

La invasión

Cuando desembarcaron los ingleses en Ensenada en junio de 1807, el teniente coronel Holland, ocupó una casa, cuyos moradores habían huido, pero “habían dejado una cantidad prodigiosa de pollos y gallinas, carne vacuna ya cortada, harina de trigo en abundancia, con tan buenos elemento, nos arreglamos para preparar una aceptable cena que saboreamos a las nueve; después fumamos cigarros”.

No le fue tan bien a un oficial George Bent, que en su memoria que fuera editada en el 2014 por la Academia Nacional de la Historia merced a la generosidad de la señora Sara Leloir de García Balcarce, originales que poseía su esposo don Fernando, dice que no comieron nada y vivieron como “cerdos”. El teniente Bent sostiene que en Montevideo las obligaciones eran muchos, pero que el vino era muy barato y era fácil emborracharse.

No fue una gran comida, aunque hoy lo sea para nosotros, en las primeras horas del 5 de julio de 1807, el general Whitelocke envió un emisario al Cabildo, “suplicando se le remitiesen cuatro calderos de pucheros para sus heridos, y los nuestros porque no tenían provisión para hacerlo, y padecían considerablemente aquellos miserables por la falta de alimentos”.

Aceptada la propuesta destinaron al comandante del segundo batallón de la Legión de Patricios, don Esteban Romero, que se ofreció espontáneamente para marchar a cumplir la tarea hasta el Retiro.

Rendidos

En la tarde, ya rendido el ejército británico, cuenta un oficial que junto a otros camaradas fue llevado prisionero al Fuerte, donde le trajeron para comer “algunas galletas y un pedazo de carne ahumada, bastante repugnante”. Al otro día a manera de desayuno tomaron un poco de chocolate.

Cuando el oficial que nos dejó sus recuerdos fue al lugar donde se encontraba el grueso de los prisioneros los hallaron envueltos en una nube de humo, “se han convertido en más fumadores de cigarros que los mismos españoles. Para el desayuno le dieron unos bizcochos muy buenos lo que produjo gran revuelo”.

Esa noche del 6 de julio compartió la cena con Liniers, y le pareció “bastante buena”. Quizás la mayor sorpresa la tuvo al día siguiente cuando buscando como procurarse una camisa limpia, un español lo condujo a la habitación del mismísimo Liniers, quien de inmediato le procuró una navaja y una camisa, y también un cepillo de dientes nuevo.

El 11 de julio de 1807, en la víspera de la partida del ejército británico, Liniers, acompañado por sus oficiales, ofreció una comida en el Fuerte en honor del general John Whitelocke, quien concurrió acompañado por el general Robert Gower y todo su estado mayor. A los postres una banda tocó Good save the King, para brindar después el anfitrión por el Rey de Inglaterra y Whitelocke por el de España. No sabemos que comieron, pero sí que la buena mesa volvió a reunir una vez más a ambos contendientes.

Caricaturas

La política mundial después de Trafalgar en 1805 motivo a muchas caricaturas relacionadas con esta publicación. Una de ese año, de James Gilrray, presenta al globo terráqueo sobre una mesa preparada para un gran festín. Dos comensales se sientan en ella el ministro inglés Pitt y Napoleón, que a su modo cortan a la tierra en trozos. El primero como lo requieren las normas de urbanidad aprendida en los mejores colegios usa cuchillo y tenedor; Bonaparte que apenas pudo aprender maneras en su vida militar, está tan impaciente que tiene en su mano un sable.

Otra, publicada en 1808 contra el general Whitelocke representa un grupo de siete militares brindando animadamente. Por muchos años en la sobremesa de los casinos de oficiales, se brindaba Success to grey hairs, but bad luck to White locks (Buena fortuna a los pelos grises, pero mala suerte a los cabellos blancos), juego de palabras que aludía al apellido del militar.

Nueva agresión

Muchos años después en tiempos de Rosas hubo una nueva agresión de parte de los británicos, 1ue a pesar de su superioridad no les fue del todo bien. El general San Martín desde el exilio se refirió al ataque de la escuadra con esta metáfora, que bien vale para cerrar esta comunicación: “Habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca”.

El autor es historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

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