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Opinión

La fundación de La Rioja: Un proyecto minero

Extracto del libro “Cuatro Siglos de Minería”, en el que el autor evoca la expedición fundadora de Juan Ramírez de Velasco.

El hidalgo Gobernador del Tucumán, Don Juan Ramírez de Velasco, salió de Santiago el 24 de marzo de 1591 al mando de su expedición con la misión de conquistar y fundar la ciudad que se había propuesto en la Provincia que llamaban de Londres. La expedición había sido organizada prolijamente ya que en ella iba todo el prestigio del gobernador. Como el emprendimiento era importante, también lo eran los recursos necesarios para su financiamiento. Las limitaciones económicas de Velasco lo obligaron a pedir ayuda para concretar su proyecto y la encontró en Blas Ponce, antiguo y próspero vecino de Santiago del Estero, uno de los más ricos de la comarca. Ponce se transformó en el gran protagonista de la expedición ya que, por la importante contribución económica que hacía, obtenía enormes beneficios. En el Convenio firmado el 24 de enero de 1591 entre Velasco y su financista, quedaba perfectamente determinado el aporte de Blas Ponce, que consistía en ayudar al sustento de la ciudad con seis mil pesos además de ropa de trabajo, cabalgaduras, herramientas y herrajes. Llevaría 50 bueyes para labranza de la tierra, dos mil cabras y mil carneros (llamas) para el sustento de los miembros de la expedición. Por otra parte, Ponce debía, durante cuatro años, contribuir anualmente con mil “carneros” para abastecimiento de los vecinos de la futura ciudad, si acaso no se lograran cosechas para la alimentación de los mismos.

Se comprometía además a socorrerlo con paños, vestimentas y ropas de obraje. También debía costear curas y todo lo atinente a un servicio religioso. Por último, Ponce se obligaba, en ese mismo tiempo, a tener descubiertas minas de oro, plata y azogue que se pudieran explotar.

La gran contribución de Ponce se vería largamente recompensada. Velasco le aseguraba que se desempeñaría como Teniente Gobernador y Justicia Mayor de la futura ciudad y lugarteniente de todas las otras ciudades del Tucumán. El gobernador lo ayudaría a construir el fuerte de la ciudad, proveyéndole durante un mes, pólvora y munición. Tendría autorización para repartir encomiendas y conceder mercedes de tierra y a él en particular se le adjudicaban cuatro “suertes” de tierras cercanas a los lugares donde se descubrieran minas y otras para “sementeras de minas”. En el contrato suscripto, quedaba expresamente establecida la cuestión vinculada a la riqueza minera, razón de ser de la empresa compartida por los firmantes, a saber: de todas las minas de oro, plata, azogue y “otros metales y colores” que descubriera Ponce, el Gobernador le haría parte. Se le reservaba además, el producido de las mismas, sacando el quinto para el Rey y el cuarto para el Gobernador, el resto se repartiría entre el futuro Teniente gobernador de La Rioja y los pobladores.

La expedición se conformó, incluido el aporte de Ponce, con sesenta hombres montados, setecientos cincuenta caballos de guerra y carga, catorce carretas tiradas por bueyes, ciento veinte bueyes para labranza, cuatro mil cabezas de ganado menor (ovejas, cabras y llamas) y cuatrocientos indios “amigos”. En marcha, el contingente se dividió en dos columnas. Una al mando de Ramírez de Velasco con dirección a San Miguel donde recogería a algunos de sus amigos y parientes y la otra, por camino conocido, bajo la conducción de Ponce llevando la parte más gruesa de la carga, las carretas y los arreos de animales. En un momento de la marcha, cuando el grupo guiado por el gobernador debió girar hacia el Oeste en búsqueda del “Valle Vicioso”, en lo que es hoy el departamento San Blas de los Sauces, provincia de La Rioja, para acercarse a las vecindades del Famatina, éste decidió marchar hacia el sur para recorrer el Valle de Sanagasta, vecino al de Londres según tenia referencias, y en el que encontró gran número de naturales, para luego llegar al valle del Yacampis donde decidió fundar, en acuerdo con Blas Ponce, al que tuvo que esperar una jornada ya que su marcha estaba retrasada, la ciudad que denominó Todos Santos de la Nueva Rioja. El lugar, que reunía las condiciones necesarias para un asentamiento poblacional, según lo manifestaba uno de los cronistas de la expedición, el Escribano Luis de Hoyos , lo eligió el fundador quien “recorrió la mayor parte de la tierra buscando sitio y lugar cómodo y suficiente para poblar”. El sitio escogido se prestaba admirablemente al fin propuesto pues había “buenas tierras acequiadas y había pasto, leña y agua” a lo que debía agregarse “comodidad de cielo, gran número de gente y porvenir de oro, plata y azogue”. Luego del acto fundacional con todos sus rituales, la delimitación de la jurisdicción de la nueva ciudad y la designación de las autoridades, vino la distribución de los solares alrededor de la plaza mayor para la edificación de los edificios públicos y las órdenes religiosas, como así también las adjudicaciones a los miembros de la comitiva de Ramírez de Velasco, los que serían los primeros pobladores. Según el historiador Levillier: “A poco de llegar al Yacampis, Velasco recibió de un soldado una patenilla delgada de plata. Al recabar noticias de su procedencia por medio de un intérprete, los caciques indios arrimados en son de paz expresaron que había mucho de ello en los cerros que caen a estos valles y hay indios que lo sacan”. Y comentando ese episodio, Francisco de la Fuente, ya citado, manifiesta: “No resulta aventurado suponer que desde ese mismo instante pensó en incursionar por tales comarcas, pero, la construcción del fuerte, la falta de provisiones y la inminencia de la llegada del invierno, determinaron que la postergara para el año siguiente”.

Con relación a la ubicación geográfica donde finalmente se levantó la ciudad de La Rioja, algunos historiadores opinan que Velasco había equivocado el lugar respecto del Famatina. Así lo manifiesta Félix Luna en su publicación Temas de Historia Colonial de La Rioja: “Parece bastante verosímil que Ramírez de Velasco haya equivocado el asiento de la ciudad, pues su propósito habría sido levantarla cerca del cerro Famatina y no al pie del que más tarde llevaría su nombre que está vacío de metales preciosos. Un año más tarde, en la entrada que el Fundador lleva a cabo en la zona de Famatina, se enteró de que ahí y no en el valle del Yacampis existían yacimientos auríferos y argentíferos”. También Mercado Luna sostiene la misma tesis: “Velasco entró en el valle del Yacampis. Lo recorrió. Le gustó. Estaba convencido de encontrarse en las cercanías del Famatina. El 20 de mayo de 1591, procedió a fundar la ciudad con el marco del cerro al oeste. Todo estaba bien, sólo que ese cerro no era el Famatina, precioso guardián de metales, sino otro, que por no tener nombre, tomó el del fundador equivocado”. Por otra parte, Francisco de la Fuente, en su meduloso trabajo sobre la fundación de La Rioja, citando los estudios de Juan de Matienzo, afirma que inequívocamente La Rioja fue levantada en un sitio diferente al señalado por él. En realidad, para llegar al pie del Famatina desde La Rioja hay que recorrer 75 km. (15 leguas) de este a oeste, atravesando montañas y por el llano 200 km. (40 leguas), distancias más que considerables cuando de minería se trata. Pero Ramírez de Velasco estaba convencido que había fundado La Rioja muy cerca del Famatina. Así lo hacía saber al Rey Felipe II en su carta del 30 de julio de 1591 “Y después de aver descubierto mas de cinquenta leguas de largo y treinta y ocho de largo y hallado un asiento que se podía desear a la ribera de un rio que sale de Famatina, tierra de Londres y a quinze leguas de donde estubo antiguamente poblada una ciudad y tener grandes noticias de los indios naturales de minerales de oro y plata fundé y poblé en nombre de Vuestra Majestad la ciudad de Todos Santos de la Nueva Rioja”. En otro párrafo manifiesta su vocación religiosa y el orgullo de haber homenajeado a su tierra, la de sus mayores, La Rioja Española: “Por cumplir con todos averlos tomado por yntersesores y con licencia de Vuestra Majestad cumplir con mi patria”.

Velasco permaneció aproximadamente un mes en La Rioja y como decidió postergar para otro viaje su salida al Famatina, emprendió su regreso a Santiago, donde lo esperaban importantes decisiones que tomar, vinculadas a su proyecto fundador que incluía otras ciudades en el territorio de su Gobernación.

Quedaban en la incipiente ciudad 51 pobladores. El fuerte estaba construido y abastecido con armas y municiones. También las autoridades, encabezadas por Blas Ponce, estaban en funciones. Había tierras bien regadas, indios numerosos, un clima saludable y la expectativa de la riqueza minera. Ramírez de Velasco estaba orgulloso de su fundación y del destino de grandeza de su ciudad. Así lo manifestaba en su carta al Rey de España el 10 de julio de 1592: “Aquello va en mucho acresentamiento y entiendo ha de ser la mejor de las Yndias”.

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