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Opinión

La reforma previsional de los ’90: cuando Menem le puso “el cascabel al gato”

El ex Secretario de Comunicaciones de la Nación cuenta la reunión que mantuvieron en 1991 el expresidente Carlos Menem con el economista chileno José Piñera, de la cual surgió la decisión de encarar una profunda reforma en el sistema previsional.

En 1990, en mi carácter de diputado provincial por la UCeDe, visité Chile para conocer de cerca lo que los economistas denominaban “el milagro chileno”: las reformas estructurales que habían estabilizado la economía y solidificado el sistema económico y social, en especial en materia de energía, infraestructura, telecomunicaciones, políticas antimonopolio, etc. A partir del sistema de relaciones que construí en ese viaje, luego en 1991 recibí el pedido de presentar en Buenos Aires el libro de José Piñera, exministro de Chile, llamado “El cascabel al gato”, en el que explicaba los beneficios de la reforma previsional implementada en ese país. A ese momento, Chile era líder mundial en esa temática.

Aprovechando el viaje de Piñera a Buenos Aires con motivo de la presentación del libro, tomé la iniciativa de pedir al ya ministro de economía Domingo Cavallo mantener un encuentro con él (Cavallo y Piñera habían sido compañeros de estudio en Harvard). También me pareció trascendente y oportuno pedir al Presidente Menem, a quien ya conocía, que recibiera a José Piñera y escuchara en primera persona la exitosa experiencia de reforma previsional que se había llevado adelante Chile.

Mantuvimos una almuerzo con Piñera, Cavallo y los empresarios Enrique Palacio Minetti y José Castro Garayzábal (ambos de la Fundación Mediterránea) en el hotel Alvear. Allí, Piñera se explayó con sobre la reforma previsional, laboral y minera e intercambiaron sobre los cambios que se estaban implementando en Argentina en esas materias.

Reunión en la Casa Rosada

El presidente Menem nos recibió puntual y afectuosamente a las 17 horas. Lo acompañaban el Ministro de Economía, Domingo Cavallo, la Secretaria de Interior Adelina de Viola, el suscripto y organizador del encuentro y el edecán del Presidente.

Piñera comentó a Menem lo bien que había sido valorado en Chile que hubiera sido uno de los pocos jefes de Estado en asistir al traspaso de mando entre Pinochet y Aylwin, desde el primer día (varios sólo fueron una vez que Pinochet dejó la presidencia, para no saludarlo). El Presidente Menem se refirió a algunas críticas que había recibido por ello, explicando su cariño hacia el pueblo chileno, el respeto a la no intervención en los asuntos internos de otro país y al final, con la sagacidad que lo caracterizaba, afirmó “porque el Presidente Pinochet no debe haber sido malo si tuvo tantos votos a favor en el plebiscito, cuyo resultado él respetó pulcramente”.

Piñera pasó a relatarle acerca de las modernizaciones que le había tocado llevar adelante en Chile, en especial la Reforma Minera, que mirada en perspectiva convirtió a Chile en una potencia en ese rubro; la Reforma Laboral, por la que se implementaron los convenios laborales por empresa que aún rigen, y finalmente la Reforma Previsional, que al momento de ejecutarse fue la primera en su tipo en el mundo. Sobre ella se basaba su libro “El cascabel al gato”: la batalla por la Reforma Previsional.

iñera le obsequió un ejemplar al Presidente del libro que había presentado en un evento en los salones del Hotel Plaza, organizado por la editorial que lo publicó, al que, entre otros, concurrió el posteriormente Presidente Mauricio Macri y en el que expuso en primera persona la experiencia de cambiar de raíz el sistema previsional de “reparto” por el de “capitalización”.

Durante la charla, Piñera manifestó al presidente que lamentaba que hubiera recibido al periodista chileno Lafourcade, quien había escrito una nota en El Mercurio muy socarrona e irrespetuosa con Menem, de título catástrofe: “La Argentina es un quilombo”. El Presidente sonrió, le dijo que era la opinión de Lafourcade pero que en definitiva tenía un pensamiento incorrecto... sobre los “quilombos” (sic) ya que si el título hacía referencia al supuesto desorden de su gobierno, el periodista ignoraba que, según el Presidente Menem, “no había nada más organizado que un quilombo…”. El edecán presidencial, atónito.

Seguidamente, Piñera pasó al grano, a explicar minuciosamente el Sistema Previsional de Capitalización y los desastres previsionales de los sistemas de reparto (en ese momento Menem estaba pagando cientos de miles de juicios a jubilados, heredados de sentencias dictadas anteriormente). Con lujo de detalle, e incluyendo el ejemplo de la “libreta previsional” que tenía cada jubilado –que implicaba la tranquilidad de saber cuál era su “ahorro personal”-, pudo mencionar la cantidad de trabas culturales, políticas e institucionales que debió afrontar, aún la de los propios militares que miraban esto con desconfianza por la “pérdida de soberanía” que supuestamente significaba.

Los ojos de Menem se maravillaban. Efectuaba preguntas prácticas con gran curiosidad. Además, el argumento final de Piñera fue enormemente sólido. Según dijo, la Reforma Previsional en Chile consolidó el desarrollo de un mercado de capitales propio y nacional, solidificando el sistema financiero, que promovió la adquisición de casas a 30 años, vehículos a 15 o 20 años e infraestructura nacional a largo plazo. Hay que recorrer Chile para comprobar cómo eso se cumplió, sacándonos ventaja en la calidad y solidez de las infraestructuras. Por otra parte, los fondos de pensión se invirtieron en numerosas empresas chilenas.

En medio de ese clima ‘mágico’ de un Presidente maravillado por esta experiencia y ante la presencia del ministro de Economía Cavallo departiendo sobre temas generales acerca de las reformas económicas que Argentina impulsaba en ese momento, el Presidente se dirigió al ministro, con seguridad y cordialidad, y le dijo: “Ministro… ¿y nosotros qué estamos pensando hacer en esta materia?”. El ministro respondió que con un equipo de expertos argentinos, encabezado por el talentoso Walter Schulthess, estaban trabajando sobre un modelo mixto, que por razones de prudencia fiscal sería distinto al de Chile, ya que la transición de un sistema de reparto a uno de capitalización tiene un altísimo costo fiscal inicial.

Fue allí cuando el presidente Menem, con gran determinación, le expresó: “ministro, quiero para Argentina un sistema como el de Chile. Quiero que los argentinos sean dueños de su ahorro previsional. Esa es mi decisión”.

Silencio en la sala. Entonces, ante la sorpresa de todos, el Presidente se dirigió a Piñera: “Dr. Piñera, usted podría ayudarnos con su experiencia”, con la obvia respuesta de asentimiento. Como era costumbre en el Presidente Menem, en una reunión de 30 minutos tomó la decisión histórica de cambiar el régimen previsional, en presencia de dos economistas de la talla de Cavallo y Piñera, y con la decisión inquebrantable de ir por el camino de fondo. Me alegro de haber contribuido a ello.

Las vueltas de la vida y las avivadas argentinas

Luego de iniciado el debate legal para el cambio del sistema previsional, que significó un acuerdo de cesión por parte de las provincias de parte de sus ingresos coparticipables correspondientes al impuesto a las ganancias, el Congreso sancionó la Ley 24241, estableciendo el régimen previsional de capitalización.

Argentina inauguró su nuevo sistema de previsional, que generó, al igual que en Chile, un gran ahorro nacional propio que fortaleció la “soberanía financiera” nacional, apalancando el financiamiento de la actividad económica, viviendas, adquisición de vehículos y especialmente infraestructura, y promoviendo además que con parte de ese ahorro previsional se adquirieran acciones de empresas valiosas en el mercado de capitales. Todo ello, hasta la estatización de los fondos (2008) y su posterior dilapidación.

En medio de ese contexto, el Ministerio de Economía llevaba adelante una muy exitosa privatización del sistema eléctrico: generación, transmisión y distribución. Varios de mis conocidos chilenos eran líderes de la actividad eléctrica chilena y estaban muy entusiasmados con participar en Argentina. Dos de ellos, a quienes había conocido en Santiago en 1990, Bruno Philippi y José Antonio Guzmán, con su Grupo Chilgener, participaban en la licitación de las Centrales Puerto (ex Segba) y Piedra del Águila en Neuquén. Como no se trataba de una temática bajo mi responsabilidad, sólo contaba con información periodística.

Una noche recibí una llamada curiosa, cerca de la medianoche. Uno de estos empresarios chilenos me pedía una reunión urgente para el día siguiente en La Biela, planteando que allí me explicarían un tema delicado. Sabiendo de la calidad empresarial y personal de ambos, a las 8 del día siguiente me reuní con ellos con gran curiosidad. Me contaron que ese día presentaban sus ofertas para las centrales eléctricas, que ya tenían lista la documentación necesaria y que habían hecho dos distintas para cada una. Mi sorpresa era grande ya que no entendía el motivo de mi presencia allí.

Según me comentaron ambos, habían recibido una visita muy importante (que no identificaron), quien les había transmitido en nombre del gobierno que perderían la licitación si no tenían un socio argentino de determinadas características. El audaz motivo que les había dado es que ni Menem ni Cavallo aceptarían que empresas chilenas se quedaran con la energía de CABA y de la Patagonia, por razones geopolíticas o de seguridad nacional. Y me pedían que hablara con el Presidente Menem o con el ministro Cavallo para chequear la veracidad de esto.

Les expliqué que no correspondía que los llamara, ya que no eran temas de mi competencia, salvo que ellos elaboraran y firmaran una carta formal explicando esta situación, en cuyo caso obviamente la entregaría. Luego les dije, con toda claridad: “Olvídense de esto que les están diciendo. No hubo en la historia de Argentina un presidente más amigo de Chile que Menem, y el ministro Cavallo es sumamente serio y profesional. Jamás permitirían semejante discriminación. Ese argumento es insostenible. Concéntrense en elaborar la mejor oferta”.

Philippi, Guzmán y sus socios iniciales presentaron sus ofertas originales, y ganaron por ser las mejores. Al tiempo, a solas con Menem ya expresidente, le comenté esta anécdota. Sonrió y me contó: “…efectivamente, me vinieron con esa historia y les dije: mejor que sean los chilenos los que compren las centrales, ya que en esas empresas están los fondos de pensión del pueblo chileno... ¿alguien imagina que los generales chilenos van a bombardear las centrales donde está el ahorro previsional de su pueblo?”

El Presidente Menem le puso “el cascabel al gato” con un -en general exitoso- Sistema Previsional Privado que tuvo una enorme repercusión popular. Luego, como dicen los españoles, “vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos”.

El Congreso de la Nación, el 20 de noviembre de 2008, procedió, por mayoría, a estatizar el sistema previsional argentino (Ley 26425), quitando a los jubilados y pensionados la administración de sus fondos, reteniendo 15.000 millones de pesos por año (al 2008) y un fondo consolidado de 300.000 millones de pesos, al mismo año. Fondos que obviamente se dilapidaron.

La estatización fue aprobada en el Senado por 46 votos a favor y 18 en contra. En el caso de la Cámara de Diputados, por 162 votos a favor y 75 en contra. Con ese enorme conjunto de ahorro previsional y los más de 200.000 millones de dólares de retenciones al campo, en los últimos 20 años se financió la fiesta populista y demagógica de la cual recién ahora comenzamos a salir.

Hace muy pocas semanas se realizó en Buenos Aires un evento del Instituto Cato, “El renacer de la libertad en Argentina y el mundo”, con economistas, expertos, comunicadores y empresarios, en la que participaron como oradores estrella el

exministro chileno José Piñera y el actual presidente argentino Javier Milei. Piñera, en su alocución, hizo referencia a aquella histórica reunión con el presidente Menem en 1991, en la cual él le pudo presentar el sistema previsional que finalmente se aplicó. Y que tuve el honor de impulsar.

Ex Secretario de Comunicaciones de la Nación

Por German Luis Kammerath para Diario Perfil

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