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Opinión

Los desafíos ante las familias ensambladas

Todos los individuos pasamos por procesos de integración de familias más o menos exitosos. Qué cambia con las familia ensambladas.
Mariela Mociulsky

Por Mariela Mociulsky

¿Se puede “ensamblar” una familia? Éste es un tema cada vez más frecuente en nuestros consultorios. Los pacientes (ya sean parejas, familias o individuales) traen los malestares y bienestares que se generan al intentar “ensamblar” familias que son producto de segundas o más uniones de la pareja. Y ambicionan llevarse lo mejor posible. Estos objetivos por supuesto exigen un importante trabajo emocional para todos los involucrados: el de construir, un “nosotros”. Construcción que a veces es necesario apuntalar.

¿Cuáles son los obstáculos que nos desafían cuando estamos frente a familias en proceso de “ensamblaje”?

En primer lugar podemos nombrar el deseo de ensamblaje de cada uno de los miembros de la pareja, que puede ser similar, desparejo o totalmente diferente. Observamos también la disposición y la aptitud de ambos para soportar el trabajo vincular y sufrimiento vincular que implica la integración.

Otro factor es el rol que jueguen los ex de la pareja: si actúan de una manera complaciente o combatiente -o sea, favorecedora u obstructora-, aunque en el segundo caso puede funcionar como el enemigo en común que los une. Con frecuencia los hijos pueden quedar presos de un conflicto de lealtades difícil de procesar, si resultan ser rehenes de alguno de los padres biológicos, que quedaron fuera de la nueva configuración familiar.

También nos encontramos con la carga despareja del trabajo psíquico que impone un ensamble familiar: hay quienes eligen activamente esta opción y quienes soportan esta carga pasivamente; se ponen en evidencia lo reparatorio y lo destructivo de cada quien -sobre todo de los hijos- en opciones que pueden ir de un polo al otro.

No menos importante es la etapa del ciclo vital por el que estén atravesando los integrantes de la familia: si están en constitución porque los hijos son pequeños, si hay hijos adolescentes con todas las complejidades propias de esa edad y si los hijos son adultos, independientes y aun así pueden facilitar u oponerse a los planes de ensamblar la familia.

Teniendo en cuenta las pérdidas y duelos a procesar debemos distinguir si: ¿La familia proviene de la separación de uno o ambos cónyuges? ¿O de alguna viudez? Las circunstancias peculiares que esto impone, con sus respectivas características. En el duelo por una muerte el cónyuge y los hijos ya no pueden fantasear con la re-unión de los padres. En cambio, en el duelo por separación puede persistir la fantasía (a veces concretada) de que éstos podrían volver a convivir.

Observamos también que pueden despertarse sentimientos con inusitada potencia, entre todos los miembros de la familia ensamblada, pero especialmente entre los hijos: rivalidades, celos, competencia, culpa. Estos pueden ser similares a los que circulan en cualquier familia, aunque con menos capacidad de experimentar “ambivalencia” (tolerancia de sentir amor y odio alternativamente).

Entre los ideales que preceden y presiden al ensamblaje a veces predomina el de constituirse en familia ideal tipo “Ingalls” o por el contrario y de mejor pronóstico resulta cuando sus miembros se disponen a aceptar medianamente las dificultades y lo suficientemente bueno que puedan ofrecer los otros.

Por último, nos encontramos con la historia de vida y tradiciones de cada miembro parental, si portan o no, en su haber, la procedencia de alguna familia ensamblada. Es importante aclarar que todos los individuos pasamos por procesos de integración de familias más o menos exitosos, ya que todas las parejas se arman en base a -por lo menos- dos bagajes culturales diversos y se portan las marcas que dichos procesos han dejado, como por ejemplo, hermanos peleados a muerte, familias diezmadas por esas peleas, migraciones o por el contrario portadoras de tendencias centrípetas actuantes a favor la integración.

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