
La visita de este lunes del presidente Javier Milei a la Casa Blanca reavivó en la memoria un episodio histórico que también tuvo a un mandatario nacional frente a su par estadounidense. Cuatro décadas atrás, Raúl Alfonsín protagonizó una escena que marcaría un hito en la historia de las relaciones entre Argentina y Estados Unidos: el día en que defendió la soberanía y la dignidad de su país con un discurso improvisado ante Ronald Reagan.

Corría el año 1985. La democracia argentina apenas comenzaba a consolidarse tras la dictadura, y Alfonsín buscaba fortalecer los vínculos internacionales del país sin resignar autonomía política. Su visita oficial a Washington tenía el objetivo de afianzar las relaciones con la administración de Reagan, en un momento en que América Latina atravesaba crisis de deuda, conflictos armados y presiones ideológicas derivadas de la Guerra Fría.
La jornada transcurría con los protocolos habituales hasta que, durante la conferencia conjunta en los jardines de la Casa Blanca, Reagan pronunció un discurso con tono paternalista hacia la joven democracia argentina. Ante ese mensaje, y sin previo aviso, Alfonsín pidió la palabra para responder.
Un discurso que quedó en la historia
Frente a diplomáticos, periodistas y funcionarios de ambos países, el presidente argentino improvisó unas palabras que marcaron para siempre la identidad de su gobierno y el espíritu de la época.
“El hombre, señor Presidente, para ser respetado cabalmente en su dignidad de hombre, no solamente tiene que tener la posibilidad de ejercitar sus derechos y prerrogativas individuales; tiene que tener la posibilidad de vivir una vida decorosa y digna.”
Aquella frase fue el eje de un mensaje que reivindicó la democracia, la justicia social y la soberanía nacional como valores inseparables. Con serenidad y convicción, Alfonsín recordó que la libertad política debía ir acompañada de condiciones de vida justas, y que el desarrollo de los pueblos no podía depender de tutelas externas.
El gesto sorprendió a Reagan y a buena parte de la prensa internacional, que al día siguiente destacó la “valentía política” del mandatario argentino. En la Argentina, el episodio fue celebrado como una reafirmación del orgullo nacional y de la palabra independiente de un país que volvía a ocupar su lugar en el mundo tras años de silencio y represión.
El legado del “Alfonsinazo”
Con el paso del tiempo, aquel momento fue bautizado por la prensa como “el Alfonsinazo en la Casa Blanca”. Más allá de la anécdota, simbolizó la voluntad de un presidente que entendía la política exterior no solo como un intercambio diplomático, sino como una expresión de principios.
Aquel discurso improvisado sintetizó una época en la que la Argentina buscaba reconstruirse sobre la base de la ética, la institucionalidad y la dignidad. Fue también una lección de palabra y presencia: la de un dirigente que, sin notas ni protocolo, logró que el mundo escuchara la voz de un país que volvía a ser libre.
Comentarios