Este 18 de septiembre se cumplen 107 años de un hecho trascendental para la historia educativa de Argentina y, en particular, para La Rioja. Ese día, en 1918, Joaquín V. González finalizó su gestión como rector de la Universidad de La Plata, institución que había fundado y dirigido desde 1905.
González, riojano ilustre y referente en el ámbito académico, político y cultural, fue un firme defensor de la educación pública como motor de transformación social y base de la democracia. Su compromiso con la formación universitaria trascendió generaciones y marcó el camino hacia una sociedad más justa e igualitaria.
Su discurso de despedida, titulado “La Universidad y el alma argentina”, fue una verdadera declaración de principios. Allí, González destacó que la universidad debía ser “la luz en las tinieblas”, capaz de guiar a la nación en sus sueños de grandeza, incluso en momentos de crisis social y política.
En este contexto, resulta imposible no vincular esas palabras con la actualidad. Ayer, miles de personas se movilizaron en todo el país, incluyendo La Rioja, en la Marcha Federal Universitaria, una manifestación masiva en defensa de la educación pública y contra el veto presidencial que afectaba el financiamiento universitario. Más tarde, la Cámara de Diputados rechazó ese veto, en una jornada que quedará registrada como un hito en la defensa de la universidad pública.
Fragmento destacado: La lección de optimismo
El texto más recordado de aquel discurso, conocido como “La lección de optimismo”, refleja el espíritu incansable y visionario de González. Hoy, más de un siglo después, sigue siendo una inspiración para estudiantes, docentes y toda la comunidad universitaria:
“Ya véis que no soy un pesimista ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota ninguna: a mí no me ha derrotado nadie; y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista; porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo.
¡Trabajo va a tener el Enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla! El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y aniquilar al adversario, obligándolo a recorrer distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera, y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño.
Y después el Enemigo no puede renovar su gente, por la fuerza o por el interés, que no resisten mucho tiempo; y entonces, o se queda solo, o se pasa al Amor, y es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible.”
Las palabras de Joaquín V. González, es profundamente inspirador y nos recuerda que la fuerza de las ideas, la educación y la esperanza son motores de cambio y resistencia, especialmente en tiempos de crisis.
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