Hace exactamente 10 años, Paul Walker (Glendale, California, 1973), protagonista de la taquillera franquicia Fast & Furious, fallecía en un accidente de coche. El actor viajaba como copiloto en un Porsche Carrera GT que se estampó contra un poste a unos 151 kilómetros por hora en una carretera de Santa Clarita, a 50 kilómetros al norte de Hollywood, incendiándose después. Tenía 40 años. El conductor del vehículo era su amigo, Roger Rodas, un exitoso financiero del banco Merrill Lynch, que también murió en el siniestro. Aquella noche, Walker había asistido a un acto benéfico en favor de las víctimas del supertifón Haiyan, que azotó Filipinas en el mes de noviembre de 2013, dejando más de 10.000 muertos. Walker era el fundador de la organización promotora del evento, Reach Out Worldwide, que puso en marcha tras los terremotos de Haití en 2010, con la intención de brindar ayuda a las personas afectadas por desastres naturales.
El trágico suceso, que conmocionó a Hollywood, eclipsó, no obstante, las buenas intenciones del intérprete. La historia era demasiado jugosa. A pesar de que el actor no iba al volante, el epitafio parecía escribirse solo: vivió deprisa y murió joven.
Antes de morir, Paul Walker mantenía una relación con Jasmine Pilchard-Gosnell, de 23 años, con quien vivía en Santa Bárbara (California). También vivía con su hija, Meadow Walker, entonces una adolescente de 15 años, fruto de su relación con Rebecca Soteros. Tras su muerte, su hija demandó a Porsche en septiembre de 2015. En esta acción legal, Meadow Walker acusaba al fabricante de coches de escatimar en las medidas de seguridad y les responsabilizaba de la muerte de su padre que, según alegaban sus abogados, sobrevivió al golpe, pero no pudo escapar de las llamas, puesto que quedó atrapado en el vehículo. Porsche contestó dos meses después, negando cualquier responsabilidad y afirmando que el actor asumió voluntariamente los riesgos de ir en el vehículo y de hacerlo a una velocidad que los expertos estimaron en más de 150 kilómetros por hora.
En abril de 2016, un juez desestimó que hubiera fallos de fabricación en el automóvil en el que falleció. Ese mismo mes de 2016, Meadow Walker volvió a la actualidad cuando un juez dictaminó que la familia de Roger Rodas, el piloto que conducía el vehículo, debía indemnizarla con 10 millones de dólares. Una forma de reconocer que el conductor sí tuvo parte de responsabilidad en la muerte del intérprete, que se encontraba en un momento álgido de su carrera. “Dicha cantidad solo cubre una parte del dinero que Paul Walker habría obtenido si su vida no hubiera sido interrumpida trágicamente”, explicó entonces el abogado de Meadow a la revista People.
Mientras tanto, Meadow Walker también ha trabajado en labrarse una carrera. En 2017, fichó por la prestigiosa agencia de modelos DNA Models, entre cuyas filas se encuentran también Emily Ratajkowski, Kaia Gerber o Laetitia Casta. Desde entonces, ha trabajado para firmas como Proenza Schouler o Givenchy. En 2021, se casó con Louis Thornton-Allan. La boda copó titulares de varios medios por un curioso detalle: la novia caminó hacia el altar del brazo de Vin Diesel, amigo íntimo de su progenitor y compañero de reparto en las películas que le hicieron famoso, además del tutor legal de Meadow tras la prematura muerte de Paul Walker.
Vin Diesel es, precisamente, la otra persona que más ha trabajado por mantener vivo el legado del actor. El pasado 13 de septiembre, el día en el que Walker hubiese cumplido 50 años, Diesel volvió a rendirle homenaje a través de su Instagram, publicando una imagen en la que aparecían juntos: “Para mí, esta imagen representa el momento en el que supe que seríamos hermanos para la eternidad. Era enero de 2010, la noche de antes de que nos fuésemos a Haití... y refleja la alegría y la pasión que te generaba ayudar a los demás. Decías que los servicios de emergencias no debían esperar, y que querías dedicar tu vida a eso. Ese eras tú. Y lo compartiste conmigo, tu hermano”.
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