Divididos por la felicidad fue un disco icónico porque se trató de un conglomerado de estilos hilado por una banda musical sólida y el liderazgo de un artista único: Luca Prodan. Y a 39 años del primer disco de Sumo, resulta inevitable recordar la calidad musical de aquel trabajo tanto como la tragedia de Luca Prodan.
Una tragedia que tuvo su punto cúlmine el 22 de diciembre de 1987, cuando lo encontraron muerto en la pensión del porteño barrio de Monserrat en la que dormía, muy cerquita del tradicional Colegio Nacional Buenos Aires.
Muy significativo en Luca, en definitiva, porque si algo caracterizó la primera parte de su intensa pero, al cabo, corta vida, porque falleció a los 34 años, fue el tradicionalismo de su educación en el Gordonstoun School de Escocia, un aristocrático campus escolar británico en el que se formó entre otros el Rey Carlos III, unos años mayor que Prodan.
Ahí adquirió conocimientos, consolidó su rebeldía y vomitó su desprecio por un tipo de vida que no deseaba y que lo terminó llevando a arruinar la suya, víctima de sus adicciones a la heroína, el alcohol y un drama familiar que lo derrumbó.
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