La muerte de Zoe Robledo, la nena de 9 años baleada en la cabeza mientras jugaba en el patio de su casa en San Miguel de Tucumán, destapó una trama de violencia que hace tiempo late en silencio en el barrio San Cayetano: amenazas, robos, disputas entre bandas y una lógica mafiosa que se cobra vidas en plena infancia.
La investigación apunta a que el ataque no fue un episodio aislado ni una bala perdida: fue una represalia planificada, vinculada a un conflicto previo entre la familia de Zoe y el llamado clan Juárez, un grupo delictivo señalado por robos de motos y manejo territorial en la zona.
Según denunció la madre de la nena —que ya había advertido varias veces a la Policía sobre hechos de violencia protagonizados por ese grupo—, el tiroteo ocurrió horas después de una nueva acusación contra ellos. Y esta vez, la respuesta llegó directo a la puerta de su casa.
El jueves por la tarde, cuatro atacantes —dos en moto y dos a pie— se plantaron frente a la vivienda y abrieron fuego a sangre fría, sin importar que había chicos jugando. Entre las pruebas que más estremecieron a los investigadores aparece un dato clave: uno de los agresores filmó toda la secuencia con su celular, lo que refuerza la hipótesis de un mensaje mafioso.
El presunto autor material del disparo que mató a Zoe fue identificado como Alejandro Francisco Juárez, alias “Chueco”, hoy detenido junto a otros tres sospechosos. Dos de ellos son menores de edad y todos tienen antecedentes, incluido un intento de homicidio.
El crimen desató una reacción inmediata en el barrio. Vecinos furiosos incendiaron al menos tres casas vinculadas al clan Juárez, en un estallido de bronca que expuso un territorio tomado por el miedo y la ausencia del Estado.
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