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Sociedad ALCOHOL

Un esperanzador fármaco podría reducir las ganas de beber alcohol

Investigadores españoles identificaron una molécula que disminuye la motivación por beber alcohol y reduce la recaída alcohólica en roedores. ¿Estamos ante una nueva terapia?

Ver cómo se comporta una persona borracha puede resultarnos llamativo, o incluso gracioso: no coordina sus movimientos, suda sin control, se marea y dice cosas sin sentido.

Imaginemos esta situación cada día. Con problemas añadidos de concentración, atención y memoria. Sin ser capaz de parar de beber, a pesar de ser muy consciente de los síntomas que va a experimentar. Y que cada día se convierta en una lucha constante por conseguir beber alcohol. Pues esa es la vida de un alcohólico. Y no, no es nada divertido.

Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 280 millones de personas en el mundo sufren algún problema con el alcohol. El 5% de todas las muertes se deben al consumo de esta sustancia, siendo Europa la región más perjudicada. Lo preocupante es que estas cifras no paran de subir, especialmente entre los más jóvenes, como consecuencia del conocido “botellón” o consumo por atracón.

Más allá de la adicción, beber alcohol aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades físicas y mentales, como ansiedad y depresión.

Si queremos que nos sirvan una copa solemos ir a un bar o a una discoteca. Eso hace que las luces y la música de estos lugares se conviertan en señales que nos animan a consumir alcohol.

Nuestro cerebro está programado para identificar conductas que son beneficiosas para el organismo o la especie. Y una vez identificadas, generan una recompensa química a nivel cerebral, para aumentar la probabilidad de que la conducta se repita en el futuro. Esto se conoce como modelo de aprendizaje operante.

Pues bien, si lo aplicamos al alcohólico, su cerebro aprende que un contexto (discoteca) y unas señales (luces, música) llevan a una recompensa (alcohol). Esta recompensa le hace sentirse bien (alegría, diversión), por lo que va a intentar repetir la conducta (pedirse más copas), manteniendo de esta forma la dependencia al alcohol.

Por eso si una persona quiere dejar de beber, lo primero que se le suele recomendar es que evite los lugares, los contextos donde solía consumir bebidas alcohólicas. Para evitar verse incitada.

Más allá de evitar la tentación, existen estrategias farmacológicas para ayudar a romper con la dependencia del alcohol. Concretamente existen tres medicamentos que cuentan con la aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) como tratamiento para el alcoholismo: disulfiram, acamprosato y naltrexona. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) añadió a estos tres medicamentos un cuarto: el nalmefeno.

Todos ellos se utilizan para tratar los síntomas negativos que aparecen en el período de abstinencia o para reducir el deseo por el alcohol. Sin embargo, no suelen tolerarse bien, ya sea por sus efectos secundarios o porque no consiguen evitar las recaídas. Y eso les lleva a no lograr, en muchos casos, su propósito terapéutico.

De ahí la importancia de seguir buscando nuevos tratamientos para atajar este problema.

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