El papa Francisco guardó una última sorpresa para su despedida: pidió que el cajón con su cuerpo fuera trasladado en su papamóvil blanco y no en coche fúnebre en su último viaje.
La elección de ese vehículo transformó el clima de esta histórica procesión, la primera en décadas de un papa muerto en el Vaticano que decide ser enterrado fuera de allí. Fue un último mensaje de esperanza del papa Francisco, que fue despedido a lo largo del recorrido de 6 kilómetros con aplausos de decenas de miles de personas que abarrotaban las veredas. Eran aplausos llenos de agradecimiento, con algunas lágrimas de emoción, pero también de alegría, de reconocimiento por un pontífice llegado desde el fin del mundo, un outsider, que descontracturó el papado. Y que con su forma auténtica, simple, sincera, directa, de comunicar, llegó a todos con su mensaje de paz, esperanza y en favor de los últimos y descartados.
El papamóvil blanco, con el féretro del Papa bien visible, salió de la puerta del Perugino del Vaticano, a las 12.30 locales (7.30 en la Argentina) y llegó menos de media hora después a la Basílica de Santa María la Mayor, cuyas campanas, a diferencias de las de la Basília de San Pedro al final de la misa, repicaban en señal de fiesta.
En las escalinatas de la Basílica que siempre prefirió, que queda muy cerca de la embajada argentina ante Italia de la Piazza del Esquilino, lo esperaban 40 personas, representantes de los olvidados, los vulnerables, los débiles, con una rosa blanca -su flor preferida-, en mano. Había migrantes, detenidos con un permiso especial, personas trans, marginados, indigentes, es decir, el colectivo que siempre puso al centro de sus preocupaciones. Y al que siempre defendió y respaldó, hasta el final.
No es casual que su última salida del Vaticano, en efecto, fue a la cárcel romana de Regina Coeli, el Jueves Santo. Allí, por primera vez, no pudo lavarles los pies a los detenidos, como hizo Jesús en señal de servicio, pero no importó. Francisco, el papa de los gestos, de los pies en la tierra, que siempre pensó que la realidad es superior a la idea, quiso estar con ellos. Y recordarles que Dios es misericordia y que Dios lo perdona todo.
Durante el recorrido desde el Vaticano, el papamóvil con los restos de Francisco -un hombre vestido de Papa, como lo definen muchos italianos-, no hubo clima de luto. Se respiraba otra cosa, casi parecida a la alegría. ¿Por qué? Porque con el sorpresivo papamóvil a nadie se le ocurría pensar en la muerte, sino en la vida. Y en todas esas veces en los últimos doce años de su vida en que el papa Francisco usó el papamóvil en sus 47 viajes internacionales, llevando con pasión y determinación su mensaje evangélico.
Venía a la mente, por ejemplo, el viaje a Río de Janeiro, al principio de su pontificado, cuando alentó a todos, con metáforas futbolísticas, a mirar siempre para adelante, a no tener miedo. Y llamó a los jóvenes a “hacer lío”, aunque, al final, el lío lo hizo él, revolucionando una Iglesia que, como recordó el cardenal Re en su conmovedora homilía, debe ser un hospital de campaña que cura a los heridos de hoy e incluye a todos.
A las 13 hora local (8 en la Argentina), después de que el féretro fue llevado adentro de la Basílica de Santa María la Mayor, en medio de cantos en latín, unos niños que formaban parte del grupo que lo recibió, llevaron las rosas blancas hasta la capilla de l Virgen salud populi romani, el ícono bizantino de la Virgen venerado desde hace siglos por los jesuitas -san Ignacio de Loyola celebró su primera misa en este templo- al lado de la cual quiso tener su descanso final.
FUENTE: LA NACIÓN
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