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1591 Cultura + Espectáculos LA MIRADA SOBRE EL MUNDO

Desnudos en un etnocentrismo cultural

Parece que nuestro arraigado y nocivo etnocentrismo cultural simplemente cambia de packaging ante la deteriorada biblioteca que se desintegra en algunas cápsulas facilistas que no saben ni huelen a nada.
María del Pilar Carabús

Por María del Pilar Carabús

Las cosas son lo que somos, imponer identidades parece ser la persistente consigna.

Corre nuestra existencia junto a rígidos preceptos culturales encasillados en pequeños y grandes compartimentos envasados en un supermercado de nuevos contenidos pseudo intelectuales llamados avances tecnológicos.

Parece que nuestro arraigado y nocivo etnocentrismo cultural simplemente cambia de packaging ante la deteriorada biblioteca que se desintegra en algunas cápsulas facilistas que no saben ni huelen a nada. En el tacto solo una pantalla, en el olfato un híbrido, en la vista muchos colores que nos engañan disimulando un vacío.

Todo está sobrecargado de adornos, la técnica prevalece por sobre la creación de un pensamiento crítico, hasta Yayoi Kusama con su marketing genera instalaciones artísticas de manera compulsiva, como un producto fresco a ser vendido que perecerá, acompaña en la góndola una historia atrás tan irreal que se vuelve real por la mera repetición de imágenes, propaganda la llamaban algunos.

Vayamos al salvataje de Hume para no ahogarnos, el filósofo nos habla de nuestra dualidad, somos lo uno y lo otro y lo otro. Un compendio de fragmentaciones y personalidades que hablan a la vez.

Aceptar ese dualismo es la ventana de apertura, para aprender a alejarnos de un viejo, conveniente y falso sistema de unidad llamado yo, un absurdo estático que no es tal. La consciencia está en constante cambio, cómo el río y su corriente. Esa ilusión de dejarnos llevar por algo construido por otros nos deja aislados en una esfera sin salida que no es nuestra y no nos pertenece.

¿Será quizá por eso que nos sentimos tan incómodos en nuestra existencia?

¿Entre tanta estructura, somos capaces de construir una identidad verdadera con lo que todo eso conlleva, implica?

¿Tenemos la fortaleza de romper con lo estipulado?

Sabemos que nuestro cerebro busca siempre la comodidad, lo que puede clasificar fácilmente, se aferra a analogías por repetición, a lo conocido. El otro es un extraño forastero que pone en peligro nuestro hogar.

Nos enseñaron a comportarnos como una misma figura, cuando en realidad convivimos con diferentes personajes exquisitamente orgánicos, que en síntesis nos hacen tremendamente ricos.

Allí el punto que choca con un etnocentrismo cultural donde creemos o consideramos superiores nuestros parámetros culturales con respecto a los otros -según la antropología-.

De una forma u otra ese esquema de una sola identidad impide el aprendizaje, nos limita.

Despojarnos es fundamental, alejarnos del prototipo, de los guetos, del clan, ver la luces de otras galaxias.

Sócrates es uno de los dignificadores ejemplos de disidencia por amor propio a sus ideales, a su libre pensamiento.

Fue condenado y murió por un ideal supremo, no quiso huir a otro lugar, luchó por lo que amaba y consideraba su hogar (la palabra se repite siempre), su patria, su polis.

Finalmente en una metáfora se libera de la cárcel de Atenas, con su muerte se deshace de su cuerpo, su otra cárcel.

Indudablemente fue peligroso para los Griegos dejarse impregnar por las incisivas preguntas y reflexiones de Sócrates, mucha luz en las tinieblas de los gobernantes, que, lejos de las ideas de Platón, nunca son lo suficientemente sabios, sí es que llegan a serlo «la sátira del filme “Forrest Gump” lo define muy bien».

En esa época las calles pensaban con este mítico referente, ese fenómeno debía ser suprimido con alguna falsa acusación, para desterrar cualquier revolución intelectual. Son ellas las que generan los verdaderos cambios.

Pensamiento ese diálogo viviente.

“Inteligente es el hombre libre, que se gobierna y por lo tanto puede gobernar a los demás, es decir educarlos y hacerlos inteligentes en ese autogobierno que produce la verdadera libertad”.

El rol de la educación como cosmovisión de un mundo de posibilidades abiertas a cualquier corriente nos permite una bisexualidad cultural, para luego elegir lo que más se asemeja a nuestra identidad, en eterna e inacabada construcción.

Explorar el mundo es la herramienta primordial para llenar nuestra mente de multiplicidades. Ser libres pensadores para generar oportunidades fuera del campo de juego.

James Baldwin, uno de los mayores intelectuales Afroamericanos desde su lugar de lucha nos dice: “El propósito de la educación es crear en una persona la capacidad de mirar el mundo por sí misma, de tomar sus propias decisiones”.

No depender es ser libre, parte del proceso es salirnos de la realidad para poder reflejarla en otra habitación del alma.

Quiere mucho

El que tiene el afán de conquistar el mundo

Quiere más

Quién con su ímpetu

Opta por desterrar

Lo que le es impropio

A sus alas

Quiere además

El que busca caminos adversos

Para llegar a lo que le pertenece

Ese talento inherente

Qué muchas veces es invisibilizado por el resto

La respuesta está en la incomodidad

De un camino que constantemente

Nos permite elegir

Cuando algo necesita ser impuesto

Un signo de interrogación

Debe abrirse a nosotros.

Todos merecemos la irrepetible oportunidad de un libre albedrío como fuente transformadora de una realidad contaminada.

Esa niña de 11 años en una Escuela Rural de Neuquén llamada Nicolás Avellaneda, con el único recurso de una sábana blanca junto a un proyector, miraba con su maestra y compañeros la vida de “Farinelli” el gran cantante Italiano de ópera castrato. Esa tarde algo cambió en ella para siempre, otra realidad paralela traspasó inconscientemente su esencia, un nuevo mundo de amor al arte como pasadizo perfecto para transitar las olas de la vida con más belleza le fue dado.

LA AUTORA

MARÍA DEL PILAR CARABÚS. ABOGADA, ESCRITORA, COMUNICADORA, MBA “ESPECIALISTA EN DERECHO CONSTITUCIONAL Y DERECHOS HUMANOS” (MINORÍAS Y GRUPOS VULNERABLES) UNIVERSIDAD DE BOLONIA, ITALIA.

LA MIRADA SOBRE EL MUNDO

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