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1591 Cultura + Espectáculos PALABRAS SIN TIEMPO

Ligia da Costa Oliveira de Matta está aquí

A través de un texto de Alicia Corominas, el suplemento 1591 rescata la historia y la presencia de una mujer que sigue siendo faro para las nuevas generaciones.
Alicia Corominas

Por Alicia Corominas

Evocar las personalidades que dieron vida y luz a la cultura riojana, es nuestro propósito.

Hoy traemos a Ligia Da Costa Oliveira de Matta, riojana que nació en 1929 y nos dejó en 2021, a los 92 años.

Hablar de la abogada Ligia Da Costa Oliveira de Matta nos exige una síntesis porque su vida fue intensa y prolífica. Dejó innumerables anécdotas que la definen. Publicó dos libros: “La Rioja y el Colegio Nacional de los 40” (1996) y “Contando Mi Historia” (2004).

Nada mejor que sus palabras para conocer la vida y obra de Ligia, en su segundo libro, “Contando Mi Historia”, que paso a comentar.

En el prefacio que tituló “Palabras de la Autora”, sitúa el transcurso de su vida en la Rioja, Buenos Aires y Chaco. En Buenos Aires cursó los estudios universitarios y vivió varios años con su esposo y los primeros hijos. Al Chaco se trasladaron un tiempo y regresaron a La Rioja para quedarse definitivamente.

En la introducción de esta obra, su autora nos dice que quiere recordar, en primer lugar, a sus padres, abuelos y a las personas que dejaron profundas huellas en su espíritu y que tuvieron influencia determinante en su vida.

El primer capítulo se titula “Don Ventura” y está dedicado a su padre a quien recuerda como: “un apuesto joven lleno de inquietudes, de origen muy humilde”. Llegó a La Rioja en 1923 con el título de “Cortador Sastre”, oficio muy preciado en aquellos tiempos, cuando los trajes para hombre se confeccionaban a medida, lo cual requería profesionalismo, ya que la clientela a satisfacer era muy exigente en La Rioja.

Ventura Da Costa Oliveira había nacido en Misiones, pero a los 14 años, cuando “se deshizo su humilde hogar”, cuenta Ligia que se embarcó como polizón junto a su hermano mayor y desembarcaron en Santa Fe. En ese destino, el joven Ventura hizo todo cuanto pudo para sobrevivir y aprendió lo que más tarde sería su ocupación como sastre.

Ya en La Rioja, ganó muchos amigos porque tenía una simpatía desbordante. Se interesó por la política, defendió las ideas socialistas de Alfredo Palacios y Juan B. Justo, y luego continuó militando en el radicalismo.

En 1927 se casó con una hermosa joven, María del Carmen González, egresada del Secundario como bachiller y con proyectos de seguir estudiando en Córdoba. Pero, según nos cuenta Ligia, la madre de Carmen “pensó darle mejor destino, casándola con este joven buen mozo, trabajador pero pobre que tanto a ella como a don Joaquín Puigdomenech (su esposo) los había conquistado y al que decidieron ayudar.” De la unión de Ventura con María del Carmen nació Ligia. Sus padres ya eran propietarios de un negocio en pleno centro de la ciudad, Casa Oliveira, una de las tiendas más elegante y preciada por su buen gusto, en La Rioja. Estaba ubicada en la calle Bartolomé Mitre, hoy San Nicolás de Bari, al 670. En ese local instalaron el taller de alta costura con artículos para hombre y una perfumería.

Alrededor de 1940, Don Ventura fue elegido concejal de la Municipalidad, cargo que desempeñaba “ad honorem”. Cuando sobrevino la revolución militar de 1943 y cambió el gobierno, Don Ventura empezó a sufrir la deslealtad de algún amigo, la persecución política y hasta encarcelamientos, “simplemente por su conocida postura política”.

Al final de este capítulo, la autora expresa: “Cuántos prejuicios sociales, políticos y religiosos llevamos vividos en desencuentros los argentinos.”

En el capítulo siguiente, “Una chiquilla inquieta”, se refiere a su infancia y cuenta que nació en la misma calle de Casa Oliveira, a solo media cuadra de la iglesia catedral y de la Plaza 25 de Mayo. Aunque era pleno centro, todavía las calles ean empedradas, con una acequia por la que corría el agua de las lluvias. Diariamente, esas calles eran recorridas por burritos cargados de frutas y verduras traídas desde Sanagasta y Cochangasta.

Es en este capítulo donde Ligia describe sus primeros años escolares; habla de la disciplina impuesta y exageradamente rígida de esos tiempos, cuyo lema era: “la letra con sangre entra”. Ligia concurría a la Escuela Bartolomé Mitre. Recuerda el fervor con el que celebraban las fiestas patrias, las exposiciones de trabajos manuales a fin de año, los aprendizajes valiosos que le aportaron materias que ya no se dictan como mineralogía, moral y urbanismo. Sobre esto nos dice: “…la preparación obtenida en esta escuela primaria superaba en calidad y cantidad a la de un bachiller actual…” Y se pregunta “¿Qué ha pasado con la educación argentina? y en especial con la riojana?”, y termina el capítulo con una severa crítica a la política educativa de ese momento. Recordemos que el libro se escribió antes de 2004.

En el capítulo 3, “Mis vacaciones de infancia”, Ligia Oliveira de Matta rememora la casona de sus abuelos maternos en la calle Buenos Aires y se refiere a las Navidades: habla de los pesebres, las pacotas y villancicos. Menciona las bebidas propias de esas festividades: aloja y añapa, que se preparaban con algarroba molida. Continúa recordando los Carnavales de febrero y los preparativos para “chayar”: baldes, tarros, bombitas con agua, harina, albahaca, para “el engrudamiento total de los participantes”, como ella lo expresa.

Recuerda también el “corso de flores” por la calle 9 de julio, con “autos descapotados, niños disfrazados, bombitas, ramos de flores y serpentinas que se cruzaban entre las veredas con aplausos, gritos de alegría, musiqueros y canciones.” También menciona el corso oficial que se realizaba en el Boulevard Sarmiento, hoy Avda. Pte. Perón, un desfile de comparsas y carrozas que transportaban a las “mascaritas” aspirantes al premio del jurado, instalado en el palco oficial. Todo se engalanaba con serpentinas, lanza perfume (los famosos pomos) y papel picado.

Para entonces, la Chaya propiamente dicha, se había instalado en los barrios de las afueras de la ciudad, con enharinados a caballo o en burro, bailes, versos y dichos picarescos, que subían de tono según el grado de ingesta alcohólica de los cantores y chayeros.

En el capítulo 4, “Mis Abuelos”, se refiere a los tres que conoció: dos abuelos maternos y el abuelo paterno, Isidro Da Costa Oliveira, quien recién volvió a ver a su hijo cuando ya vivía en La Rioja. Del abuelo Isidro cuenta que llegó poco antes de que ella naciera y nos dice: “fue mi primer cuidador, el que cambiaba mis pañales, me daba la mamadera y me mecía en sus brazos al son de viejas tonadas que, por esas cosas de la vida, volví a escucharlas y hasta cantarlas en el Coro Universitario.” Recuerda igualmente “su claro silbido perfecto, imitando a los pájaros del bosque de las regiones litorales que él tan bien conocía.” La evocación del abuelo Isidro termina con el mensaje que Ligia le dedica: “Abuelo querido, tus canciones aún suenan en mis oídos y juro que nunca te olvidé.” Este abuelo murió de tristeza cuando Ligia se trasladó a Buenos Aires para ingresar a la universidad.

Guarda también muy buenos recuerdos de sus abuelos maternos: Joaquín Puigdomenech que no era su abuelo de sangre “pero sí de corazón”. Era catalán, republicano y antimonárquico, poco instruido, según nos cuenta. Se ocupó de agricultor mediero en La Costa, cuando llegó a La Rioja. Luego se trasladó a la ciudad capital. Fundó, con otros españoles, la Sociedad de Socorros Mutuos de la que fue presidente y llegó a ser vicecónsul de España en La Rioja. Se casó con quien sería la abuela materna de la autora, Doña María González Gutiérrez, 20 años menor que él. En la esquina de Urquiza y Buenos Aires, estos abuelos tenían un almacén de ramos generales. Su abuela María, en palabras de la autora: “Era una mujer de trabajo, sufrida y llena de bondad. Eso la llevó a ser siempre un poco madre de todos los pobres del barrio. A ella acudían con sus penas y necesidades y siempre eran atendidos.” Todos los días tenían una mesa tendida con comida, pan y vino, en el depósito de leña y mercadería, al que accedían por un portón que se abría sobre la calle Urquiza.

La descripción que hace de su abuela María me lleva a comprender algunas características personales de Ligia, puestas de manifiesto cuando ya se desempeñaba en la función judicial, como Fiscal y Defensora de Pobres y Ausentes. Para demostrar lo que expreso, voy a reproducir un párrafo del capítulo 19, “La Función Judicial”, donde constan todos los cargos que desempeñó y numerosas anécdotas. En este capítulo Ligia cuenta: “En muchos casos, por no decir en todos puse una cuota de razonamiento y mediación humana, tocando los sentimientos, buscando y descubriendo los motivos de las conductas, que estaban ocultos aún para los propios protagonistas y logré que la gente en conflicto se reconciliara”. Y más adelante agrega: “En otros casos no fue así, pero reconozco que yo había encarado mi función como un apostolado y lo hacía no sólo con mi intervención sino hasta cobijando a la gente en peligro, necesidad o crisis, dándoles la ayuda material necesaria en cada ocasión.”

Desde el capítulo 5, Ligia Da Costa Oliveira comienza a referir, con mayor precisión, su vida personal, profesional y la obra monumental que construyó con el acompañamiento de su esposo, Camilo Orlando Matta, abogado y doctor en Economía Política. Ambos constituyeron una hermosa familia con seis hijos: dos varones y cuatro mujeres que también se destacaron en la provincia y trascendieron a nivel nacional e internacional, como lo hizo Camilo Matta, hijo de Ligia y Camilo Orlando. Imposible dejar de mencionarlo a este músico descomunal que nos dejó recientemente y a muy corta edad. Camilo Matta, como él mismo se describe, fue cantor, arreglador de música coral, director de numerosos coros y compositor. Sus obras son inolvidables y las seguimos escuchando en grabaciones que nos dejó y en las innumerables interpretaciones de músicos destacados en el país. Foto de Camilo

Ligia, su madre, en los sucesivos capítulos de los dos libros que nos dejó, sigue un orden cronológico: desde la infancia y adolescencia de “niña montañesa”, como supo calificarse, y continúa con recuerdos de su madurez, algunos dolorosos, como suelen darse cuando asumimos la responsabilidad de nuestros propios actos y enfrentamos la realidad, cambiante y llena de desafíos. Así nos enteramos de que Ligia cursó el Bachillerato en el entonces Colegio Nacional “Joaquín V. González” de La Rioja. Sobre esta etapa de su vida alegre y bullanguera nos habla en el libro “La Rioja y el Colegio Nacional de los 40”, dedicado a sus hijos y nietos, donde menciona “la importancia del amor y la amistad como sostenes de la vida”. A este libro lo escribió cuando su promoción de bachilleres cumplía las Bodas de Oro en 1946. Del Epílogo extraigo un párrafo: “¡Cuántos cambios (…) en este medio siglo!! Por mencionar algunos diremos: fotocolor, televisión, viajes espaciales, cibernética, telefonía celular, medicina nuclear, informática, cirugía microcelular, adelantos monstruosos en los sistemas de audio con comunicaciones nítidas y simultáneas entre continentes, viajes en aeronaves supersónicas, difusión de la ecología, etc. etc. Pero como contrapartida de tantos adelantos, el hombre que a través de ellos parece estar más cerca y comunicado con el mundo y sus semejantes, se encuentra inmerso en la más angustiante soledad.”

En las vacaciones 1946-1947, Ligia se trasladó a Buenos Aires, ingresando en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional. Aún persistía la prevalencia de los mandatos paternos y según ella nos cuenta: “Fue mi padre el que me pidió decirle adiós a mi amor adolescente y también decidió que iría a estudiar a Buenos Aires.”

Quede claro que Ligia amaba la música, su auténtica vocación, y que había estudiado piano desde muy pequeña en el Conservatorio Fracassi donde obtuvo el título de Profesora Superior de Música. No había espectáculo en la ciudad que no contara con su participación pues dedicó gran parte de su vida a la música que fluía naturalmente en ella. Era tanta la belleza de sus interpretaciones que admiraba a propios y extraños. “Diciendo tango” fue otra obra que nos dejó, un disco de tangos interpretados a piano por ella.

En “Contando Mi Historia” recuerda que el director del Coro Universitario, Manuel Gómez Carrillo, la escuchó tocar el piano y le ofreció recomendarla al maestro Vicente Scaramutzza. Ligia preguntó sobre el tiempo que le exigiría el estudio de este instrumento y le respondió que 7 horas diarias, lo cual significaba que debía abandonar sus estudios de abogacía. Al respecto termina diciendo: “privó la obligación sobre la vocación”. ¿Cuál era la obligación que pesaba tanto? nos preguntamos, y la respuesta es una: el compromiso que había asumido ante el deseo de sus padres.

Fue en esta etapa, lejos de La Rioja, cuando Ligia vivió momentos inolvidables que le imprimieron templanza a su carácter. Sobre este tiempo, nos dice: “Sonaban en mis oídos las prevenciones de mis padres acerca de (…) los problemas que de ahí en más podían presentarse en mi vida. Ese santo temor y la mano de Dios supieron protegerme y crear en mí una autovaloración que me indujo a relacionarme con mis mejores compañeras y seleccionar de entre ellas a las que serían mis amigas de toda la vida.”

Efectivamente, Ligia tuvo la posibilidad de relacionarse siempre con personas importantes, profesionales de trayectoria o artistas destacados que le brindaron no sólo “su inapreciable amistad sino valiosas enseñanzas”, nos dice. Pero, como tuve la suerte de conocerla, me atrevo a decir que era ella la que atraía las buenas relaciones, porque Ligia poseía un espíritu luminoso que supo entregar con profusa generosidad.

En el campo de la Música fue docente, organizó y participó en conciertos líricos y en audiciones radiales en la inolvidable LV14 Radio La Rioja. Su voz era inconfundible y se conoció desde que era muy joven, difundiendo la música clásica y popular, más otras manifestaciones artísticas, porque así lo permitía su amplia cultura.

En cuanto a su profesión de abogada desempeñó cargos destacados en la Justicia de la provincia: Fiscal y Defensora de Menores, Juez de Instrucción en lo Penal, Juez de Cámara en lo Civil. Fue Especialista en Derecho de Familia y Minoridad, coautora de proyectos de leyes sobre el tema, directora del Archivo Judicial, secretaria y luego vocal del Consejo Profesional de Abogados y Procuradores de La Rioja.

Ya jubilada realizó estudios de Literatura, como alumna libre en el Profesorado “Albino Sánchez Barros”, posiblemente para perfeccionar lo que ella llamó “veleidades literarias”. Pero en oposición a lo que pensaba sobre sus escritos, puedo asegurar que no eran antojadizos ni significaron “deseos vanos”. Por eso dejé para el final este poema publicado en 1999:

ACERCA DE MIS CABALLOS SALVAJES

Son mis caballos salvajes

los que luchan por salir

para llevar adelante mi fantasía sin fin.

Mis años y la experiencia

desalientan la partida

e interiormente repito

¡basta ya, se va la vida!

Siempre llevaba en mi alma

la ilusión de algún después

perfecto, maravilloso,

al que pudiera aprehender,

pero siento que se aleja

que ya no lo alcanzaré.

Hoy lamento la obediencia,

el temor y el deber ser;

y así vivo en esa pugna

de lucha y resignación

de desengaño o creencia

de avance o inacción,

buscando siempre en los gestos

de los hijos de mi sangre

un porqué para vivir.

Y es allí donde me encuentro

con mis corceles salvajes

siempre prestos a salir para sacar de mi alma

ese “después” tan soñado

o la ilusión que no fue.

Y así me pongo en acción

con mis caballos salvajes

que con sus crines al viento

llevarán mi fantasía

hacia el espacio infinito

de donde no volveré.

Para terminar, confieso que ha sido muy grato para mí haber podido desgranar algunos recuerdos sobre Ligia Da Costa Oliveira de Matta. Quienes la conocieron tendrán mucho más para agregar y los jóvenes, seguramente confirmarán lo que hoy decimos, si conocen a sus descendientes, artistas de primer nivel, semillas de elevada calidad musical que Ligia sembró y hoy hacen crecer y expandirse a la cultura riojana.

LA AUTORA

Alicia Corominas nació en La Rioja. Su campo de acción abarca la educación, el arte y la investigación. Escribió artículos y documentos publicados en diarios provinciales y en la “Revista Latinoamericana de Innovaciones Educativas”. Elaboró el proyecto “La integración de las áreas disciplinares en la escuela primaria. Núcleo generador de aprendizaje el cólera. Uso del diario como recurso educativo”, seleccionado por el Ministerio de Cultura y Educación de la República Argentina y publicado en la «Revista Latinoamericana de Innovaciones Educativas”, Año IV, N° 9, de la O.E.A. (1992). Integró la comisión de elaboración, producción, diseño y evaluación de la obra “Enseñar a pensar modos de conservar produciendo”, (6 tomos) destinados a capacitación docente. Publicó los poemarios: “Como el ave”, “Lágrimas celestes”, “Tres indecisas lágrimas”, “Gota a gota” (poemas y textos breves) y “Así te nombro, mi Rioja” (poemas históricos y microrrelatos). Antologías. “El amor de los riojanos”, “voces con alas”, “Antología federal de poesía. Región noroeste”, Consejo Federal de Inversiones (CFI; “Tu” tercera antología poética del tercer concurso internacional de poesía. Madrid, España. Antologías “Los imagineros”I, II y III. Publicaciones en revistas y libro digital proyecto BCR, “100 poetas por la paz”, entre otros. Publicó las obras de investigación histórica “Técnicas artesanales. Conservación y desarrollo en La Rioja”. Investigación sobre artesanías tradicionales de la provincia. “Desandando La Rioja” (2 ediciones). Investigación interdisciplinaria sobre las culturas prehispánicas que ocuparon el actual territorio de la provincia. “Severa Villafañe. Una historia inconclusa” (dos ediciones) investigación histórica sobre una mujer riojana. “Persistente esclavitud. Formas actuales de discriminación y sometimiento”.

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