Como un presagio del destino, de pequeño su color favorito era el verde. Con apenas cinco años le pedía a su madre Aniana que le cosiera un pantalón, una remera o un chaleco en ese tono. Ella cumplía sus deseos, como si supiera que casi tres décadas después, su hijo materializaría ese tinte en un invernadero a casi 4000 metros de altura.
Alejandro Soriano, albañil y agricultor, se recupera del coronavirus. Encuentra paz y tranquilidad en su invernáculo ubicado a unos 25 kilómetros de la ciudad salteña de La Poma, cuyos cimientos comenzó a montar el año pasado y hoy rinde sus frutos en forma de acelga, remolacha, lechuga y hasta frutillas.
Hasta aquí la historia parece una más, pero fue al periodista de El Tribuno, Antonio Gaspar, a quien Soriano le comentó que, según le indicaron unos ingenieros, su invernadero estaba construido a 3965 metros sobre el nivel del mar. El redactor comenzó a indagar y descubrió que el invernáculo más alto del mundo está ubicado en Nepal, en la cordillera asiática del Himalaya, y que supera apenas por 27 metros la obra del salteño.
"Me enteré de todo esto por la nota: yo no sabía que era el segundo más alto del mundo, si no, lo hubiese construido un poco más arriba", dijo Soriano desde su casa situada unos dos kilómetros más abajo, en el Paraje Corral Negro, donde puede ver toda la localidad de Cachi. Gracias al artículo periodístico publicado a fines de noviembre, muchas personas le donaron lo que necesitaba para comprar las semillas. Semanas más tarde, pudo ver los primeros brotes de repollos, brócoli, berenjenas, zapallitos, sandías y melones. También sembró plantines de tomates, chaucha enana, maíz y hasta una planta de uvas.
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