Por Ana Carolina Espinosa y Ana Luz Pineda Cabrera
En la actualidad, la educación universitaria invita a repensar sobre la necesidad de reinventar sus estrategias de enseñanza, en un mundo cada vez más atravesado por la tecnología, la complejidad del conocimiento y nuevas formas de aprender. El contexto de aislamiento social preventivo y obligatorio fue un
punto de inflexión. No solo modificó los formatos educativos, sino que también profundizó la necesidad de revisar las prácticas docentes, posicionando a las tecnologías como aliadas pedagógicas. En esta línea, Mariana Maggio (2015) introduce el concepto de una “didáctica en vivo”, en la que la clase se convierte en una experiencia singular, abierta, creativa y tecnológicamente mediada. Sin embargo, las investigaciones recientes evidencian que las clases expositivas continúan siendo la modalidad predominante en muchas propuestas universitarias. Si bien esta estrategia aporta organización y estructura, puede complementarse con otras metodologías que potencien la construcción significativa del conocimiento y fortalezcan la autonomía académica del estudiantado.
En diálogo con esta mirada, Melina Furman (2021) destaca la urgencia de superar los enfoques transmisivos para dar lugar a estrategias activas, que promuevan el pensamiento crítico, la resolución de problemas y el aprendizaje a través de experiencias auténticas.
Desde la perspectiva psicopedagógica, estas tensiones abren preguntas clave: ¿Hasta qué punto las estrategias actuales logran conectar con las trayectorias reales del estudiantado? ¿Se prioriza la comprensión o la mera transmisión de contenidos? ¿Qué lugar ocupa el vínculo pedagógico en las aulas universitarias? En este escenario, es fundamental reconocer la riqueza que aporta la heterogeneidad de quienes transitan la universidad, con sus diversos estilos de aprendizaje y niveles de alfabetización académica. Esta diversidad representa una oportunidad valiosa para diseñar propuestas inclusivas que favorezcan la participación, la permanencia y el fortalecimiento de las trayectorias educativas.
Frente a estos desafíos, el rol de las y los profesionales en Psicopedagogía adquiere una relevancia creciente. Lejos de limitarse a la infancia o a ámbitos clínicos, quienes ejercen la psicopedagogía encuentran en la educación superior un campo fértil para intervenir desde una perspectiva integradora. Su aporte va más allá de la detección de dificultades: acompañan el diseño, la implementación y la evaluación de estrategias didácticas significativas, poniendo el foco en los procesos reales de aprendizaje.
De acuerdo con Mariana Maggio (2015), enseñar en la actualidad implica habilitar experiencias transformadoras. Y es justamente en esa transformación donde quienes ejercen la psicopedagogía despliegan todo su potencial: actuando como mediadoras y mediadores entre los saberes disciplinares, la comunidad estudiantil y los nuevos lenguajes digitales, con sensibilidad, conocimiento y compromiso.
En un mundo dinámico, donde el conocimiento evoluciona y las tecnologías avanzan a gran velocidad, repensar las estrategias de enseñanza no es una opción, sino una responsabilidad. Así, las y los profesionales de la Psicopedagogía construyen puentes: entre la teoría y la práctica, entre la tecnología y la humanidad, entre lo posible y lo necesario.
LAS AUTORAS
LICENCIADAS Y PROFESORAS EN PSICOPEDAGOGÍA – UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA RIOJA
BIBLIOGRAFÍA
Furman, M. (2021). Enseñar distinto. Guía para innovar sin perderse en el camino. Siglo XXI Editores. Maggio, M. (2015). Enseñar en la universidad: Otra didáctica posible. Paidós. Espinosa, A. C., & Pineda Cabrera, A. L. (2024). Las estrategias de enseñanza en la carrera de Ingeniería en Sistemas de Información, Universidad Nacional de La Rioja, año 2022 (Trabajo final de grado, Licenciatura en Psicopedagogía). Universidad Nacional de La Rioja.
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