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Cinco poesías

MI CIUDAD
Mi ciudad camina lento,
habla con voz cansada, en su gente...
Y el cerro nos amanece enrojecido
en los mistoles del alba.
Mi gente mira sin apuros,
y siente pereza
al interrogar,
las cosas más sencillas.
En la capilla moran palomas
porque escasean las sombras,
aquí hay pocos árboles,
y muchos yuyos…
Y en las rotas veredas
nos cansan los gorriones embravecidos.
En mi pueblo hay un cura
que madruga en campanarios...
Surgen, cada mañana,
bicicletas apretando los diarios,
con los canillitas solidarios,
cantándonos…
Ellos nos despiertan antes que los gallos
El panadero hace pan,
porque se aburre
el resto del blanco día.
Hay perdidas pasiones en los ríos,
porque los amantes
se fueron a escondidas.
Luz en el parque,
mansos grillos,
y perros que rompieron los baldíos...
Solo creo vivir
la cósmica lisura de los días,
en los grises que transito...
Repartir en la redondez de mi moneda,
los inscriptos signos.
Y salir a decir
que en mi pueblo
se mueren las uvas
para renacer en vinos.
INDIO DE PIEDRA
¿Cómo llorar en un pregón andino,
si mi alto vuelo, bate,
los archipiélagos del ensueño...?
Aquí no hay dueño del ámbito
en su cosmos, de las razas perdidas.
Aquí el sol sereno del maizal...
Y sus cuernos suenan en mi alero,
en mi sombrero,
cantan el quichua brusco
de unos labios gruesos.
Un cobrizo y la piel de mis ancestros
se tatuó en crepuscular amanecer de los días
para seguir la sangre inmolada
en el dolor de las piedras...
Altas ruinas nos persiguen, ceremonias
en memorias de las momias aborígenes…
Sueño con un indio que canso el polvo de sus grietas
y su alma se aprieta en el pucara
de su encrucijada eterna.
A ese indio le presto mis piernas
para caminar el mundo,
ese mundo que lo sepulto en el tumulto
y que hoy solo le dejo las arcillas rotas de sus manos...
El cóndor andino pasa y silba...
¡Pero silba silencios!
¡Ave negra y alma!
Alma de indios hechos piedra.
DE REGRESO A MI PATIO
La flor de los tiempos bifurco los estíos
Se enroscan las hadas del limonero en las danzas de azahares
La verde hiedra trepa en los misterios del sueño
El suelo sucio canta en el polvo del recuerdo
Las hojas revuelven las horas muertas
Las brisas de mi patio respiran en los recuerdos
La flor del cardón hace penitencia entre las piedras
Y el alma de mi abuelo me llora detrás del lucero
La leche de la higuera flecha al duende de los deseos
La flor del rosal le da suspiros a la chica
que nunca me quiso y de la que nunca olvido
Aquí el óxido de los espinos inyecta el tétano de los olvidos…
No sé si vuelvo a mi patio o si mi patio me vuelve en los vinos.
RIOJA OTOÑAL
Noche del otoño riojano,
precognición de la magia
en la que levita
la poética de mi tierra;
como si al levantar un tibio cuarzo,
brillara su ámbar,
se desmayase el horizonte
y el tiempo demorase
la suspensión muerta de las hojas.
Tomo el aire quieto
como descolgando frutos
de otra dimensión del tiempo.
Y vuela ese olor a dulce
que puede ser el sueño
de los membrillos del cerco.
Anuncian celestes esas torcazas,
se astillan las cañas del callejón
en el trasluz,
que cae del fósil de la luna
como una arqueología extinta.
Canta el zorzal para las almas
golpeadas de las piedras en el río.
Siembro amor bajo el mustio parral
y me retiro del huerto
recordando a mi abuelo,
que arrastraba su sombra,
que me adormecía los instintos.
En una liturgia del silencio
se silba un salmo antiguo
y se lava la acuarela
indecisa de las nubes.
Pompas suben, luego caen,
en el cielo se baten las alamedas
en sus andamios.
Me extiendo como el ocaso,
me acuesto con un vino.
Vive mi sangre el pulso
denso del otoño;
y mi corazón, en pausa,
cautiva un alivio.
ALMA Y PUEBLO
Que mi pueblo marche su paz,
marcando en su paso marrón, la calma,
y el presente se derrumbe en olvido,
como en la corola gris del lodo
se derrumba cada pisada de tórtola relegada…
Que el alma del parral perdone
al lagar, por machacar las uvas,
yo no quiero mas condenas
en esta tierra árida y sufrida
La sal del sombrero fue redención
del obrero que condenaron
por su único oficio,
en el tribunal que el sol
levanto por las vendimias
Mi corazón de arcilla palpita
como humilde abobe
que recobra vida
en las lenguas mudas de las acequias...
Observo a los cúmulos del aire quieto,
lento como los atardeceres
en las mareadas tintas del verano...
Mi vida, en la estación maleable,
busca el regocijo
donde se prolongan
las ceremonias de los vinos...
Sin fatigarme en rumbos,
encuentro, a La Rioja,
nutrida de su patay, aborigen,
ese pan sin nombre
que recuerda almas de palomas,
sin cielo e incomprendidas...
La cándida noche de mi ayer
es la que se repite
en cada parpadeo del lucero,
este candil amigo,
piedra de cenizas,
que enciende un espectro
embriagado de inmensidad,
sutil pasajero del silencio.
Nombro al alba
declamando este efímero verso,
ya me duermo, fresco,
como lo hacen
en sus diminutas cascaras negras
esos lustrosos grillos.
¡Para amanecerme en otra noche
y confundir al mundo…!
Ya que no hay reglas
cuando uno habla con uno mismo.
EL AUTOR

SOY ARGENTINO, NACÍ EN LA CIUDAD DE LA RIOJA, UBICADA AL NOROESTE DEL PAÍS Y CON MUCHAS MONTAÑAS, EN EL SENO DE UNA FAMILIA TRADICIONAL Y CATÓLICA. TUVE VARIOS PARIENTES POETAS. EL ESCRITOR MÁS DESTACADO DE MI FAMILIA FUE RAÚL VERA OCAMPO: POETA, ENSAYISTA, CRÍTICO DE ARTE Y PINTOR. A MIS POEMAS HEREDADOS LOS LEO INCANSABLEMENTE, ELLOS ME INSPIRAN Y ANIMAN A ESCRIBIR... ESCRIBO POESÍAS DESDE LOS 20 AÑOS, LEO LITERATURA VARIADA DESDE MUY PEQUEÑO. HE SIDO SELECCIONADO EN 16 CERTÁMENES DE POESÍA, DE AHÍ SALIERON 15 ANTOLOGÍAS Y UN POEMARIO (“MI ABUELO FUE UN POETA”) CON OBRAS DE MIS ABUELOS Y PROPIAS. PARTICIPO EN TERTULIAS POÉTICAS INTERNACIONALES Y RECIBÍ DOS PREMIOS EN UN CERTAMEN INTERNACIONAL DE POESÍA.

Autor: Fernando Marcelo Castaño|
ESPACIO SADE

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