En vísperas del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que se conmemora a nivel global este miércoles 2 de abril, las cifras actuales de estos trastornos llevan a los especialistas a considerar al autismo como una pandemia. Y como tal, es urgente atender todas las aristas que el tema implica.
Según sostuvo el médico psiquiatra infanto juvenil Christian Plebst (MN 81.138), quien es consultor en desarrollo infantil, educación, inclusión, convivencia y auto-conocimiento, “el autismo puede ser considerado una pandemia”.
Los diagnósticos de este trastorno aumentaron casi un 6000% en los últimos 30 años, una cifra que, lejos de explicarse solamente por la mejora en las herramientas de detección, en su mirada, “refleja un fenómeno social y biológico de mayor profundidad y alcance”.
“En los años ‘90 se consideraba que había uno niño con autismo por cada 2500. Hoy los números que se están manejando es de uno en 36. Eso no puede explicarse únicamente por una mayor conciencia o mejores diagnósticos. Algo está sucediendo”, afirmó Plebst.
Para el especialista, el autismo debe dejar de ser comprendido como un síndrome con causa única y origen meramente biológico. “Lo que hoy llamamos autismo es un síndrome conductual. Es un punto de llegada al que se puede arribar por múltiples caminos: causas biológicas, genéticas, congénitas, ambientales y sociales”, explicó.
El niño con diagnóstico de autismo —aseguró— “no está fallado”, sino que está manifestando de forma visible una desorganización profunda del desarrollo.
En esta lógica, el autismo aparece como el resultado de un cerebro que no logra integrar, procesar y modular experiencias clave en los primeros años de vida. “El bebé aprende todo a través de los sentidos, y esos sentidos necesitan un entorno que los acompañe al ritmo adecuado. Si por algún motivo ese entorno falla —aunque sea sin intención— o el cerebro del niño tiene algún tipo de vulnerabilidad, el desarrollo puede descarrilar”, sintetizó el experto.
Para Plebst, el autismo no es un estado fijo ni una condición única, sino una respuesta del sistema nervioso ante un entorno que el cerebro no logra procesar. “Cuando el cerebro no puede autorregularse, integrar, procesar y modular en simultáneo para aprender, entra un default”, explicó. En ese estado, señaló, el bebé comienza a manifestar conductas de autorregulación que dependen más del estímulo sensorial que del vínculo afectivo o la atención sostenida.
“Ese default que hoy llamamos autismo en realidad es lo que el cerebro está intentando hacer con ese desborde”, continuó el experto y describió cómo aparecen las clásicas conductas repetitivas —hamacarse, girar, alinear objetos, mirar fijamente— como una forma de auto-calma ante la imposibilidad de organizar las experiencias del mundo.
FUENTE: INFOBAE
Comentarios