El 6 de abril de 2006, Jorge Mario Bergoglio –entonces arzobispo de Buenos Aires y futuro Papa Francisco– participó de la 130ª Junta de Directores de ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas), donde ofreció una profunda reflexión sobre el rol de la comunicación y los desafíos éticos del periodismo contemporáneo.
Desde el inicio de su intervención, Bergoglio resaltó la vocación que anima al comunicador: “Ser comunicador no es meramente una función. Va más allá. Se enraiza en ese ámbito de la interioridad donde se gesta el proyecto de vida”.
En un mensaje que anticipa muchas de las ideas que luego marcarían su papado, el cardenal habló sobre el poder transformador de la comunicación cuando se ejerce desde la verdad, el bien y la belleza. “La comunicación es más humana cuanto más ayuda a los hombres a ser más plenamente humanos”, afirmó, y destacó que la Iglesia desea “ofrecer sus conocimientos y su experiencia a los comunicadores y con sinceridad quiere escucharlos”.
Uno de los ejes centrales del discurso fue el valor de la verdad en la tarea periodística. “Los periodistas se presentan siempre ante la sociedad como ‘buscadores de la verdad’. Quien ama y busca la verdad no permite que se la convierta en mercancía y no deja que se la tergiverse o se la oculte”, expresó Bergoglio, subrayando que esa búsqueda debe ser compartida y comunitaria.
También abordó el vínculo entre verdad y bien: “La verdad y el bien se potencian entre sí. Cuando realmente se busca la verdad se lo hace para el bien. No se busca la verdad para dividir, enfrentar, agredir, descalificar, desintegrar”. En esa línea, señaló que un buen comunicador debe actuar con conciencia y profesionalismo para “decir lo que hay que decir de la manera más cuidadosa y eficaz”.
En cuanto a la belleza, Bergoglio señaló que es parte inseparable de una comunicación verdaderamente humana: “Algo grave e inhumano ocurre si en una comunidad se pierde el gusto por lo que es bello... El comunicador es sensible a la belleza, la intuye y no confunde lo que es bello con lo que está de moda”.
La reflexión también incluyó una advertencia sobre el uso de los medios como herramientas de conexión o de alienación. Introdujo el concepto de “projimidad”, como una manera de ejercer el periodismo con cercanía y responsabilidad hacia el otro: “Hoy los medios nos hacen ‘prójimos’ de verdaderas multitudes que están al costado del camino… entra en juego aquí la projimidad, el modo de aproximarse”.
Y concluyó con una exhortación a recuperar la dimensión ética y estética de la comunicación como motor de humanidad: “Ustedes son comunicadores. A Ustedes se les plantea este desafío de la projimidad: hacerse prójimo para que –a través de esa comunicación de cercanía– se implante la verdad, la bondad, la belleza, que trascienden la coyuntura y la espectacularidad y que, mansamente, siembran humanidad en los corazones”.
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