
Por Sara Gonzalez
Fue un hombre cuyo nombre se grabó indeleblemente en la memoria visual de la ciudad. Durante más de cinco décadas, su cámara fue el ojo que capturó la esencia misma de este rincón riojano, desde las solemnes visitas presidenciales hasta la sencilla pero profunda belleza de la vida cotidiana de sus habitantes.
Campillay no fue solo un fotógrafo; fue un narrador silencioso cuya elocuencia residía en la sensibilidad de su cámara, un arte que supo lucir hasta el día que cerró su cónico local en la galería. Su lente supo traducir la imponente majestuosidad de los paisajes chileciteños, la calidez humana reflejada en los rostros de su gente y la trascendencia de los momentos políticos que moldearon la historia local. Cada fotografía de Campillay era una ventana a un instante preciso, cargado de significado y emoción, un legado imborrable para las generaciones presentes y futuras.
Su trayectoria profesional trascendió la mera documentación periodística, se convirtió en un acto de amor por su tierra y su comunidad. “La fotografía es mi pasión y vocación” expresaba reiteradamente. A través de sus imágenes, Campillay construyó un archivo visual único, un espejo en el que Chilecito podía reconocerse, recordar y atesorar su propia historia. Su presencia constante en eventos públicos, colegios, inauguraciones, exposiciones y en la vida barrial lo convirtió en un testigo cercano y respetado, un fotógrafo cuya imagen hablaba del pulso vital de su querido Chilecito.

José Campillay sufrió un ACV los últimos días de abril, pasando por diferentes estados y mejorías en el Hospital Eleazar Herrera Motta, donde fue diagnosticado y más tarde trasladado a la capital Riojana.
Su hijo, Josho Campillay transmitió los estados y encuentros con su padre, a través de sus redes sociales. Finalmente hoy cerró lo ojos y descansó en su profunda fé en Dios. La misma fé que sostuvo muchos momentos de su vida, le dio paz en los pocos instantes de conciencia que tuvo los últimos días.
La noticia de su partida deja un vacío palpable en la sociedad Chileciteña. Se ha ido el hombre detrás de la cámara, pero permanecen sus fotografías, ecos visuales de un tiempo que fue y que gracias a su dedicación perdura. Su legado no se mide solo en la cantidad de imágenes capturadas, sino en la profundidad con la que supo mirar y transmitir la belleza, la lucha y la cotidianidad de un pueblo que hoy lo despide con profunda gratitud y tristeza. José Campillay, fue el hombre que supo detener el tiempo en un click, regalando la memoria imborrable de su gente y su paisaje. Su legado quedará en el retrato de un Chilecito que hoy celebra su vida y despide su presencia.
“La fotografía podría ser esa tenue luz que modestamente nos ayudara a cambiar las cosas.” W. Eugene Smith
Nuestro afectuoso abrazo y acompañamiento a la familia Campillay.
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