Médicos de una clínica psiquiátrica ambulatoria en Países Bajos reportaron el extraño caso de una mujer que confundía rostros humanos con dragones.
Según la paciente, las caras de la gente, normales en un principio, "se volvían negras, les crecían orejas largas y puntiagudas y hocico sobresaliente, mostraban una piel de reptiloide y ojos enormes y brillantes de color amarillo, verde, azul o rojo", informó LiveScience. La mujer confesó experimentar este tipo de visiones desde la infancia.
La extraña enfermedad tiene nombre
El diagnóstico fue prosopometamorfopsia, un trastorno neurológico extremadamente raro que distorsiona los rasgos faciales hasta volverlos irreconocibles. Lo más singular del caso era que no veía deformaciones al azar, sino que su cerebro transformaba con total nitidez a las personas en dragones, generándole miedo, ansiedad y dificultades para relacionarse con otros.
Tras someterse a una serie de estudios neurológicos que incluyeron resonancias magnéticas, electroencefalogramas y evaluaciones psicológicas, los especialistas no encontraron lesiones ni alteraciones notorias. La solución llegó con rivastigmina, un medicamento habitualmente usado en casos de Alzheimer, que logró estabilizar su percepción facial y reducir los episodios en los que veía dragones.
Resultados del tratamiento
Gracias a este tratamiento, la mujer pudo retomar su trabajo, interactuar con otras personas sin temor y recuperar cierta tranquilidad emocional y laboral. Su caso resultó de interés para el equipo del neurólogo y divulgador Oliver Sacks, autor de relatos como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, que exploran los límites entre percepción y realidad y las formas inusuales en que el cerebro puede alterar la experiencia cotidiana, y la poca habitualidad de estos diagnosticos.
Solo 81 casos en 100 años
La prosopometamorfopsia es una condición tan poco frecuente que existen muy pocos casos documentados en el mundo: fue reportado solo 81 veces en los últimos 100 años de literatura médica.
Los expertos señalan que aunque no se conoce con exactitud su causa, suele estar asociada con lesiones en áreas específicas del cerebro que procesan la información visual o con trastornos neurológicos preexistentes. Este caso demuestra que con el diagnóstico adecuado y un tratamiento específico, es posible recuperar la percepción normal y mejorar la calidad de vida de quienes la padecen.
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