En la actualidad, según sostiene la vigente ley de Educación Nacional y provincial, el Nivel Inicial es el espacio institucionalizado de construcción y organización de la enseñanza y del aprendizaje con una visión de trayectoria escolar, entendida en este nivel, como proceso de inclusión con la responsabilidad de garantizar una educación de calidad asumiendo decisiones en torno a la enseñanza, currículo, gestión y organización institucional.
Según sostiene Blejmar (2005) gestionar una institución educativa implica diseñar, establecer y mantener las condiciones necesarias para que los actores involucrados -directivos, docentes, alumnos, padres y comunidad- puedan desarrollar sus capacidades y alcanzar los objetivos educativos. Este proceso incluye coordinar acciones, crear estrategias, resolver conflictos, fomentar el aprendizaje colectivo y construir un ambiente propicio para el desarrollo de la enseñanza y el aprendizaje. Esta perspectiva pone en evidencia la compleja trama de desafíos constantes que enfrentan los que integran una comunidad educativa, haciendo una especial mención a los integrantes de los equipos de gestión, quienes tienen la oportunidad de trazar senderos y caminos, acompañar procesos, orientar, revisar y resignificar prácticas y experiencias que impulsen cambios y mejoras en la educación inicial.
Bien podríamos pensar en este trabajo, como una aventura -entendiendo que es una experiencia con ciertos riesgos- necesaria para favorecer el desarrollo integral de la primera infancia. Azzerboni y Harf (2003) destacan la importancia de concebir a la escuela como un sistema integral, sin fragmentaciones ni compartimentos estancos. Proponen una institución educativa como un lugar de encuentro, de esfuerzos colectivos y colaborativos. De este modo, plantean una escuela con una cultura integrada, de comunicaciones y acciones amplias y abiertas, con estructuras de redes en donde se trabaje de modo colaborativo y colegiado y se rompa con el aislamiento, el trabajo individual y parcelado.
Desde esta mirada, la Psicopedagogía tiene un rol sustancial. Puede contribuir a repensar la escuela como una verdadera oportunidad educativa que garantice las condiciones Institucionales necesarias para realizar una efectiva implementación de una educación que promueva el aprendizaje y desarrollo de los niños como sujetos de derechos y participantes de un proceso activo de formación integral. Considerando que es una posibilidad para ampliar abordajes e intervenciones más allá de las recurrentes que suelen centrarse en la detección temprana de dificultades de aprendizaje, acompañamiento al desarrollo emocional y social, orientaciones a docentes, trabajo con las familias, diseños de estrategias de estimulación, intervenciones individuales o grupales, elaboración de informes y seguimiento.
Como señala Filidoro (2023) se trata de asumir el desafío de recorrer los procesos de constitución subjetiva por los que atraviesan niños y niñas en su interrelación con las prácticas escolares, y de pensar la educación en términos de diversos escenarios que están abiertos a la novedad y a la transformación constante.
En definitiva, desde el campo de la psicopedagogía es posible y necesario contribuir en la construcción de condiciones históricas, sociales, políticas, culturales e institucionales para una escuela que enseñe, forme y sobre todo aloje a todos.
LA AUTORA
- PROF EN EDUCACIÓN INICIAL
- PROF. Y LIC. EN PSICOPEDAGOGÍA
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