Por Martín Daniel Cipollone
En los últimos años, la Psicopedagogía va logrando no sólo reconocimiento a nivel de la sociedad, sino también va puliendo y ampliando, mejorando su campo disciplinar a nivel académico. Ya no hablamos sólo de la Psicopedagogía que se daba a conocer en la escuela y sólo intervenía con las infancias. Actualmente, pensar de esta manera sería restringir nuestro campo disciplinar a una sola población, cuando en realidad sabemos que toda población va atravesando por diferentes etapas dentro del ciclo vital y es allí donde van apareciendo nuevas demandas.
Para mí la psicopedagogía es una disciplina científica que se convierte en una práctica profesional. No es como a veces la nombran “un hacer” o un “quehacer.” Se transforma en un ejercicio profesional ético que tiene como objetivo permitir el despliegue del proceso de aprendizaje y del aprender en sus diferentes manifestaciones (formal, no formal e informal) teniendo en cuenta la dimensión subjetiva, emocional, cognitiva, expresiva y corporal dentro del contexto que forma parte de cada persona. Como disciplina científica está ligada a la complejidad de las diferentes problemáticas del aprender, y al aspecto saludable del mismo (Bergonzo, 2016) en las personas que atraviesan por las diferentes etapas del ciclo vital, desde el nacimiento hasta la muerte, ya que el proceso de aprendizaje transversaliza toda nuestra vida. (Cipollone, 2023).
A partir de esta definición, las y los profesionales de la Psicopedagogía, que nos formamos en una carrera universitaria y/o técnica (¡OJO: no existe un “curso de psicopedagogía”!) estamos habilitados por nuestro Colegio Profesional para poder ejercer esta profesión, por ejemplo, con las personas mayores, ya sean adultos y/o adultos mayores. Un espacio de trabajo novedoso que surge del crecimiento demográfico y ante la necesidad de intervenir tanto sobre los aspectos saludables como patológicos del aprendizaje dentro de la última etapa del ciclo vital que es irreversible: el envejecimiento.
Trabajar con personas mayores (no con los “abuelitos o abuelitas”) no implica negar los déficits o deterioros, sino identificar sus recursos y potencialidades para realizar intervenciones centradas en el aprender y el proceso de aprendizaje que es de vital importancia para que puedan desarrollar un envejecimiento saludable.
Dentro del proceso de tratamiento psicopedagógico con personas mayores no sólo realizamos estimulación cognitiva sobre los diferentes “dominios cognitivos” como pueden ser la memoria, la atención, los aspectos visomotores, sino que intervenimos sobre el aprender a envejecer (Bergé, 2023) desde la perspectiva del envejecimiento activo o saludable en donde la creatividad, la circulación del lenguaje y el pensamiento, la gestión de las emociones y las diferentes maneras de circulación del deseo se constituyen en los ejes principales de nuestra intervención, que siempre tendrá como faro al aprender y sus procesos, además de tener presentes actividades que pongan en juego la plasticidad cerebral, la reserva cognitiva y la cognición social en donde el intercambio de los vínculo entre las personas jóvenes y las personas adultas, mediante un trabajo colaborativo, tienen un resultado estimulante y potenciador.
El trato con respeto, la paciencia, el permitirles que cada uno/a tome su propia decisión son aspectos que tienen que estar presentes en nuestras intervenciones para que el trabajo con esta población sea gratificante y le brindemos la posibilidad de volver a encontrar el interés, la motivación, el deseo que quizás ha quedado perdido por allí.
EL AUTOR
PROF. EN PSICOPEDAGOGÍA Y PSICOPEDAGOGO. LIC. EN PSICOPEDAGOGÍA MP 12-1779. ESP. SUP. EN EDUCACIÓN Y TIC. LIC. EN EDUCACIÓN ESPECIAL CON ORIENTACIÓN EN INTEGRACIÓN E INCLUSIÓN EDUCATIVA. CISTC (CERTIFICAT INTERNATIONAL EN SCIENCES ET TECHNIQUES DU CORPS) OIPR (ORGANISATION INTERNATIONALE DE PSYCHOMOTRICITÉ ET RELAXATION) PARÍS, FRANCIA. DOCTORANDO EN EDUCACIÓN (UCC).
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