Por Mgtr. Ariel Zerva
La expresión que titula el artículo son palabras de una adolescente que, apremiada por la cercanía de la culminación de la escuela secundaria, recurre a un “orientador vocacional” en “búsqueda” de algo que hacer al año siguiente.
Invitamos a quienes se acercan a la lectura de esta columna a extraer, a partir de la frase, una cadena asociativa de elementos que pueden ser valiosos al momento de crear las condiciones en torno a los procesos implicados en elegir.
Les ofrecemos el pensamiento como punto de partida, a propósito de la manifestación de Karen: “no me pongo a pensar”. En este sentido, resulta pertinente tener en consideración que esta facultad humana, mientras trabaja, produce humanidad. De ahí el valor, importancia y necesidad que tienen los procesos de pensamiento, en relación a lo que nos convoca en este escrito: la toma de decisiones en términos vocacionales.
Elegir parte de pensar, y pensar parte de elegir. Ambos verbos se relacionan, se implican y suponen un enlace de procesos y de actos que son personales, en el sentido de involucrar lo singular y colectivo, lo común y las diferencias, lo concreto, lo trascendental, lo valorativo, político, económico y social, tejiendo lazos en la red de la experiencia.
Con esta reflexión, ofrecemos un camino donde elegir se abre a la posibilidad: nos referimos a un proceso de aprendizaje, léase: a elegir se aprende. En lo que respecta al campo reconocido con el nombre de orientación vocacional, desde la psicopedagogía clínica, procuramos acompañar a las personas a pensarse: reconocer sus intereses, habilidades, gustos, proyecciones, también sus miedos, entusiasmos, enojos, expectativas, mandatos, reacciones, representaciones sociales, preconceptos; a hablar sobre lo que piensan y a pensar sobre lo que pueden hablar, a escuchar los silencios de la misma manera que las palabras y reconocer las sensaciones corporales que experimentan mientras transitan los caminos de elegir. Con ello, en los tiempos y de las formas que podemos ir construyendo con cada quien, es que disponemos de espacios individuales y/grupales, para que elegir vaya tomando forma concreta como proyectos realizables, factibles, viables, que cobijan sueños, esperanzas, intencionalidades y deseos.
Los aspectos señalados que compartimos están muy lejos de ser exclusivos de las infancias, adolescencias, juventudes, adulteces o ancianidades solamente, sino que invita a cada persona, desde su posición, sus condiciones y a su manera, a estimar la posibilidad de aprender sobre sí; consigo y en compañía de profesionales de la psicopedagogía que, desde los marcos ético-teóricos referenciales de la orientación vocacional, promovemos procesos de reconocimiento cuyos efectos se vean reflejados en la toma de decisiones.
Queremos finalizar esta intervención destacando que las elecciones presentan muchas maneras de ser, de hacer y de ubicarse. Desde nuestras convicciones, entendemos que la ausencia de claridades en los gustos, como lo pudo expresar Karen, oficia como una de las tantas formas desde la cual pensar se hace posible y elegir una apuesta comprometida. Nuestra manera de intervenir asume la perspectiva fuera de serie en el sentido que no hay dos elecciones iguales aunque se presenten con los mismos nombres. En tiempos de cambios y movimientos constantes no es posible una elección de hoy y para siempre, sino que sostenemos el aprendizaje como modalidad de elaborar condiciones que se pongan en juego en cada proceso de elección a largo de la vida. ¿Cuándo es el tiempo? El tiempo es hoy, aunque ese hoy no tenga prefigurada ninguna fecha en el calendario y sólo pueda habilitarse desde el deseo de hacerlo.
Para quienes les interese ir por acá… estamos disponibles, estamos en contacto.
EL AUTOR
PSICOPEDAGOGO CLÍNICO, MATRICULADO EN LA PROVINCIA DE SANTA FE, M.P. N° 596, DEDICADO AL CAMPO DE LA ORIENTACIÓN VOCACIONAL. DOCENTE DE NIVEL SUPERIOR TERCIARIO Y UNIVERSITARIO. PSICOPEDAGOGO INSTITUCIONAL DE ESCUELA SECUNDARIA.
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