Por Pablo Esteban Gatica
Fuente: Revista Aguada
Ramón Navarro, figura central del folklore riojano y argentino desde la década del ’60, es también ese hombre extremadamente caballeroso, atento, cordial y generoso con toda persona que se acerque a su camino. Liliana Herrero dijo de él que es el último “gentleman” (caballero) que le queda al folklore nacional; y muchos artistas jóvenes disfrutan de llegar hasta él no solo para conocer a la gran figura artística por muchos reconocida, sino también para solicitar su ayuda o consejo, a lo cual Navarro jamás se negará. Este hombre sereno, amable, que dialoga exhibiendo una voz potente y bien timbrada a pesar de su edad, produce durante al momento de escuchar su conversación – si exageramos un poco – casi tanto placer auditivo como oír sus canciones. Es que se trata de una persona con el prestigio ganado a lo largo de sus 85 años de edad, componiendo canciones que se hicieron populares en todo el país – tales como Chayita del Vidalero, Coplas del Valle, Patios de la Casa Vieja, Vidala del Chango , Chaya de los Pobres, Mi Pueblo Azul, A Don Rosa Toledo – a lo cual agregó su talento vocal como cantante y su cualidad recitador de poemas dueño de una voz prodigiosa para el recitado , su participación en grupos icónicos del folklore nacional que tuvieron incluso proyección internacional como Los Quilla Huasi o el conjunto de Ariel Ramírez; también la creación del más grande clásico del folklore riojano – la Cantata Riojana – sus gira artística alrededor del mundo (literalmente hablando dio la vuelta completa al planeta) en los ’70 junto a Los Quilla Huasi y Atahualpa Yupanky, sus riquísimos discos solistas, y sus propias vivencias personales. Todo ello felizmente han contribuido a formar la personalidad de un hombre sabio y además sencillo, con facilidad para el elogio hacia todos los que necesitan alguna palabra de aliento (cualidad reconocida por sus amigos) personalidad que uno no puede menos que disfrutar cuando se sienta a preguntarle por su vida y escuchar las anécdotas que lo marcaron a fuego, y todo lo que aprendió de ellas.
Su padre, don Ramón Navarro Meléndez, era un odontólogo amante de la música oriundo de Anillaco, uno de los pueblos de la llamada “Costa” riojana, ubicados en la zona central de la cadena de montañas que integran los cerros del Velazco. Su hijo, el futuro cantautor, nacería en La Rioja capital, pero pasaron los extensos veranos de su niñez vacacionando en la casa familiar que el padre poseía en Chuquis (pueblo muy cercano a Anillaco) y su madre Delia Nieto Ortíz era a su vez hija de un abogado y poeta nacido en Chuquis; ese fue el lugar en el cual el pequeño Ramón comenzó de adolescente a cantar sus vidalas junto a sus amigos, marchando a caballo por los pueblos cercanos para cantar en las tardes tranquilas bajo la mirada de los cerros azules y los algarrobos.
Luego vendría el Colegio Secundario, en donde un adolescente Ramón seguiría afirmando y aprendiendo su vocación de músico, además de participar de las tradicionales “chayas” en las calles y hogares de familia riojanas, como todo habitante de esta provincia que suele disfrutar con esta celebración del carnaval de febrero tan tradicional y caro al sentimiento riojano.
“El recuerdo de aquellos años al comienzo de la década del ´50 del siglo pasado, en el Colegio Nacional Joaquín V González de la ciudad de La Rioja, son memorias de jóvenes, (bachilleres egresados en 1952), flamantes y festejantes sin reproche alguno. Fueron mis compañeros que son ahora mis grandes amigos, el Pelau, el Toro, el Gringo, el Chivo, el Topón, el Cordero, la Lalita, la Techita, el Cholo, mi hermano Carlos y muchísimos más que siempre los recuerdo entrañablemente. “Vidagozantes” y entrañables compinches de sueños y senderos iniciales e inciertos” rememora hoy con satisfacción Navarro.
Luego vendría el momento de optar por una carrera universitaria y marcharse a estudiar abogacía a la Universidad Nacional de la Plata junto a amigos riojanos que también se convertirían en futuros protagonistas de la música popular argentina, como fue el caso de el chileciteño Chito Zeballos o el guitarrista Amable Flores. Desde La Plata, comenzaron a frecuentar las peñas de esa ciudad y de la ciudad de Buenos Aires, y a partir de allí sus canciones comienzan a circular entre los amigos músicos folkloristas que llegaban desde el interior.
“La Plata, mi primer destino buscador de averiguaciones que después tomó otras rutas, caminitos aleatorios si los hay” señala un memorioso Navarro.
“Luego vinieron distintos asuntos: servicio militar, dejar los estudios terciarios, otras cuestiones importantes, personales y forjadoras de nuestro destino que por cierto lo vamos determinando con nuestras decisiones.” Se casó con la que sería su primera esposa, nacieron sus hijos Ramoncito y Cecilia, y se radicaron durante tres años en Venezuela.

“En la siguiente década, (61) viví tres años en Venezuela, esos pagos de joropos, arepas, arpas, cuatro, pabellón, etc. Trabajos e incertidumbres varias, pero en un país maravilloso, con su gente cordial y generosa.” Regresaría después de tres años a Argentina, para encontrarse con el regalo de que sus canciones estaban comenzando a circular por las peñas y entre músicos y cantores llegdos desde el interior a Buenos Aires.
Comenta Ramón que “En el ‘64 ocurrió el regreso. Nuestro país musical era entonces una peña inmensa, el folklore estaba de fiesta ponderada. En esa singular ida y vuelta, importantes artistas habían grabado algunas de mis obras, lo que me produjo una inmensa y feliz sorpresa.” La década de los ’60 fue sin duda la década de mayor popularidad y difusión mediática del folklore, y eso lo benefició particularmente.
En 1966, nada menos que Ariel Ramírez lo convoca para sumarlo como la voz principal del conjunto que iba a grabar la obra “Los Caudillos”, disco conceptual en el cual Ramírez le puso música a los versos de Félix Luna para contar la vida de los grandes caudillos argentinos del siglo XIX. Fue un impacto tremendo en la vida del por entonces joven Ramón.
“Vino el encuentro con Ariel Ramírez que significó y marcó una impronta muy fuerte para el resto de los años. El Teatro Odeón primero, en un espectáculo brillante con las más altas figuras del folklore. Luego Los Caudillos, esa genial obra de Ariel con textos de Félix Luna. Giras por el país, Uruguay y Chile.” Fue su primer gran salto para convertirse en una figura artística famosa y reconocida en todos los escenarios del país.
“En la década posterior (los ‘70) me llaman Los Quilla Huasi, Ariel Ramírez fue el mensajero también de aquella invitación. Vivía en Mar del Plata y el año anterior había compuesto para llevar al Festival del Poncho, en Catamarca, “Coplas del Valle” una zamba que tuvo para mi sorpresa, una gran repercusión, la cantaron y grabaron casi todos los conjuntos y solistas.” Los Cantores de Quilla Huasi fueron durante décadas uno de los grupos más exitosos en cuanto a repercusión masiva, del folklore argentino. Fue el detalle que faltaba para consolidar a Ramón Navarro como el gran cantante y compositor que recibía cariño y admiración a lo largo y ancho de nuestro país, e incluso de otras latitudes, porque la llegada masiva del folklore a las radios de diversos puntos alrededor del mundo en los ‘60, posibilitó una inmediata gira mundial de Los Cantores de Quilla Huasi acompañando nada menos que al gran ícono del folklore argentino Atahualpa Yupanqui, a quién el propio Ramón consideraba su máximo referente desde su adolescencia en La Rioja. La gira de Yupanqui junto a Los Quilla Huasi fue tan extensa, que abarcó desde países latinoamericanos y europeos, a lugares tan lejanos como Israel y Japón.
“Recién ingresado a los Quilla, Atahualpa Yupanqui me invita al grupo a viajar para dar conciertos junto a él, en España y Francia. Momento muy importante, enriquecedor, valioso humana y artísticamente. Dos años después compusimos con Roberto Palmer de los Quilla, la “Chaya de los Pobres” y con esa obra ganamos, en Cosquín, el Festival de la Canción, por votación popular. Inmensa alegría. Al año siguiente casi ganamos de nuevo con una zamba, dimos en el palo, terminó segunda, también compuesta en yunta con mi gran amigo, Roberto. Transcurrieron once años de giras por Argentina y muchas partes del mundo con mis queridos y admirados amigos, Los Cantores de Quilla Huasi.”
Cabe resaltar aquí que todas esa etapa no llegó de casualidad, ni por regalo, si no por méritos indudables. Es posible – aún con lo subjetivo que esto pueda sonar – que Ramón Navarro sea el mejor cantante que haya dado el folklore argentino, o al menos, se puede contarlo entre los tres o cuatro mejores de todos los tiempos. Reúne en su sola voz características que suelen darse por separado en distintas gargantas, pero que muy excepcionalmente pueden mostrarse en una misma persona: registro notablemente alto y amplio, afinación perfecta durante sus juventud, muchísimo cuerpo y volumen, una enorme expresividad en el fraseo cuando arribó la madurez de su vida, mucha fuerza para la canciones de ritmo rápido que requieran energía, dulzura y delicadeza en las zambas o canciones más suaves, un bello timbre, y una dicción impecable. Como si fuera poco, su voz de casi “locutor” natural y su fraseo, le posibilitaron siempre ser un excepcional recitador de poesía folklórica en vivo.
“A finales de la década del 70 mi vida tuvo un giro inesperado pero cierto. Otra vez las decisiones. Fui afortunado porque también como entonces, estuve y estoy rodeado de cariño, de comprensión y de arte. A pesar de las dificultades naturales fui muy feliz y amé todo cuanto me regaló la vida, siempre. También lloré angustiosamente lo que me supo quitar brutalmente más adelante, es así, es la vida… esto último sucedió el 31 de Diciembre de 1981, una tragedia insólita, cruel, inaceptable(…)” recuerda Ramón con pesadumbre. Fue el día en que la inesperada creciente de un río de montaña, desbordado por las lluvias, se llevó la vida de su entrañable hermano Carlos Navarro y del más pequeño de los hijos de éste, cuando en automóvil se dirigían camino a su querida Chuquis a celebrar la noche de año nuevo y fueron arrastrados por la feroz corriente de agua.
En ese mismo año, había abandonado a Los Quilla Huasi, y vendría una etapa en la cual comenzaría la edición en forma independiente de sus discos solitas con canciones propias “Arraigo” en 1982, “Desde La Rioja” en 1988, “En Familia” de 1994, “Verde de los Patios” en 1997, “Tributo a Ariel Ferraro” en 2001 y “Los Encuentros” en 2011. (A fines de los ’60 había editado “Homenaje a la Tierra” su primer trabajo discográfico en un importante sello, pero solo contenía tres canciones de su autoría) Los discos de 1982 en adelante, son registros en los cuales se encuentran composiciones que van desde lo más tradicional estilísticamente hablando, a la vanguardia folklórica con instrumentos eléctricos y electrónicos tocados por su hijo Ramón – también excepcional músico- quién además se encargó casi siempre de los arreglos con elaboradas armonías.
En todos ellos se dio el gusto de musicalizar y componer melodías para la poesía de grandes representantes poéticos de nuestro país, tales como Manuel J. Castilla, José Pedroni, Armando Tejada Gómez, o los riojanos Ariel Ferraro, Eloy López y Héctor David Gatica . En este último caso, compusieron y editaron en 1985 el disco “Cantata Riojana”, considerada por muchos la obra más emblemática y clásica de la música folklórica riojana, en donde se narra a través de canciones y poemas recitados la historia de La Rioja desde su fundación hasta los primeros momentos del regreso de la democracia , en 1983.
“Los primeros discos como solista, luego de dejar Los Quilla, fueron ideados y concretados en La Rioja. Arraigo, en cambio, caserita y en “horno de barro”, nació en Buenos Aires, y se crió en La Rioja. En estos discos estuvo el impulso de hacer lo nuestro desde el propio lugar de origen e incluso así se llamó el primer disco grabado en un estudio de mi provincia: “Desde La Rioja”. Los arreglos musicales siempre han sido obra de mi hijo Ramón y él ha tenido toda la libertad artística para realizarlos y el resultado ha sido siempre muy a mi gusto, siempre me sentí muy bien respaldado por su entrega y su talento.”

Resalta Navarro que “Todo mi entorno familiar es musical, en La Rioja, en Tandil y aquí en Buenos Aires también, todos componen cantan o bailan con la música y la poesía en el alma. La hacen y/o la disfrutan mucho”.
Con legítimo orgullo menciona Ramón Navarro sobre esto que “Todo lo narrado anteriormente ciertamente no surge espontáneamente. Creo que ha sido el fruto de trabajo, empeño, creciendo con la mirada puesta sobre nuestros grandes creadores a quienes admiro y respeto muchísimo. Compuse canciones con letra y música propia y también con grandes poetas y músicos, ente ellos mis coterráneos Ariel Ferraro y Héctor David Gatica. Son muy significativas para mí las obras creadas con música de mi hijo Ramón, músico notable, “A don Rosa Toledo” o “Las Cosas que él Tanto Amaba” (en un lugar especial) Te cuento que también compusimos una zamba con mi nieto Monchi, que está haciendo una tarea que “sube desde el pie” con la Orquesta Angelelli, junto a Belén, Ramiro y a su esposa Malinche, seguramente escribiré también con Fernando Rabih, autor y compositor de primer nivel, una canción que nos “amiche” en la música como lo estamos en la vida”. Esto le permite advertir que lo difícil de ser artista creando desde el interior, todavía hoy en día, en Argentina. “Hoy en día esta posibilidad, de “grabar en casa” está más cercana dadas las nuevas tecnologías y el avance de las redes sociales que son un auxilio comunicador muy importante. Aun así, esto debe mejorar, Dios sigue atendiendo en Buenos Aires. El federalismo que está proclamado en la Constitución Nacional, en muchos casos no se cumple, y no solamente con lo que aquí hablamos. Es una deuda largamente diferida.”
Sobre la Cantata Riojana en particular, hay una larga historia y búsqueda personal sobre la cual reflexiona con detenimiento. “El primer intento de obra integral fue con mi gran amigo y enorme poeta, Ariel Ferraro, estuvo demorada por el doloroso exilio de él y su familia. Trabajo finalmente inconcluso por su inesperada muerte apenas arribado al país luego del advenimiento de la democracia. Algunas de estas obras están incluidas en El canto del Poeta, importante disco realizado por su esposa e hijos, con la participación de importantes artistas argentinos.”
Luego llegaría Cantata Riojana, obra que lo consagraría definitivamente como una de las columnas centrales del movimiento folklórico riojano y argentino. “La Cantata Riojana surgió, no como una obra que reemplazara a la que planeamos con Ariel Ferraro, sino como una obra nueva”.
“Había leído “La Ciudad de los Naranjos” de Ricardo Mercado Luna y pensé en hacer un trabajo poético musical sobre La Rioja, una obra integral. Así fue que hablé con mi gran amigo y fundamental poeta riojano, Héctor David Gatica para lograr un dúo de letra y música que Ariel Ferraro bautizó “Cantata Riojana” y escribió las glosas de introducción. ¡Y el dúo se hizo un coro!”
“Nacía entonces la Cantata, ha cumplido ya más de 30 años de una receptividad enorme y sostenida. Pienso que esta obra es lo que ahora sigue siendo, no sólo por su contenido de riojanidad manifiesto, sino también por el excelente aporte de sus intérpretes, cantores, músicos y arregladores. Todos artistas riojanos de gran nivel con lo que se logró instalar la obra, en un lugar de sencillez y profundidad sensible muy alto. David y yo solamente somos los autores de la poesía y de la música, la completaron ciertamente los referidos y excelentísimos aportes”.
“Esto no se busca, se encuentra cuando se conjugan voluntades de sinceridad y valor artístico, que fue al mismo tiempo, alto y desinteresado materialmente. Me emociona profundamente a esta altura de mi vida, su largo e importante camino recorrido y la vigencia que mantiene”.
“Agradecido estoy también en esta recordación al apoyo del Estado riojano, que en aquel momento inicial, fue decisivo para que se pudiera grabar la obra. Lo mismo a Hugo Casas, riojano de ley, por entonces director artístico de EMI Odeón”.
No es menor en su vida el hecho de que integra, desde fines de los ’80, el directorio de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (S.A.D.A.I.C.) como parte de las distintas listas que ganaron en diversas oportunidades las elecciones entre músicos y poeta afiliados para conducir esa importantísima institución, en la cual llegó incluso a obtener el cargo de Vicepresidente. “La vida sin música es impensable, ella está realizada por los creadores y el derecho a reconocer su creación debe ser cuidado y respetado. Así un día llegué a la sociedad de autores y compositores, primero a registrar mis obras, después por invitación de Ariel Ramírez, a colaborar con su tarea dentro de esta institución. Sigo aún ahí, cada vez con mayor responsabilidad, manteniendo la misma consigna.”
Quizás el mayor regalo artístico y de reconocimiento popular le llegaría a Ramón Navarro en marzo de 2014, el mismo día en que cumplió sus 80 años de edad. Con una idea nacida de su amigo Héctor David Gatica y tomada como propia por los vecinos de su querido pueblo Chuquis: ponerle a la calles de ese pequeño pueblo de montaña, el nombre de la canciones de Ramón. Un hecho inédito, quizás único en el mundo, el de que todas las calles lleven nombre de sus canciones; desde ese día las calles llevan nombres tales como “Chayita del Vidalero”, “A Don Rosa Toledo” o “Leopoldo Silencio”. La emoción de esa noche, en donde todo el pueblo se congregó en la plaza de Chuquis para cantar “Mi Pueblo Azul” junto a Navarro, viene inmediatamente a su memoria. “Un acontecimiento especial, irrepetible y tremendamente conmovedor, fue aquella noche en mi querido pueblo de Chuquis, donde se asignaba a sus calles el nombre de mis canciones, una de ellas compartida con música de mi hijo Ramón, otras con música de Carlos Lastra y de Roberto Palmer y la que da nombre a Plaza chuqueña, la Cantata Riojana, con poesía de David Gatica”.
“Este “joven aún” de Villa Nidia, en la presentación de mi disco Los Encuentros fue quien dio la idea para que luego, con el tesón de Pueblo Azul y de todos los chuqueños, se concretara”. «Me resulta imposible decir la emoción de aquel 14 de marzo de 2014. Algún día tal vez pueda contar, en una canción creo, el recuerdo de aquella noche maravillosa. Sólo quisiera agradecer a todos los que han hecho posible todo esto. Al pueblo chuqueño, mi pueblo azul, y a todos los que llegaron a dar su “aquí estoy”, cada uno con su flor, para aromar esa noche inolvidable, y a Silvia Majul que, con mucho sacrificio y cariño, guardó para los tiempos todo aquello en su película.”
Silvia Majul es la periodista y documentalista que junto a Eduardo Fisicaro filmó esa noche el evento, y le sirvió de punto de partida para producir y presentar el documental sobre la vida del cantautor “Ramón Navarro: Un Pueblo Hecho Canción” que se estrenó en 2017 y sigue presentándose aún en distintas salas cinematográficas del país. Ramón Navarro, con sus 85 años, concluye que a pesar de las pérdidas, problemas o momentos de tristeza, la vida vale la pena de ser vivida por sus momentos felices, y si bien no cree en un optimismo ciego, apuesta sin embargo siempre a la esperanza, y confía en que los jóvenes que continuarán con su legado artístico y humano de mucho compromiso con la vida, con las cultura, y con el arte profundo que no hace concesiones a lo meramente comercial.
“Por fin y para ir levantando el pañuelito, puedo revelar mi justificada esperanza en cuanto al futuro artístico de nuestro país y en particular al de los riojanos. Conozco mucha gente joven y talentosa, que sumó a su gracia original el valor sustancial del conocimiento teórico, han estudiado y siguen estudiando. Además cada quien lleva su coraje y albedrío intactos. Apostemos a ellos y no sólo en la música…..Hay señales claras, hay argumentos. Entonces hay esperanza cierta y no simple optimismo. Saben que deben desarrollar su adentro y en eso están. Estoy segurísimo, ya lo están haciendo”.
Concluye sus palabras un reconfortado Navarro prometiendo que: “Nos darán, lueguito nomas, una inmensa alegría generalizada. Yo también lo celebraré con ustedes donde sea que esté”.
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