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Espectáculos

La sutil presencia riojana en "El Eternauta"

Entre la nieve radiactiva y la lucha por la supervivencia que propone El Eternauta, una canción clásica irrumpe con fuerza inesperada. Su inclusión no solo aporta emoción y profundidad a la serie, sino que también invita a redescubrir una historia de amor, desarraigo y creación que tuvo lugar en un rincón poco conocido de nuestra provincia.

En la nueva y aclamada adaptación de El Eternauta, la legendaria historieta argentina que ahora brilla en pantalla con Ricardo Darín como protagonista, hay un detalle que late más allá de la nieve radiactiva, los alienígenas y la resistencia humana: el tango. Y no cualquier tango, sino Caminito, esa melodía melancólica que se ha convertido en símbolo de la identidad porteña, pero que tiene un origen muy distinto al que muchos imaginan. Caminito nació, en realidad, en La Rioja.

Cuando suena la versión de Carlos Gardel en uno de los episodios clave de la serie —ese instante suspendido entre la pérdida y la memoria—, no solo aparece el espíritu tanguero del Buenos Aires del siglo XX, sino también un pedazo oculto del interior del país: el pequeño pueblo de Olta. Fue allí, en los Llanos riojanos, donde en 1902 el joven poeta Gabino Coria Peñaloza vivió una historia de amor intensa y breve con una mujer llamada María, hija de una familia tradicional. Atrapado por una crecida del río mientras viajaba desde Chilecito, Coria Peñaloza quedó varado en Olta, y ese accidente del destino lo llevó a conocer a la mujer que inspiraría sus versos más famosos.

María tocaba el piano. Gabino era un soñador. Caminaban por un sendero rural, un “caminito amigo”, envueltos por la primavera perfumada del valle riojano. Pero cuando él volvió al año siguiente, ella ya no estaba. La familia, opuesta al romance, la había alejado del pueblo. Dicen que se fue con un hijo suyo en el vientre. El poeta, desgarrado por la pérdida, convirtió ese sendero real y ese amor imposible en metáfora. Así nació Caminito, primero como un poema dolido, mucho antes de que se convirtiera en tango.

Coria Peñaloza se radicó definitivamente en Chilecito a los 42 años, alejándose para siempre de la vida porteña.

Hoy, casi un siglo después, Caminito vuelve a sonar en un contexto completamente distinto: una Buenos Aires postapocalíptica, cubierta de nieve, donde la resistencia y la memoria son las únicas armas posibles. En El Eternauta, la música funciona como ancla emocional, y entre canciones de Manal, Sui Generis, Mercedes Sosa y Pescado Rabioso, el viejo tango emerge con una fuerza inusitada. No es sólo una pieza nostálgica, sino un testimonio de algo que se resiste al olvido: la sensibilidad de un país que aún en sus historias más oscuras, encuentra belleza.

El Eternauta nos habla del heroísmo colectivo, de la patria como construcción común. Pero también nos recuerda —gracias a Caminito— que muchas de nuestras canciones más emblemáticas no nacieron en las avenidas del centro, sino en los rincones menos pensados del mapa. En un caminito riojano, perdido entre los cerros, nació una historia de amor truncada que, con los años, se transformó en himno. Y ahora, también, en parte de la banda sonora de nuestra imaginación.

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