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1591 Cultura + Espectáculos HOMENAJE

Pimpe, bohemia y amistad

"...De a poco PIMPE te fuiste volviendo como aquel rey de la vieja leyenda sumeria, Gilgamesh el inmortal para ganarte con creces el recuerdo y el aprecio eterno de quienes te vivimos y de los que vendrán a saberte de aquí en más hermano querido…"
Julio Olivera Chazarreta

Por Julio Olivera Chazarreta

Edmundo Nicolás González fue su nombre, popularmente conocido como PIMPE, nació allá por Patquía -La Rioja- en 1946, muchos lo hacían de Vinchina, pero no, fue en Patquía, un primero de enero de ése año, hijo de Edmundo González un jefe de correos de aquellos tiempos y de doña Elisa Miranday, ama de casa que artesanalmente solía preparar todo tipo de dulces exquisitos que convidaba a los vecinos y amigos, sobre todo en Navidad, cuando armaba el pesebre con unas imágenes muy grandes y tradicional acá en La Rioja, calle Alberdi. PIMPE heredó ese oficio de su madre y hacía unos dulces muy ricos, los probamos en casa.

Autor y compositor, cantor reconocido en el país, tocaba la guitarra, el charango, la quena, algo de bandoneón, instrumentos con los que acompañaba su canto. Grabó un disco hace ya varios años, se tituló “De la infancia a mi casa”, nombre de esa bella tonada de su autoría, también participó de muchísimas grabaciones con amigos y con sus hijos varones, Mario Fernando y Ramiro. Además fue padre de Ana Verónica, los tres, hijos de su matrimonio con Nilda Páez D’alessandro, la popular docente y querida “Chola” como la conocíamos los amigos.

El PIMPE, un bohemio consuetudinario, creador de historias muchas ciertas y otras inventadas por él, que nos hacían visitar los perfiles del asombro y la imaginación. Los que no lo conocían, y lo escuchaban por primera vez, quedaban extasiados cuando de su boca salían esas historias fantásticas que a modo de fábula les contaba y los introducía en su mundo de leyendas y misterios, un mundo donde él mismo se sentía y era protagonista.

El PIMPE, un niño grande como su corpulencia, que le entusiasmaba ser parte de esas historias, con ese tremendo poder de imaginación y labia con que nos ofrecía gentilmente sus fabulaciones; o las tomábamos o las dejábamos, y esto mucho iba a depender de no verse involucrado en las mismas, porque cuando menos pensabas ya estabas formando parte de ellas, otro sutil ardid que tenía el querido PIMPE para hacerte caer o creer.

Fue jugador de básquet por su estatura, y lo hizo oficialmente por su viejo Club Amancay de la calle Lamadrid, donde otro que se nos fue, el conocido Francisco “Nacho” Chazarreta llegó a ser entrenador del club. Jugador especialista (el PIMPE) en el estilo “lapicera” del tenis de mesa, integrante del Club TM que creó y dirigió el nombrado Nacho, padre de Luis, Carlos y Adrián Chazarreta con los que integrábamos y competíamos entre otros anualmente en ese deporte.

Inventor-armador de mini motos, con cualquier fierro y unas ruedas, se conseguía un motor y se armaba esas “cosas” en las que andaba por las calles, con su semejante grandor que parecía un “grotesco”. También era un hábil mecánico, que armaba y desarmaba cualquier vehículo y los hacía funcionar con adaptaciones que solo a él se le ocurrían. (Recuerdo el viejo Jeep Willys lo hacía funcionar con un antiguo carburador Holley de 2 bocas que según él había sido del auto de carrera de Carlos Sufán y Piluco Gabio, el número 95 un chivo Turismo Carretera participante de los grandes premios de la Republica Argentina, y al Mehari de Citroën, los hacía andar con el carburador de su moto Gilera 300cc).

El PIMPE, en realidad fue muchas, muchísimas cosas que lo llevaron por todo el país, deslumbrando a quienes lo conocían y se deleitaban con sus historias y sus canciones.

Con PIMPE nos conocimos cuando niños, por los siete u ocho años, allí iniciamos nuestra “compinchería” para siempre, luego ya adolescentes seguimos con la música y la palabra escrita haciendo nuestras primeras canciones, ya en la escuela secundaria formamos el conjunto de la Escuela de Comercio, a la cual concurríamos y que lo integraban Pocho Tsakoumagkos, Catino Córdoba, PIMPE y yo Julio Olivera Chazarreta, o el Negro Julio.

Después a los 17 años formamos el dúo “Huayra Canto”, la primer integración y fueron varios años de andar cantando, hasta que se integró otro hermano querido Elio “Nolo” De la Fuente que ahora vive y hechó raíces por San Juan, y formamos el trío “Coplerío”, ensayábamos por la noche, en la casa de alguno, o en las glorietas de la plaza 25 de Mayo, ahí frente la Catedral les llamábamos “los cuarteles de invierno”, en ese tiempo se podía hacerlo sin que te molestara o corriera la policía…

Y corría, vaya uno a saber qué año de esa amistad.

Nos separamos físicamente por unos pocos años, cuando se fue a estudiar a Córdoba Kinesiología, logrando más tarde el doctorado en la Universidad Nacional de Catamarca, no obstante nos visitábamos asiduamente. Fuimos juntos al servicio militar y nos salvamos juntos: él por bolilla baja y yo por mala visión en un ojo.

Solo una muy sintética reseña de lo mucho vivido con este hermano del alma. Toda una vida recorriendo caminos y amigos. Anécdotas a montones de nuestras andanzas en las motos o los autos, viajes a pescar y cuántas cosas que hicimos juntos. Recuerdo una muy corta en que veníamos de Chuquis, La Rioja, en moto de visitar a su padre que era Jefe en la Estafeta Postal del correo como cité anteriormente, él en una Siambreta 50cc de esas a pedales, y yo en una MSM 125 cc. Ccomo mi moto era más grande, yo traía a su hermana Chela, bajando la Cuesta de Huaco se da vuelta PIMPE y me dice: Negro, ¿y la Chela? Resulta que en una de las tantas curvas (más de 120 del viejo camino de tierra) la había perdido, se cayó de la moto y no la sentí ni me di cuenta. Volvimos y la encontramos a Chela, las rodillas y los codos pelados hecha un Cristo y llena de tierra.

¡Daría para varios capítulos contar tantas cosas que vivimos, en honor a esa amistad eterna que formamos y respetamos a rajatabla el uno hacia el otro por siempre!

Ya no está entre nosotros, se fue a volar libre y sin ataduras, capaz a encontrarse con su “Chola” y desde arriba mirar y cuidar a sus hijos, capaz a inventar nuevas historias que nos irán cayendo como gotas de rocío, o pulsar con ternuras melodiosas su guitarra y crear celestiales canciones que irán bajando hacia las mentes humanas que quedamos extrañándolo y recordándolo, como “el amigo”, como ese “niño grande”, como “el fabulador”, como “el creador de misterios”, como el que “jugaba” a hacernos creer su frenesí, como ése dios pagano que juntaba redondas piedras del río y nos las daba por peras o manzanas, como ese chango sencillo y profundo que nos quería hacer encontrar la llave de la felicidad en razón de sus dichos y su sonrisa.

De a poco PIMPE te fuiste volviendo como aquel rey de la vieja leyenda sumeria, Gilgamesh el inmortal para ganarte con creces el recuerdo y el aprecio eterno de quienes te vivimos y de los que vendrán a saberte de aquí en más hermano querido…

NO QUIERO DESPEDIRTE, NO ME CORRESPONDE HACERLO, NI ES MI ESTILO, SOLO DARTE LAS GRACIAS POR ESA JUGOSA Y PERDURABLE AMISTAD, RESCATARTE COMO VOS LO HUBIERAS HECHO Y QUE LE HAGAS UN QUENCO BRUTAL, UN SALTO DIABLO AL OLVIDO…

¡SI DE ALGO ESTOY SEGURO, ES QUE POR AHÍ ANDARÁS NEGRO PIMPE, VOLVIENDO CADA DÍA, NACIENDO DE NUEVO, INVENTÁNDONOS LA FLOR!

Julio Olivera Chazarreta (Negro Julio)

Marzo 29 de 2023

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